•Capítulo 3

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Gary en multimedia.

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🖤🖤🖤



Pov's Alaia.




Toco con pesadez la puerta del apartamento de Hanna y en seguida escucho su voz preguntando quien es.

— Yo.- Respondo.

Ella abre la puerta de inmediato y casi caigo al suelo, pero ella me sostuvo.

— ¡¿Qué te ha hecho?!— Pregunta preocupada.— ¡¿Fue Damon?!

— No, si.— respondí ida.— Solo un puñetazo y un corte.— sacudí la cabeza mientras era guiada por ella.

— ¿Te parece poco?- Pregunta al dejarme en el sofá.— ¿Y cómo es eso? ¿Quién te hizo lo demás?

— No... solo, Hanna.- Respondí y la miré por primera vez.— Ese hombre en realidad es malo, muy malo.— volví a mirar un punto fijo.

— ¡Dios! ¡Pero qué pasó, cuéntame lo que te hizo!- exclamó desesperada y preocupada.— Iré a traer el botiquín para curarte las heridas.- Dice y se pierde por el pasillo.

En cuanto volvió mientras limpiaba la pequeña herida en mi brazo, le conté desde el principio hasta que llegué a la parte donde desperté en aquella habitación.

— Me llevó a un lugar, había mucha gente preparando drogas creo.— carraspeé.— Al principio no entendía nada, pero después de unos minutos comencé a notar cómo la gente le temía, todo marchaba a la perfección con él estando ahí y cuando él le hablaba a alguien no sólo era temor sino... respeto. Es raro, pero le temían y le respetaban a la vez.— la observé sacar más algodón.— Luego me llevó a otro sitio, era un gimnasio o eso parecía y había un ring de boxeo. Allí me esperaba una mujer, parecía troncha toro...— solté una pequeña risa.— Y me volvió mierda. Me obligó a pelear con ella y al final me dijo que no necesitaba golpearme él para que supiese que no debía meterme con él.

— ¿Qué? Pero que imbécil, es cómo si él mismo lo hubiese hecho.— espetó furiosa.— Mira cómo te dejó.

— Y eso que se detuvo porque el mal nacido le dijo que no más.— solté un quejido. Mañana tendré que llamar a la doctora de la familia para ver si me ha roto costillas.— Pero yo también le di su paliza a esa tipeja.

— ¿Cómo quedó ella? ¿Peor que tú?— bromeó un poco.

— Si, peor que yo.— ambas reímos levemente. Así aligeramos un poco nuestras emociones.

Damon, observaba todo el tiempo, ni un segundo dejó de ver.

— Pero que ni crea que me dejaré tratar mal.— proferí.

— ¿Pero tú eres tonta?— me observó anonadada.

— No, terca.— Respondí. Negó con la cabeza y siguió curando mis heridas.

RUTHLESS [Editada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora