Sangre de dragón

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 La noche llegó a la mitad de su vida cuando encontró la pared, hizo falta que los mineros picaran, hizo falta que los picapedreros sacaran piedras, los cerrajeros también tuvieron que acudir, quitaron cientos de candados, pero la puerta no cedió, hizo falta que todos empujaran con su mayor fuerza, finalmente se abrió, mostrando un laberinto de pasillos. 

Lorenz le entregó una cuerda que ató a la primera antorcha, Ana la fue desatando según andaba, se requirió dos horas para encontrar la celda, cerrada por una gigantesca puerta de hierro. Todos los cerrajeros acudieron, la miraron de arriba a abajo, trabajaron a la vez, pero no funcionó; los herreros también acudieron, todos los de la ciudad, pero ninguno recordaba haberla realizado, tampoco encontraron el punto débil; banqueros y ladrones fueron llamados, Lorenz prácticamente hizo acudir a cada persona de la ciudad, pero nadie fue capaz. Ana dio las gracias y despidió a todo el mundo, tan sólo Lorenz y su familia se quedaron.

La joven cerró los ojos y recorrió la puerta con los dedos, había algo que no veía, sus yemas notaron un bulto, el cual presionó y un franja se abrió mostrando una aguja, ella presionó su dedo haciéndolo sangrar, apreció entonces que su sangres se recogía, empujó la palanquita de nuevo a su sitio. Un ruido comenzó a producirse, parecían cerraduras corriéndose, pero la puerta no se abrió, Ana miró el metal buscando otra señal, apreció entonces dos estrellas de trece puntas que parecían desgastadas, colocó allí sus dedos y empujó; notó entonces el metal arder, absorviéndole como un imán, la puerta parecía comenzar a moverse, haciéndola sentir poco a poco más débil. Su nariz empezó a sangrar, sus rodillas de doblaron, ampollas aparecieron en sus manos, Radka la tomó por la cintura y ayudó a empujar, todos se unieron al final a ella. Cuando la puerta se abrió Ana cayó al suelo incapaz de sostenerse más tiempo, la dothraki se agachó y tomó su cabeza, pidió agua a gritos, le hizo beber y mojó sus heridas.

Rholla y Reyna, que volvían de haberse ocupado de Ned y Cat, terminaron de empujar la puerta hasta que estuvo de par en par y entraron, todo estaba en la más absoluta oscuridad. Ragyd, que volvía corriendo de haber estado con Rickon, les acercó antorchas y comenzaron a iluminar el lugar, fue entonces que se apreció lo que guardaba: era un hombre encadenado, con un saco sobre la cabeza. Sin mirar quién era, Ragyd y Rholla comenzaron a trabajar en los grilletes, pero no lograban abrirlos.

-Ayúdame, Radka -susurró Ana tratando de incorporarse

La dothraki pasó su brazo por encima del cuello y sujetó a la joven por la cadera, todos se movieron para ayudarla, pero Reyna se lo desaconsejó, fue ella quién ayudo a su hermana, era preferible no tocar a Ana en aquel estado tan débil, sin fuerzas para controlar el demonio que llevaba dentro. Ana miró el techo, había algo extraño en él, era geométrico, ligero y desgastado, era sin duda falso.

-Busca una palanca o algo parecido -le ordenó a Ragyd con voz apenas audible

La joven recorrió cada centímetro de la pared, suerte que comenzó por la puerta, pues encontró allí una piedra más desgastada que las demás y la presionó; las piedras del techo se desencajaron, parecían levitar comenzando a retirarse en espiral hacia los muros, aumentando su grosor, pero nada les pasó a las ataduras. La Luna apareció entonces en todo su esplendor, grande y brillante, como si deseara aplastarlos u ofuscarlos. La albina casi ya no podía mantenerse consciente, pero Radka sabía lo que quería, y fue tan sólo pensarlo cuando Rhaegal apareció en el aire.

-Es imposible, khaleesi, su llamarada es muy potente -susurró Reyna

Pero Ana no retrocedió, había entrenado, sabía que podía hacerlo . La reina miró al animal, sus ojos conectados y Rhaegal lo supo, miró las cadenas y se apoyó en los gruesos muros, Ana cerró los ojos.

-Dracarys

La llamarada del dragón fue azul, fina y regulada, que se fue acumulando en espiral como bolas de fuego, y derritieron el metal sin dañar a nadie presente, aunque un gran calor se alzó. Rholla y Ragyd tomaron entonces al hombre, ya que sin sujeción ninguna era incapaz de mantenerse, lo sostuvieron frente a Ana, que seguía siendo sostenida por Radka y Reyna, y retiraron la capucha. Cabello negro rizado cayó entonces por debajo de sus hombros, una barba abundante y espesa a la misma altura, había varios mechones blancos como la leche, abrió los ojos un momento, tan sólo un instante, pero fue más que suficiente. Ni Radka junto a Reyna pudieron detenerla, se deshizo de sus manos y tomó al hombre entre sus brazos, no podía sostenerlo, por lo que acabaron en el suelo, pero ¿a quién le importaba?

Ana  acarició su rostro, mojando su cabello con sus lágrimas, miles de voces la rodeaban pero ella no oía nada en absoluto, tan sólo el rugido de Rhaegal.

-Papá -sollozó tocando su mejilla, pero no obtuvo respuesta alguna, su respiración se escuchaba lenta y su corazón se notaba débil- No, ¡no! No te atrevas maldito bastardo, llevas año y medio en esta celda, y ahora que te encuentro, ahora que te he rescatado, ¿vas a morirte? -gruñó golpeando su mejillas -Pero ¿qué maldita manía tiene esta asquerosa familia?

Ragyd le ofreció agua, le obligaron a beber, quisieron tomarlo y llevarlo junto a un curandero, pero su corazón estaba demasiado  débil, todos allí habían visto suficientes veces la muerte como para saber cuando no hay nada que hacer. Pero si algo caracterizaba tanto a los Targaryen como a los Stark era la cabezonería.

  -En tus ojos hay un profundo azul, uno al que amar y uno al que perder, un dulzor divino es tu vuelta pero trae una seria verdad, vivir o morir, no me hagas elegir -susurró acariciando sus mejillas -Quiero sentirme como aquella última noche, cuando aún era feliz el verano, durmiendo entre tus brazos, solos con las estrellas en el cielo

Algo extraño comenzó a suceder, la Luna comenzó a ocultarse lentamente, las antorchas titilaban, un frío recorrió el lugar.

-He estado corriendo a través de la selva con los lobos para llegar a ti, he bajado por los callejones más oscuros y he visto  el lado oscuro de la Luna para llegar a ti 

La Luna se ocultó completa entonces en un eclipse, y todo quedó a oscuras, salvo las llamas, que resplandecían débiles. Ana dejó a Jon en el suelo, hundió sus uñas en las muñecas, rajando las venas, dejando que la extraña sangre negra cayera sobre los labios de su padre, mojó sus dedos y dibujó unas runas en su rostro.

-He buscado amor en cada desconocido y aguantado para calmar la ira, todo por ti. Quiero que tus dedos en mi pelo me hagan dormir de nuevo y soñar con lugares donde nunca he estado. Ciegamente estoy siguiendo, derrumba a la muerte y vuelve a mi

El rugido de Rhaegal cortó el aire, Ana cesó de hablar, el azul fuego iluminó la escena, hasta lo más mínimo parecía oírse ahora. Su mano estaba sobre su corazón, podía notarlo, como este volvía, primero débil, después más fuerte; pero a cada latido de su padre, ella notaba un latido menos, uno más, uno menos. El eclipse desapareció lentamente, pero tras él ya no venía la Luna, sino que amaneció el alba, un golpe sordo captó de nuevo la atención de los presentes. Jon comenzó a recuperar el color, pareciera como si su cuerpo remitiera sin comida o medicina alguna, su corazón bombeaba fuerte, durante un momento todo el mundo juraría que el pelo de Ana volvía a ser del color del fuego, y ciertamente lo fue, incluso después de que su corazón diera un leve latido y su cuerpo cayera vacío en el ahora vivo cuerpo de su papá.


Bueno, sabéis que me gusta tomar frases o letras  de canciones, pero siempre digo cuales son, yo no me apropio de nada, así que aquí la tenéis.

El lobo de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora