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Las semanas transcurrieron con normalidad, Juliane de vez en cuando me saludaba por los pasillos en el recreo o a veces me pedía que fuera a su oficina para informarme de algunas cosas que el movimiento tenía por hacer. Pero siempre nos quedabamos hablando hasta tarde sin darnos cuenta.

—¿Cuándo es tu cumpleaños? —me preguntó mientras ibamos camino a su auto por el estacionamiento del colegio.

Ya era costumbre que cada vez que hablábamos me fuera a dejar. Yo siempre le decía que no, pero su cara angelical me convencía del todo.

—28 de noviembre —sonreí. —¿Y el suyo?

—29 de noviembre —exclamó con sorpresa.

—¿En serio? —elevé mis cejas.

No lo podía creer. A veces pienso que Juliane se cruzó en mi vida por una razón, o quizás lo hizo para poder evolucionar personalmente.

—Sí —rió —. Qué raro todo esto —tocó mi hombro antes de entrar al auto.

—Entonces somos Sagitario —dije mientras entraba al copiloto de este último. —Por eso nos entendemos tanto —cerré la puerta y tiré la cabeza hacia atrás en el asiento.

—Puede ser, somos personas muy extrovertidas y aventureras. —Guiñó un ojo antes de poner en marcha el motor.

Y enamoradas...

—Leo, tu cinturón —tocó mi rodilla.

—Ah sí, se me olvida. Lo siento —reí nerviosa.

—Descuida —sonrió.

         ***

En el departamento de Miranda me sentía cada vez mas acogida. Un sábado cualquiera llego Alex, marido de Juliane. No niego que cuando me lo presentó sentí una punzada en el pecho. Cada caricia que se daban para mi era una tortura, cada palaba que se decían acababa con mi felicidad del momento.

¿Qué culpa tiene él de que yo sienta esto?. La culpa la tengo yo por ser tan débil y sensible. Me tengo que conformar con verla sonreír, aunque no sea por mí.

—Así que tú eres Eleonor —preguntó Alex. —Juliane me ha hablado mucho de ti.

—Sí, soy yo. Saber eso me halaga —me sonrojé un poco. —Tú eres Alex, supongo —bromeé.

—Que bueno que te hayas sumado a esto Eleonor. Para nosotros siempre es un gusto que gente nueva se sume a éste movimiento —me dedicó una sonrisa sincera.

—Todo esto gracias a Juliane, ella me invitó a esto y yo acepté. Hasta ahora me he sentido súper acogida y tranquila.

—Esa es la idea, encontrar paz. Espero que más adelante sigas y no te límites —tocó mi hombro en forma de amabilidad.

—Lo sé, y así será —sonreí.

Tocaron la puerta y al abrir entraron unos niños. Dos de ellos abrazaron a Alex y luego a Juliane, supongo que son sus hijos. Los niños se parecían mucho a su padre, aunque la niña tenía la sonrisa de Juliane.

—Eleonor, ven —gritó Juliane de un extremo de la sala.

—Dígame —me acerqué con un sonrisa.

—Mira, ellos son Matías e Irene. Mis hijos —me decía mientras tenía a ambos a cada costado de sus brazos.

—Hey, hola pequeños —me agaché para quedar a sus alturas.

—Hola —repitieron al unísono.

Irene, se veía más extrovertida. Sin embargo, Matías era un poco tímido. Ambos se llevaban por 4 años de diferencia. Irene tenía 8 y su hermano 4. Eran hermosos, tenían rasgos de la belleza de su madre y de su padre.

El haber conocido a la familia de Juliane me hacia bien, sentía que la conocía un poquito más. Ella me decía que no era mucho de presentar a su familia en el colegio, sólo los cercanos la conocían. Y saber que yo estaba dentro de ese rango me ponía de un ánimo elevado.

—Te llevo —me habló, Juliane —Alex, se irá con los niños donde mi suegra, yo no podré ir, así que te llevo de pasada al metro, ¿te parece?

—Claro, vamos.

Saber que estaré nuevamente con ella a solas me ponía feliz. En el ascensor ninguna de las dos habló, pero no se sintió ese silencio incómodo. Con ella no habían silencio incómodo, y eso era genial.

En el auto nuevamente no paraba de analizarla, hacerlo se estaba convirtiendo en mi adicción favorita.
Me gusta mirarla verla cuando esta distraída haciendo lo que le gusta, ver los gestos que hace, esa forma en la que su rostro puede cambiar tan rápidamente de expresión, las distintas muecas que hace e incluso cuando su rostro está en total calma. Me gusta mirarla, me gusta ella.

—Llegamos —detuvo el auto en una esquina del metro.

—Gracias nuevamente —sonreí mientras intentaba sacarme el cinturón.

—No hay de qué —me miraba mientras hacía el intentaba sacármelo. —Espera, te ayudo.

Se acercó a mí para ayudarme posando su mano al otro lado de mi cadera. Tenerla tan cerca era como el paraíso, tanto que se me sacaba la garganta y eso me producía tragar con dificultad.

—Listo —se despegó de mi lentamente. Mirando mis labios y yo los de ella. Luego subió la mirada.

Casi me dio un ataque de nervios cuando miró fijo a mis ojos y no sabía si apartarlos o perderme en ellos. No cambiaría por nada esa sensación de adrenalina. Admito que mis nervios aumentaban al estar junto a ella y al darme cuenta que de pronto perdió su mirada en la mía me hacía sentir tan espacial.

Volvimos a la realidad cuando sonó una bocina detrás de nosotras. Haciéndola alejar rápidamente de mí.

—Creo que nos estan apurando —rió nerviosa. —Deberías bajarte —mantuvo su mirada en el volante sin tener el valor de mirarme.

—Sí, gracias nuevamente. Nos vemos —bajé sin más.

Al caminar al metro no pude creer lo que había sucedido. Mis manos aún temblaban por aquel momento pasado.

¿Por qué me haces sentir esto Juliane?¿Por que tienes que ser tú y no otra persona?

Eras, Eres y Serás Siempre Tú (COMPLETADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora