La Princesa de Poniente

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Tras cuatro meses de constante instrucción, Daenerys determinó que Ana estaba preparada, un cuervo voló a cada reino llamando a sus reyes a acudir. Se necesitó una quincena para que todos llegaran. Durante ese tiempo la reina mandó a los mejores costureros a diseñar un vestido, a los mejores joyeros para los complementos, a los mejores perfumistas, a lo mejor de lo mejor. La Fortaleza Roja se limpió de arriba a abajo, los estandartes se remendaron, se sacaron brillo a las calaveras, se llenaron de flores todas las salas.

El día llegó, nadie entró al dormitorio, ni siquiera Jon o Daenerys, la reina deseaba que todo fuera sorpresa. Hasta tal punto era el misterio que Ana ni siquiera sabía que su familia había acudido, pensaba que su pare Jon era la representación de Invernalia.

Aquella mañana se despertó pronto, las sirvientas personales de Daenerys junto con Missandei entraron en la habitación, la joven traductora despertó a la muchacha.

-¿Ya, Missandei?

-Sí, pequeña, despereza esos ojos -sonrió la mujer

Ana se levantó de la cama aún un poco dormida, Missandei la tomó de la mano y la guió hasta el baño, donde un bañera de mármol estaba llena con agua caliente y sales, había una espuma azul que olía a lilas, Ana se desvistió y se metió en el agua. Seguía medio dormida, Missandei la ayudaba a bañarse limpiando su pelo con jabones, mientras le hablaba, pretendiendo que se despertase con la conversación. Tras el baño salieron al balcón envuelta en una túnica, allí tomaron el desayuno, algo ligero, pues la joven sentía que iba a vomitar. Las sirvientas trajeron el traje y los complementos, Ana casi se marea, los vestidos eran bonitos pero prefería la libertad de unos pantalones con camisa.

Aquella vez no llevaba corsé, Ana lo agradeció, Missandei le puso un vestido blanco de un tejido tan fino que era casi transparente, se sujetaba de su cuello y caía por su pecho uniéndose en su cintura, dejando la espalda al aire. Colocaron entonces una falda de la más fina de seda, del color lila más claro, cuyo cola medía al menos un metro; pusieron encima un corset de espalda descubierta que se sujetaba en los hombros mediante un bordado de hilo, el cual dibujaba las alas de un dragón, la seda igualmente lila estaba decorado con hilos de plata y de oro dibujando los emblemas de todas las casas de forma artística; en la cinturilla llevaba un cinturón de medallones de oro propio de los dothrakis, tantos eslabones tenía que varios caían sobre el centro de la falda. En los antebrazos se colocaron brazaletes de oro en forma de dragón volando de los que caían mangas de transparente tela lila que tenía pintada lobos de plata en carrera. Sobre el pecho desnudo Missandei colocó una cadena de un extremo de la tela a otro del que colgaban zafiros como una lluvia, y un anillo al dedo de hueso dragón. Colocaron sandalias, también lilas, en sus pies, Daenerys había insistido al zapatero en que no hicieran rozaduras. Se necesitaron tres mujeres para trenzar el ardiente cabello de la joven, lo habías medido, 240 cm. Dividieron su pelo en tres, hicieron una trenza en cada parte, la central la liaron en un moño sobre su nuca, con las laterales aumentaron el tamaño del recogido. Durante el trenzado, las damas habían colocado anillas plateada y pequeñas flores azules de distintas tonalidades. Para terminar, Missandei pintó con kohl los ojos de la joven, un experto ilustrador entró en la sala, tomó el pincel, Ana se recostó y él comenzó a dibujar sobre su espalda los emblemas de todas las casas, tal y cómo estaban en su vestido.

Necesitaron unos minutos para que se secase, justo a tiempo para la ceremonia. Ana, de la mano de Missandei fue conducida a la sala del Trono, allí la reina estaba en el Trono de Hierro, el rey en el de mármol, el consejo en sus respectivos sitios, pero las sillas de los señores vacías. Las puertas de abrieron, mostrando la princesa a la corte, quien estalló en cuchicheos y reverencias según avanzaba, viendo cada uno de los detalles de su vestimenta. Missandeí la dejó en lo más bajo, soltó su mano con un beso y subió para ocupar su lugar, Ana hizo al momento una reverencia quedándose de rodillas en el suelo.

El lobo de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora