El sur

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La sala estaba llena de gritos, todos los señores norteños habían acudido, todos estaban allí reunidos.

-Imposible -dijo Lord Glover
-La última vez que un norteño fue a Desembarco -dijo Lord Karstark -Acabó quemado vivo, eso si no contamos con que iban a decapitar a Lord Eddard Stark

Los señores rugieron en acuerdo.

-¿Piensan que voy a matar a mi propia sobrina?
-No, mi señora reina -sonrió Ramsay poniéndose en pie -Lo que estos toscos hombres quieren decir es que a los norteños no les va muy bien al Sur
-Aún tenéis enemigos -siguió Theon -Gente que no os desea, y es posible que ataquen al futuro

Robb suspiró agradecido, estaba seguro de que los señores acabarían por enfadar a la reina, no tenía ganas de verlos arder, menos mal que los señores de Fuerte Terror habían sido la voz de la razón.

-¿Y qué piensan NUESTROS reyes?

La palabra había retumbado con fuerza, marcando ese carácter de los norteños que excluía a Daenerys, Robb y Jon se miraron.

-Como sabéis, yo soy el legítimo heredero del Trono de Hierro -dijo Jon alzándose de su trono de piedra -Si sucediera de forma natural, Ana acabaría siendo la Reina igualmente, tan sólo que más tarde

-Pues que sea más tarde -clamó Lord Amber riéndose

-Mis queridos señores -habló Robb, entonces todos se sentaron y callaron obedientes ante el Rey -Mi hija no marchará para siempre, tan sólo una temporada, lo que tarde en aprender
-Vuestra hija es de aprendizaje rápido, mi Rey -dijo Lord Hornwood
-Entonces antes retornará -sonrió Robb -Y si algo malo sucede, les daremos una paliza a los sureños

Los señores norteños rugieron. Parecía que la batalla ya estaba ganada. Aunque no casi.

-¿Quién la acompañará, majestad? -preguntó Lord Reed
-Sí, ¿quién? -secundó Lord Frost -No permitiremos que vaya sola o tan sólo con la guardia de Invernalia, no fue suficiente para proteger a vuestro padre y hermanas

Robb calló y miró a Jon, no habían sopesado tamaña petición, y aquel era un acuerdo al que tendrían que llegar junto a los Reyes de Poniente.

-Si os place, junto a la guardia de Invernalia que los Reyes escojan -dijo Daenerys -Un hombre de cada casa podrá venir, quienes sus señores escojan, también acudirá Rhaegal, un lobo, y tres señores nobles

La sala calló en silencio, las palabras de la Reina no eran esperadas, Ramsay Bolton fue el único en levantarse y hablar.

-Disculpadme, mi señora reina, pero dicha proposición no es del todo conveniente para el Norte -sonrió amable -Los lobos han de quedarse con sus señores, y el dragón Rhaegal, aunque es obediente a su señora, es vuestro hijo, volvereis a tener tres, pero si se queda, el Rey Jon puede cabalgarlo

Ramsay volvió a sentarse, fue Tyrion esta vez quien habló.

-El señor de Fuerte Terror tiene razón, los norteños deben pensar lo más conveniente en caso de guerra, así que -sonrió Tyrion mirando a su esposa -¿Qué te parece 3 hombres por casa norteña?
-Bien, cuatro señores norteños entonces -sonrió Daenerys -Y un miembro o dos Stark, si lo desean

Todos miraron entonces a la familia.

-Nuestros hijos quedarán aquí, son pues los herederos de Invernalia -dijo Jon -Pero yo marcharé junto a mi hija

Los gritos estallaron entonces, aullidos de desacuerdo, y entre ellos figuraban la propia familia real. Robb miraba entre dolido y sorprendido a su esposo.

-No, mi amor, no pu...
-Soy el Rey del Norte, el Príncipe Heredero, puedo y lo haré... no voy a dejar sola a mi hija, y no hay nada más que discutir

Robb calló, Jon era tan importante como él, su igual, no podía darle órdenes, tan sólo discutir y veía que lo tenía perdido.

-Yo también acudiré -sonrió Arya
-Yo os acompañaré hasta la Tierra de los Ríos -ofreció Ned -Allí se unirá una guardia de cinco hombres, si os place, Alteza

Daenerys aceptó la propuesta. No hubo pues nada más que hablar, no al menos con los Reyes, tan sólo los señores norteños. Estos pasaron un día de disputas, escogieron a los hombres y mandaron los cuervos, pelearon entre ellos por ver qué señores acudirían.
Los pequeños Strak - Targaryen estuvieron todo el día de berrinches, no querían que su hermana mayor se fuera, no hubo quien los consolara. Tampoco a Robb.

El Rey en el Norte estuvo todo el día con el ceño fruncido, la boca torcida en un mohin de disgusto, nadie se atrevió a decirle palabra. Viento Gris, siempre detrás de él, iba con la cabeza gacha y era cauteloso. No hablaba, tan sólo miraba con ojos severos, a todos por igual. Ni siquiera sus hijos se atrevían a molestarle, callaban sus llantos cuando lo veían, hasta Ana, acostumbrada a parlotear y tratar de animarle.

Era de noche, con todo el mundo acostado, hasta los niños, cuando alguien se atrevió a mediar palabra. Ana caminaba por el pasillo, silenciosa para no despertar a nadie, se cruzó entonces con Viento Gris y Fantasma, pero iban en sentido contrario, lo que llamó la atención de la joven, aunque sabía lo que aquello significaba. Caminó silenciosa hasta la puerta de sus padre, la puerta estaba entreabierta, Ana asomó cuidadosamente uno de sus ojos.

Robb estaba sentado en una butaca frente al fuego, con las manos unidas  y la barbilla apoyada sobre ellas, mirando la llama. Jon estaba tras él. Se acercó muy lentamente, retirando su pesada capa y dejándola sobre el arcón, posó sus manos entonces sobre los hombros de su esposo y los masajeó. Jon apoyó sus labios sobre la cabeza de Robb.

-Es mi niñita
-También es mía, recuerdalo
-Entonces, ¿no crees que estará más segura con uno de nosotros?

Robb suspiró y se dejó caer en la silla.

-Sí, pero desearía ir también, o que al menos lo hubieras discutido conmigo

Jon sonrió tierno, dejó los hombros de su esposo y dio la vuelta, sentándose sobre las piernas de su marido, sonriente acarició su mejilla.

-No será mucho tiempo, y si alguna vez me necesitas, estaré aquí, mi amor. Sabes que no hay montaña suficientemente alta, ni río demasiado bravo para alejarme de ti

Robb acarició el pelo de Jon, sus hermosos rizos, luego aquella barba que siempre llevaba recortada, sus mejillas, su nariz, y entonces le besó con una ternura íntima.

-No me iré en tres días -sonrió Jon
-¿Y crees que te necesitarán en esos tres días, mi sol y estrellas?
-No, tu hija puede hacerse cargo ella solita, luna de mi vida

Ambos rieron volviendo a besarse, Robb deshacía el nudo del jubón de su esposo, Jon mordía su oreja riendo.

Ana retiró la mirada, era consciente de cómo sucedía, pero no necesitaba verlo. No sentía vergüenza en esos temas con sus padres, podía hacer bromas sobre ello, era la única que entraba a sus aposentos durante los días de libido de sus padres. Y gobernaba también, pues los Reyes del Norte no salían de su cuarto.
Se apartó sonriendo y tiró del pomo con delicadeza, cerrando la puerta, tomó la cinta que sujetaba su pelo y la anudó en la anilla, símbolo de que nadie debía molestar.

Ana giró a la derecha, caminó hasta llegar al final del pasillo, nada más abrir la puerta Viento Gris y Fantasma aparecieron corriendo y se colaron dentro. Ella rió cerrando la puerta. Aquella noche durmió rodeada por los lobos, lo hizo profundamente, ya estaba acostumbrada a los ruidos que sus padres hacían.

El lobo de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora