Roca Dragón

88 9 28
                                    

La brisa del mar levantaba su pelo platino, que ya le alcanzaba hasta media espalda, miraba sus muñecas robustamente vendadas, acariciando la tela sin pensar mucho en nada, pues aquello es lo que vio. Ana esperaba volver a ver a la Muerte, aquella mujer rubia de ojos azules, pero tan sólo la rodeó una oscuridad más profunda que el sueño. Retiró la mirada de sus heridas y observó la cubierta del barco: Ned y Catelyn estaban sentados detrás de ella comiendo en la mesa dulces con Ragnar, Missandei estaba en la otra punta asomada al borde con Gusano Gris abrazándola por la espalda, Lord Varys y Shireen estaban sentados bajo el mástil hablando con Ser Jorah, el cual afilaba una espada que se le había entregado. Rholla, Reyna y Ragyd estaban en la cola del barco, vomitando hasta la primera papilla, era normal, jamás habían montado en barco. Tan sólo no veía a su padre Jon y Radka.

Ana había establecido un gobierno tras su vuelta de Qarth, la cual había sido lenta, pues se había necesitado usar el barco para llevarlos a todos, aunque cogieron el más pequeño de la armada. Nombró a Daario su representante dentro del consejo, tal y como estaba en la época de su tía, los khals no formaban parte de este consejo pero también hablaban con Daario para tratar con ella. Tras dejar asentado el gobierno y, cómo y qué debían comunicarle, Ana tomó los barcos suficientes para transportar a los Eternos, que fueron los únicos que acudieron íntegramente con ella, de los demás ejércitos, tan sólo los voluntarios. La gente le había obsequiado con su trabajo de semanas, habían cargados las bodegas de las más deliciosas comidas y dulces, el mejor vino de Essos, las mejores armas, y preciosas vestimentas para su familia recién encontrada; también medicinas, herraduras, caballos, aceites, y una hermosa armadura para Rhaegal. Ana no logró entender cómo la habían fabricado, pero se la mostraron sobre el dragón y quedó asombrada, primeramente porque Rhaegal se dejara manejar por extraños con tanta facilidad, y después por lo asombrosa que era.

-Hay que protegerlo -le dijo el jefe de los forjadores -Es vuestro pequeño, vuestra mayor esperanza, mi reina

La joven abrazó tan fuerte al anciano que juraría haberle fracturado algún hueso de la espalda, pero fue sólo una ilusión.

Ana parpadeó varias veces antes de volver en sí, miró rápidamente todo el barco de nuevo y se dio la vuelta, volviendo a mirar por la borda, veía a Rhaegal a lo lejos, lazándose al agua y resurgiendo con pescado, o puede que algo mayor... no quería saberlo, jamás le habían gustado los tiburones, de hecho, le daban pánico. Sintió entonces unas manos empujarla, se agarró tan fuerte al borde que casi rompió la barandilla, su corazón a mil por ahora, se giró furiosa pero tuvo que detenerse al ver a su padre riendo, y detrás de él a toda su familia. Ana apartó sus manos de la barandilla, y vio que efectivamente la había roto, retiró la madera de sus incrustadas uñas, miró el dañado objeto y, prediciendo que no lo podía arreglar, lo tiró por la borda al mar.

-Wow, que fuerza, cariño... y veo que te has dejado las uñas largas 

-No sabes cuanto -dijo irónica con un gracioso bufido

Jon extendió sus brazos y envolvió a su hija, comprobando que estaba más alta, calmando su risa. A su pequeña le gustaba el mar, pero no el profundo, le ponía paranoica imaginar todo lo que podía haber debajo de sus pies, y se mareaba cuando había mucho oleaje; era una chica de alturas, no profundidades, aunque cuando era pequeña éstas también le daban miedo, no le gustaba subirse al borde de las murallas, ni escalar como a su tío, ni las escaleras de madera en las que podía ver lo que había debajo de ella. Antes de comenzar a montar sobre Rhaegal siempre solía decir "papá, ¿sabes esa sensación de querer saltar cuando se está en un sitio alto? como cuando vamos a la cascada.... pues yo no la tengo".

-No va a aparecer una serpiente marina gigante para comerte 

-Me fiaría más si me lo dijera tío Theon con tío Ramsay al lado con un hacha en la mano

El lobo de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora