Capítulo 23

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Mierda, solo supe pensar eso, mi-er-da. Me micro moví hacia tras un poco pero aun seguía justo delante de la moto. A mi lado escuché gritar a Lauri con miedo y yo la miré mientras intentaba moverme en vano porque mi cuerpo no reaccionaba.

-¡CARMEN REACCIONA!- La vi llevandose las manos a la cara y gritando. Todo pasó en menos de treinta segundos, fue todo tan rápido...

Y de pronto volví a mirar hacia la moto y empezó a frenar. Escuché como la rueda de la moto chirriaba a causa del inesperado frenazo que dio. Y de pronto la tenia frente a mi, solo unos centímetros me separaban de esa bestia, porque era una gran bestia de hierro, metal y no se que más materiales que me podrían haber machacado. 

Solté todo el aire que había contenido en un gran suspiro y me lleve la mano al corazón mientras giraba la cabeza para ver a Lauri que estaba con las manos en la cara a punto de llorar. Se relajó un poco y dejó caer los brazos mientras venía hacia mi para abrazarme.

-Casi me muero del infarto...-La medio abracé mientras me decía esa frase con voz de espanto. De nuevo miré hacia delante y vi que el conductor de aquella "bestia" estaba en cuclillas frente a la rueda delantera. ¿Pero que mala educación es esa? Casi me atropella el muy imbécil y se pone a mirar la maldita moto.

-Oh, perdona, estoy bien eh, no se preocupe usted...-Mi tono sarcástico fue suficiente para que elevara la mirada y soltara una carcajada. 

-Carmen... Dejemoslo, vamonos tía...- Lauri tiró de mi un poco pero yo me quedé plantada allí con el corazón aun en la boca.

-¿Te ríes de que casi me matas? Me parece super cómico.-Elevé más la voz en esa ultima frase y me crucé de brazos esperando sus disculpas. Se levanto y se puso frente a mi con el casco aún puesto, el cristal era oscuro y no podía verle la cara. Le miré con mala cara y hizo un movimiento rápido quitándose el casco de la cabeza y entonces vi la cara de mi, casi, asesino. Era un chaval de entre 24-26 años, corpulento, pero sin pasarse, con varios tatuajes en los brazo y de piel clara. Tenia algunas pecas en la cara y rasgos bastantes finos, llevaba bigote y tenía los ojos claros. El pelo lo llevaba hacia atrás y parecía oscuro. Era bastante guapo pero no era el momento, casi me atropellaba y quería mis disculpas.

-Si no hubieses cruzado como una loca sin mirar a la carretera no hubiese pasado esto, ¿nunca te han enseñado eso?- Me enfurecí, ¿Pero de que iba este mamarracho?

-¿Disculpa?  A mi me han enseñado bastante bien, al que no le han enseñado a conducir es a ti, que vas como si la carretera fuese tuya y no pasasen más personas.- Sentí a Lauri  preocupada y le acaricié el brazo para que se tranquilizara. El negaba divertido con la cabeza.

-Mira guapa, si hubiese querido te hubiese atropellado pero no quería estropear a mi querida moto, ¿sabes? Y dale gracias a que he frenado y las ruedas están bien, si no me tendrías que pagar los arreglos, porque has sido TU la que se ha puesto en medio de la carretera sin pensar.

-Pedazo de idiota... Casi atropellas a una persona y lo único que te importa es tu maldita moto...-Me encendí bastante, porque vaya hipócrita estaba hecho ese imbécil. Suspiré esta vez intentando tranquilizarme pero no, me enfadaba más verlo hay espectante de la situación y sin pedir perdón ni pregunta como estaba, era despreciable. Así que toda mi ira interna salió y me solté del agarre de Lauri y pasé por el lado de ese individuo y le empuje por el costado como pude y pateé su "querida moto". Vi su cara descompuesta mientras pateaba y empujaba hasta conseguir caerla al suelo. Cuando lo conseguí, con mucho esfuerzo, vi su cara de cabreo y solo supe decir.

-Ups, ha sido sin querer.- Y eché a correr tirando de Lauri para irnos lejos de allí. 

No sabía muy bien por donde ir, entonces corrí sin mucho sentido entre las calles intentando llegar al hotel. Detrás mia llevaba a Lauri y tiraba de ella como podía.

-Estas loca, estas muy loca en serio.-Decía mientras corríamos intentando encontrar el hotel.

-Se lo merecía, por ser tan hipócrita.- Esta vez me reí yo y me sentí segura y aliviada.

Cuando nos cansamos de correr empezamos andar a paso ligero y nos ubicamos en una calle desde la cual sabíamos llegar al hotel y en pocos minutos llegamos. Entramos riéndonos de la situación que habíamos pasado y de la cara de pocos amigos que había puesto el tipo de la moto.

Al entrar en la habitación estábamos exhaustas y directamente nos pusimos el pijama y nos metimos en la cama cada una y nos quedamos dormidas.

'Cariño tumbate que voy a echarte dos o tres' Donde viven las historias. Descúbrelo ahora