Desembarco del Rey

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Ana rememoraba la despedida una y otra vez, no quería olvidarla, no quería olvidar a su familia.

No había sido formal, ni correcta, ni regia. Todos en el patio lloraban, y los que no tenían cara mustia, todos abrazaron a la joven con fuerza, besaban su rostro y le daban palabras de amor. Los señores norteños se habían quedado, la habían despedido con una reverencia, menos Ramsay y Theon, quienes la abrazaron con una fuerza descomunal. Rhagnar le había regalado un lobo de madera blanca que había tallado él mismo, era bastante tosco y maltrecho, pero a Ana le pareció lo más bello del mundo. Tía Sansa le dio miles de consejos, la abrazó como si temiera lo peor, la besó con fuerza.

Lo más duro fue sus hermanos. Viento Gris había tenido que ser encadenado para no ir tras ella, tiraba como un loco, casi se podría ahogar, pero no parecía importarle. Rhaegal también tuvo que ser encadenado.
Aland se negó a vestirse, apareció en camisón corriendo por el patio, llorando hasta los brazos de su hermana. Al principio pataleaba y trataba de golpearla, pero lograron calmarlo. Ana se quitó su cinta de pelo, aquella que siempre llevaba, y la lío en su muñeca cuál brazalete.

-Siempre estaré contigo, y volveré antes de que lo notes

Wolfie no intentó pegarle, ni pataleo, pero lloraba con lágrimas silenciosas. Ella lo había encontrado, él lo sabía, y por ello siempre había tenido un vínculo especial.

-Siempre te encontraré, no temas

Gwen no lloraba, pero tampoco hablaba o sonreía, estaba allí como una estatua, parecía un fantasma. Ana se agachó frente a ella, cogió su pelo suelto y se lo recogió en una linda trenza, colocó entonces en su pelo un prendedor que tenía en forma de lobo corriendo al viento.

-Un silbido y estarás aquí antes de lo que Viento Gris corta el aire -dijo la niña tratando de sonreír, Ana asintió

Por último quedó Sigy. La joven podía ver en sus ojos que estaba aterrada, sabía lo que significaba, ella sería la Reina en el Norte, la señora de Invernalia. No ahora, pero sí cuando sus padres faltasen, sí cuando Ana fuera la Reina de Poniente.

-Eh, canija, te dije que te enseñaría a montar sobre Rhaegal -rió haciéndole cosquillas -Siempre cumplo mis promesas, ¿o no?

Sigy asintió. Miró a su hermana un segundo y saltó a sus brazos.

-Tengo una tarea muy importante para ti -le dijo -Tienes que cuidar de padre, ya sabes el mal carácter que se le pone cuando papá está lejos

La gente rió, también la niña, Jon sintió vergüenza, Robb un poco también. Pero sólo un poco.

-Y de Rhaegal, por supuesto
-Lo haré bien, te lo prometo
-Lo sé -susurró, entonces su hermana Sigy leyó su mente y compartió sus palabras al unísono -Un Stark siempre cumple sus promesas

Pero en vez de alejarse, la niña se aferró aún más, y los demás no permanecieron quietos, se abalanzaron también sobre ella, llorando.

-Me temo que vamos a necesitar agua hirviendo -dijo Ana casi sin aliento
-Ya basta -ordenó Robb dulce

Los niños se apartaron, Ana recuperó el aliento, al menos unos segundos antes de que su padre le aplastara los huesos con sus brazos.

-Padre, estás demasiado fuerte -dijo medio ahogada -No puedo respirar

Robb aflojó los brazos, escondió su rostro en el pelo de su hija, tratando de no llorar.

-Vas a volver
-Voy a volver
-Y no vas a morir
-No voy a morir, estoy muy ocupada
-Y vendrás con tu padre intacto
-Mataré al que se atreva a tocarlo

Robb asintió, se separó levemente mirando a su hija a los ojos, se parecía mucho a él, pero Robb siempre veía a Jon cuando la miraba. Y ahora los dos se iban de su lado.
Besó su frente con fuerza y por mucho rato, pero nadie se atrevía a decir nada. En aquella ocasión, fue Ana la que lloró aferrándose a su padre como si le fuera la vida en ello.

Se separó con dificultad. Entonces fue el turno de Jon, que había estado despidiéndose de sus hijos entre lágrimas, se acercó a su esposo lentamente. Ambos sonrieron, una sonrisa nostálgica, una taciturna. Robb abrazó a Jon envolviéndolo por completo, Jon se refugió en él. La mano del mayor acariciaba su pelo, sus labios besaron su nuca, Jon escondía el rostro en su cuello.

-Si nos quedamos así para siempre tal vez continuen sus vidas ignorandonos
-Tal vez, mi lobo blanco, pero nos dolerían las piernas

Jon y Robb rieron, el mayor recorrió su cuello y tomó el colgante de oro blanco que le había regalado hace años, un sol. Tomó su propio cuello y sacó su colgange, una luna. Los colgantes se unían en un único dibujo.

-La luna de mi vida -sonrió Jon
-Mi sol y estrellas -musitó Robb

Entonces Robb hundió su mano en el cabello de su esposo y alzó su rostro besándole con ternura, roces delicados, castos, puros. Su otra mano tomó su cintura, y las de Jon envolvieron su cuello, poco a poco el beso se hizo más profundo.

-¡Padres! -se quejó Gwen
-¡Que asco! -la secundó Wolfie
-Puag -completó Sigy
-¡Parad ya ! -finalizó Aland

Ana se reía mientras revolvía los cabellos de todos sus hermanos.

-¿Pero qué decís? Es precioso -sonrió ella -¿Acaso no sabéis qué hubiera pasado si no se quisieran tanto?
-El juego de tronos -dijeron los cuatro, aunque los dos niños, demasiado pequeños, no sabían la historia
-Exactamente, así que callad

La gente se rió, sus hermanos obedecieron, Ana lo encontraba altamente tierno, y sentía que sin duda lo echaría de menos. Los minutos pasaron, sus padres no se separaron. La mujer avanzó, sujetó a su padre cuervo por la capa y tiró de él con todas sus fuerzas.

-Vamos ya, o nos quedaremos aquí para siempre -gruñó -O peor, tendremos que llevarnos también a padre con nosotros

Ana tuvo que parpadear dos veces para volver en sí, vio los altos muros, la gente, las banderas negras con el dragón tricefalo rojo, los estandartes rojos con leones de oro. En aquella ocasión había banderas y estandartes blancos con el huargo plateado.
Más allá de los muros vio el Septo Supremo, el Septo de Baelor, que había sido reconstruido por Daenerys en base a los planos originales; en el lado contrario de la ciudad el Templo de Fuego, donde se veneraba al Señor de Luz. Fuera de los muros de la ciudad, Ana pudo ver como los dragones volaban al Pozo de Dragones, su hogar, aunque no eran encadenados. Por último, en lo más alto, la Fortaleza Roja.

-Bienvenida a Desembarco del Rey, querida sobrina -sonrió Daenerys sobre su caballo a su lado

El lobo de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora