A casa

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Jon despertó, era una habitación grande y luminosa, la cama tenía un azulado dosel, una de las paredes era toda abierta, como un balcón. Había escuchado el relato de Daenerys las suficientes veces para saber que estaba en Qarth, en la habitación que ella usó una vez en la casa de Xaro Xhoan Daxos, extrañamente se sentía fuerte. Jon giró sobre su costado hacia el lado en el que las cortinas estaban abiertas, había una muchacha sentada en una silla, su piel era pálida y su cabello como el fuego era largo como el que más, cuando la joven abrió los ojos pudo ver que eran azules.

-Ana, mi niña

La joven se levantó con una sonrisa, sí, era su pequeña, pero según se acercaba a la cama su rostro cambiaba. Su pelo era castaño y por sus hombros, sus ojos verdes y entorno a estos todo estaba pintado de negro como alas de dragón, su piel era más coloreada.

-Majestad, mi nombre es Reyna, soy jinete de sangre de vuestra hija

El corazón de Jon se alteró, aquella a la que veía no era su niña, pero la joven decía conocerla, decía que estaba viva. Intentó incorporarse, pero se sintió algo débil de repente, la joven le retuvo y le entregó comida en abundancia, no necesitó decirle nada para que Jon se la comiera con gran ansia, luego bebió leche endulzada con miel.

-¿Dónde está mi hija?

-Majestad, debo avisaros que... lo que encontrareis... no es lo que conocíais

Jon no entendió lo que quería decir, pero le alarmó igualmente, salió por la puerta y bajó las escaleras gritando, llamando su nombre, entonces vio a su gente, a Missandei, a Jorah, a Varys, a Gusano Gris y a Shireen; se aproximó corriendo a ellos, que lo recibieron con alegría y entusiasmos, todos pensaban que él estaba muerto, y él que ellos lo estaban. Preguntó por su hija, pero nadie le dijo nada, tan sólo bajaron los ojos y retiraron la cara, Missandei se mordió el labio y fue la única con valor.

-Vuestra hija, majestad, ha obtenido en estos tiempos un potente poder, el cual usó para liberarnos a todos, pero la magia que os retenía a vos era demasiado fuerte –dijo la mujer con palabras pausadas –Estaba muy débil cuando os alcanzó y descubrió que vuestro corazón no podía más, sacrificó el poder que le quedaba en salvaros, el poder de la sangre del dragón

El hombre la miró sin terminar de entender, miró a Varys y este señaló sus muñecas, realizando un leve corte con su uña, su cara de horror era indescriptible, apartó a la gente sin importar el daño y subió las escaleras de tres en tres, no había puerta así que entró sin más, pero fue poner un pie dentro y sintió un cuchillo sobre su garganta. Giró la vista y vio a una joven, tenía el pelo largo negro hasta media espalda lacio, sus ojos eran verdes como la joven anterior, su piel sin embargo clara, con rasgos finos y alargados. La joven retiró el cuchillo e inclinó la cabeza, era obvio que estaba protegiendo a su hija pero se había dado cuenta de quién era, se hizo entonces a un lado dejándole ver la cama, que tenía las cortinas corridas.

-Rholla, mi señor
-¿Ella...?
-Está bien, respira si esa es la definición, pero su corazón late muy débil
-Es culpa mía –susurró Jon abatido

La joven posó una mano sobre la suya, tiró de él levemente hacia la cama y retiró las cortinas, Jon pudo ver a su pequeña, aunque ahora parecía más mayor, su cabello era como el de su tía y sus párpados muy oscuros junto a sus ojeras, tenía las uñas negras y largas como garras, los labios marrones, y unos cuernos sobre la frente.
Había una joven tumbada junto a ella, cabello largo negro hasta la cadera con profundas ondas, piel clara, ojos negros que no dejaban de mirarla, labios redondos y rasgos alargados. Curiosamente como él.

-Digamos que sí, es vuestra culpa, al fin y al cabo, vos habéis criado a una hija tan desinteresada y familiarmente amorosa -dijo una voz, que tras buscarla, pertenecía a una jovencita de pelo negro sobre el pecho, ojos verdes, más parecida a la que decía llamarse Reyna, que había quedado abajo, pero de piel clara como Rholla.

Jon suspiró en una sonrisa, se sentó al borde del colchón y la miró, su cara había cambiado también, no sólo más adulta, sino que sus rasgos se habían alargado como los suyos, ahora se parecía mucho menos a su esposo. La joven, que se presentó como Radka, comenzó a narrarle toda la travesía, bueno, todo aquello que Ana le había contado a ella; Jon se asombraba y aterrorizaba a cada detalle, al final miró de nuevo a su hija, y comprendió que la que miraba no era del todo su niña, sino también la Muerte tratando de volver a este mundo.

-Ella es fuerte, como su padre, jamás la vencerá

-Yo... dudaba de ello, majestad, pero al veros supe que es cierto –sonrió Radka –Mientras os curaba, su cabello volvió a ser del fuego, y su único objetivo ha sido siempre llegar hasta su padre Robb. Si vuestra muerte y la de todas esas personas significaron su calvario, tal vez vuestra salvación la devuelva a su ser

Tenía miedo, era algo que no quería admitir, pero tenía miedo de su hija, de aquello que encarcelaba en su interior. Reunió todo el valor del mundo, todo el amor de su corazón, todos los recuerdos de cómo era ella en verdad, y extendió la mano hacia las suyas; Ana estaba extremadamente fría, pero cómo no, él lo recordaba, que la muerte era fría; tocó su brazo, subió a su cuello y acarició su pelo.

-El rubio le sienta bien –sonrió –Pero claro, también es Targaryen

Radka sonrió junto a él y se incorporó en la cama, Jon escuchó un rugido cortar el aire, miró a la joven y esta le dijo que era Rhaegal, él la había encontrado hace unos días y llevaba rugiendo desde que se desmayó. "La está llamando" susurró Jon "llama a su amada". Entonces el hombre se tumbó junto a su hija y envolvió su cuerpo con sus brazos, dejó su cabeza sobre su pecho e hizo aquello que hacia siempre antes de dormir, cantar. Aquella estrella de allá hoy brillará por ti, tus sueños se realizarán, siempre ocurre así. Aquella estrella de allá tiene una extraña luz, quizá nunca jamás se irá si es que la sigues tú. Brilla estrella brilla más y sabré donde estás, hasta un mágico país tú me guías por el cielo. Y cuando vas a dormir y el día se va, la estrella te iluminará y siempre brillará.

-Cantas mejor que padre –susurró una voz –No sé porque insistes tanto en que lo haga él

Jon abrió los ojos y miró hacia abajo, Ana le estaba hablando, sus cuernos había desaparecido y también sus colmillos, aunque seguían siendo más marcados que los del resto; su niña abrió los ojos y lo miró, Jon sintió su corazón crujir, el bello azul que había heredado de su esposo había desaparecido, pero todo se disipó rápido, pues su pequeña estaba viva y entre sus brazos.

-Me gusta hacerle pasar vergüenza, mi estrella

-Padre no tiene sentido de la vergüenza, papá, lo sabes muy bien

El hombre se rió junto a su hija, estrechándola con aún más fuerza si era posible, y sin temor ya en sus venas, besó la frente de su pequeña. Ana necesitó un rato más para recuperarse, luego pudo recibir a todos, que mostraron una alegría inmensa, ella parecía buscar a alguien con la mirada; entonces todo se resolvió, un pequeño entró en la habitación corriendo y saltó sobre la cama, detrás de él dos ancianos de los brazos de Reyna, Jon se levantó de un salto y los abrazó con extrema fuerza.

-Ya, ya, pequeño, o me romperás –rió Ned Stark
-Me alegro de que estés bien –sonrió Cat besando su frente

Jon los tomó y ayudó a llegar a la cama, los ancianos Stark miraron a su nieta largo rato, pero sin preguntar la abrazaron y besaron entre risas. Entonces acudió Rickon con su esposa e hijo, los tres también se abalanzaron sobre la joven, todos pidieron explicaciones, pero Ana estaba demasiado concentrada comiendo, así que Radka se ocupó de explicarlo una vez más.

-¿Y... tienes el poder de la muerte? –preguntó Ragnar curioso
-Oh sí –sonrió Ana –Puedo alzar a los muertos, controlar los elementos y matar a un hombre con tan sólo mirarlo a los ojos

El niño se calló durante un momento con mirada aterradora.

-¡Que guay! A padre le va a dar una envidía

Todos rieron en el lugar, incluso las hijas de Khal Joggo, a las que Ana había contado sobre Ramsay Bolton.

-¿Y ahora, pequeña, qué hacemos? –preguntó Ned acariciando la mano de su nieta
-¿Estás de chanza? Nos vamos a casa –dijo poniéndose de pie en la cama –No voy a dejar que nadie corte la hermosa cabeza de mi padre, tendrán que vérselas conmigo antes

El lobo de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora