Siempre estuvo ahí

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Como seguramente habréis notado, en los últimos dos/tres capítulos, he comenzado reducir la narración, es decir, exponer más tiempo en menos palabras. Meses en tan sólo un capítulo. Y eso es porque mi imaginación ha comenzado a decaer y realmente presentía que lo interesante aquí estaba en Poniente. Así que movamonos rápido.

*****

Otra noche más sin dormir, pero esta vez se sentía más débil que nunca, Radka le había traído leche con miel y carne asada, había comido como si fuera un pozo sin fondo, pero seguía mal. Igualmente no desatendió sus deberes, tenía audiencias a las que presentarse, así que se bañó y vistió con un vestido largo, el mismo que había usado cuando fue coronada reina de Meeren; Radka cepilló su pelo y recogió la parte delantera en dos desalmados moños, igual que aquella vez, pero no colocó ninguna corona, tan sólo aquel mismo medallón.

Reyna y Rholla ya estaban en la sala del trono, sentadas en los escalones limpiando sus uñas con sus cuchillos, Ana entró y se sentó en el trono, se sintió algo incómoda, un leve dolor le punzaba en el corazón, Ragyd comenzó a hacer pasar la gente, desde el menor problema como las lindes de un jardín hasta lo más grave como un juicio por asesinato. Entonces Ragyd acudió con un hombre que no esperaba, era el joven que se había negado a tenerla como reina en Astapor, vestido al estilo de Volantis, con un cetro en la mano de oro. El joven pasó y se arrodilló, Ana se levantó y bajó las escaleras perpleja, el hombre alzó el objeto.

-Valyria norte es ahora vuestra... majestad

-¿Cómo...? Creía recordar que no queríais vivir bajo mi mando

-Así es, mi reina, pero al llegar allí vi que vos erais mejor gobernante que ninguno, y Essos merece teneros como reina

Radka, que estaba apoyada al lado de la entrada, miró a Ana sin poder saber qué estaba pensando, la joven se acercó a su reina, Ragyd se puso en guardia al ver moverse a su hermana, pero Ana alzó la mano calmándolas, miró las manos del hombre enfundadas en delicados guantes de seda, y supo lo que allí pasaba.

-Gracias, mi señor, pero... ¿por qué lleváis guantes?¿No tenéis calor? Quitároslos, mi señor, que no os de pudor

-Yo... no tengo... calor

Ana miró a Ragyd, que sacó su cuchillo al instante y comenzó a jugar con él, el hombre dejó el cetro en el suelo temblando y se quitó los guantes dándoselos a Radka, tomó entonces de nuevo el objeto. La dothraki menor se dio cuenta de que la reina había clavado sus ojos en el hombre y no los retiraba, él igualmente no podía apartarlos, era como si ella dirigiese sus movimientos, como si anulara su voluntad; la había visto matar a grandes hombres con una mirada, pero esto no se lo esperaba, ninguna de sus hermanas tampoco, que jamás la habían visto en acción, salvo su disputa con Khal Querro. El hombre, con ambas manos ceñidas entorno al dorado accesorio, comenzó a tiritar poco a poco, sus manos se pusieron rojas, un leve sarpullido se extendió por todos los brazos, unas especies de burbujas blancas salieron en su cara. Rholla y Reyna se pusieron en pie con absoluto estupor.

-Han intentado matar a mi familia tantas veces, y ellos se han vengado otras tantas... sin contar con aquello que vio mi tío Bran, lo que podría haber sido... que ya lo veo venir desde lejos, mi señor, desde lejos

Empezó entonces a salir espuma de la boca del hombre, temblaba con aún más fuerza, pero seguía erguido, con sus ojos conectados.

-Los Stark gustan de cortar cabezas, los Targaryen son más de quemar viva a la gente -sonrió Ana tocando el cetro, Rholla bajó corriendo con la intención de retirarlo al momento, pero un gesto de Radka la frenó -Quemar y congelar, que familia más bipolar, calor y frío -rió mirándole con aún más fuerza, sus garras asomaron junto a sus cuernos, sus colmillos afilados aparecieron amenazantes -Pero, mi señor, nada quemas más que el frío

El lobo de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora