El jinete del dragón de hielo

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El cielo estaba aquella mañana más azul que nunca, claro que eso le parecía todos los días, incluso si nevaba o llovía, el cielo siempre era azul y hermoso. Su padre, o papá como decía para distinguirlos, solía decir que tenía una alegría impropia de los Stark, pero que sin duda alguna había heredado de su padre. Su padre ciertamente salió algo más Tully que Stark, y su papá más Strak que Targaryen.

Rhaegal volaba alto, como a ella le gustaba, aunque al principio le daban miedo las alturas. El frío le congelaba la piel y le helaba el pelo, sus labios se ponían morados y la cara roja, pero no le importaba. Vagaba, volaba perdida, dejaba que su hermano mayor le guiase por los cielos. Tenía prohibido ir más allá del Muro, temían que algún día el Rey de la Noche se alzara de nuevo, "está muerto, papá lo mato con sus propias manos" solía repetir ella, pero sus padres siempre se negaban. Al igual que sus abuelos, sus tíos, sus tías, los maestres. Su tío Brandon vivía en el Castillo Negro, así que estaba más que vigilada, disparaba las ballestas impregnadas de fuego cuando la veía acercarse. Así que para compensar, cada día volaba más alto, más y más alto. Padre le regañaba, temía que cayera desde tan alto, que el frío la desmayase, pero el Rey en el Norte Robb Stark no tenía poderes en las alturas, y Rhaegal siempre le hacía más caso a ella que al Príncipe heredero Jon Aegon Targaryen. 

Un cuerno sonó, fuerte y constante, conocía ese vibrar, un sonido que únicamente podía emitir el colmillo vaciado de Rhaegal, uno que se le cayó como se les caen a los bebés según crecen. Aquella llamada sólo significaba una cosa, debía volver a casa, volver a Invernalia. El dragón emprendió el camino de vuelta, no necesitaba órdenes, bajó de altura, permitiendo a la muchacha recuperar el aliento. Lanzó una bocanada de fuego al aire, a la lejana distancia, cuando el fuego se disipó y sólo quedó el humo caliente, el animal atravesó la negrura, calentando la piel de su jinete. Durante la trayectoria un humo y ceniza que no eran de la garganta del dragón llegó hasta los ojos de la joven, se asomó por el borde del lomo y vio como una granja estaba en llamas, los campos cubiertos de fuego. Tan sólo necesitó un golpe en el cuello, Rhaegal descendió en picado alzándose de nuevo a pocos centímetros del suelo, con nieve entre sus garras y se alzó, y las dejó caer desde tanta altura que hasta se enfrió más, el fuego murió ante el toque.

Invernalia se alzaba unas pocas millas más allá, distancia que eran segundos para Rhaegal, desde las alturas pudo ver como las puertas se abrían, dos personas desfilaban por ellas al exterior, uno negro, otro marrón. Era imposible confundirlos, incluso desde allí arriba, siempre juntos, eran como uno. Rhaegal descendió en el suelo, la dama se puso en pie, subiendo corriendo por su cuello hasta su cabeza, deslizándose por su nariz mientras el dragón alzaba la cabeza y la lanzaba por los aires. La joven voló por unos instantes, por sí sola, cayó entonces y escuchó los gritos de los hombres pero el ala del dragón sirvió como manta acolchada, se deslizó por la fina y elástica piel hasta la nieve. Una gran bestia peluda blanca y otra gris atacaron a la joven, lamiendo toda su cara, apresándola bajo su peso.

-Ah, Fantasma -rió dulce -Viento Gris, me hacéis cosquillas, hermanos, parad

Los huargos se retiraron, ladrando como carcajadas, la joven se levantó limpiando su rostro con la capa gris que vestía, sacudiendo al instante la tela de la nieve. Recompuso su sonrisa, aún más feliz, y corrió a los brazos de sus padres, papá siempre la abrazaba primero, lo hacía como un oso, cubriéndola entera y pegando su mejilla a su frente; padre solía abrazarlos luego a los dos, después tan sólo a ella, y lo hacía con alegría, apretándola entre sus brazos y sacudiéndola en el aire, mientras reía en su oído y besaba su mejilla.

-Volviste a volar alto -sonrió Robb, a modo de burla, a modo de regañina

-No, padre, fui Más Allá del Muro

-Oh, no te burles de mí, señorita

Robb, con 37 años, tomó a su hija en brazos cual novia, haciéndola reír. Rhaegal alzó el vuelo hacia su hogar, un gigantesco edificio de piedra con una enorme puerta por la que el dragón cabía, con esplendorosos fuegos por dentro y por fuera que lo mantenía siempre caliente. Fantasma y Viento Gris abrieron la marcha, saltando, Robb riendo con su hija en brazos y Lord Jon luchando entre la vergüenza y la ternura. Los portones se cerraron tras ellos. El rey dejó a la princesa heredera en el suelo, gritos y risas acudieron al instante, cuatro cabezitas corrían por el patio y saltaron sobre su hermana mayor.

Una cabellera negra, de ojos marrones, de 11 añitos, era la hija de una de las criadas, un hombre la había violado y ella murió por fiebre en el día del parto, Robb y Jon la adoptaron como su segunda hija al instante como Sigourney, "victoriosa" pues consideraban que su madre era victoriosa en la batalla de la vida.

Una cabellera rubia plateada, de ojos verdes, con 8 añitos. Hija de un hombre del pueblo libre, su madre había muerto tras el parto y su padre había caído de un barco ahogándose cuando trataban de ir a Casa Austera, el único pariente vivo era una vieja que a penas podía cuidarse a sí misma. Los Reyes del Norte la acogieron en su casa y adoptaron a la recién nacida como su hija bajo el nombre de Gwen, "blanca".

Llegaron entonces los dos pequeños de la manada, los dos chicos. 

Uno era de cabellos cobrizos como Lord Stark, pero sus ojos eran prácticamente negros, como los de Lord Targaryen. Lo habían llamado Wolfgang, "el lobo que acecha". No conocían su historia, lo habían encontrado abandonado en el Bosque de Lobos, mientras estaban de caza, fue Ana quien lo hizo hace 4 años.

Por último, un pequeño de 3 años con cabellos castaños caramelo y ojos dorados, razón por la cual le habían llamado Aland, "brillante como el sol". Era hijo de una dama proveniente de Essos que se había quedado sin nada en su hogar y tenía la esperanza de encontrar una nueva vida en Poniente, había acabado en el Norte para ayudar en la época de la cosecha, pero la falta de costumbre al frío le había valido una terrible enfermedad, dejando huérfano a su hijo neonato.

Ana tomó en brazos a los dos pequeños, Gwen se le subió a la espalda y Sigourney, a la que llamaba Sigy, se le abrazó a la cintura.

-¡Ana, Ana! ¿Cuándo me enseñarás a montar en dragón? -le preguntaba sonriente, como siempre que volvía -Quiero ser como tía Daenerys

-Necesitas ser más alta o te caerás, pero pronto te subiré a Rhaegal... mientras te mantengas en el suelo, hermanita -sonrió revolviendo su pelo

Jon rió, recordándose a sí mismo con Arya. La familia acudió al gran salón con el resto de los Stark, sólo aquellos que quedaban en Invernalia. Rickon se había convertido en el señor de Aguasdulces, el Señor de la Tierra de los Ríos, en donde Catelyn y Ned pasaban seis meses al año. Brand continuaba siendo el Lord Comandante del Muro. Arya se había convertido en una errante, solía pasar largos meses afuera, en Esoss, en el sur de Poniente. Sansa era la única que permanecía siempre en Invernalia, había declamado que jamás saldría del Norte, no necesitaba más aventura en su vida.

En aquellos instantes Ned y Catelyn estaban allí, Sansa estaba allí, Arya estaba allí. La joven trató de moverse con sus hermanos encima de su cuerpo, suplicando a sus padres que la ayudaran, Robb tomó a la mayor en brazos, Jon a la mediana, pero Ana tuvo que permanecer con los pequeños en brazos. Aunque el pequeño de 3 años acabó a lomos de Fantasma. Dama y Nymeria salieron a recibirlos, Aland subió sobre Nymeria.

-¿Qué hay de comer? Me muero del hambre -dijo la joven entrando al salón

-Ana, es medio día, aún no es hora de comer -replicó Sansa -Las damas no pueden comer tanto

-Por suerte, tía Sansa, no soy una dama

Los pequeños niños saltaron al suelo, con los brazos en alto, gritando con orgullo.

-¡Es el lobo de fuego que cabalga el dragón de hielo! 

Entonces los cuatro hermanos aullaron antes de rugir.

-Tan joven y ya tiene nombre de leyenda -sonrió Ned levantándose -Que le traigan medio pollo a mi nieta, el frío da hambre, dejad los modales para otra, mi amada Sansa, vuestra sobrina a salido a su tía Arya

El lobo de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora