Malas manías

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La caída había dolido, probablemente  más a Robb que a Ana, pues ella lo esperaba, pero él iba a ciegas. La baja espalda de Rhaegal era más dura con la coraza, el choque dolió en los huesos e hizo rebotar los cuerpo hacia el agua, pero Ana se sujetó a la que red que el animal llevaba en las patas trasera, y agarró a su padre, aunque él también se había sujetado. Los cañones y los escorpiones comenzaron a volar hacia ellos, uno casi alcanza las garras trasera, pero el dragón logró esquivarlo subiendo hacia las nubes, ocultándose en los nevados algodones.

Rhaegal se mantuvo hacia arriba, aunque astático, una cuerda cayó al lado de ellos, Ana le ordenó a su padre que se la atara a la cintura y ascendiera, Robb así lo hizo, con el pánico aunque el el cuerpo. Su cabeza no era capaz de asimilar mas allá de: una caída de muerte. La joven ascendió por la red hasta la cola, Rhaegal entonces descendió horizontal lentamente, dejando a Robb colgando pero a Ana en pie, la platino se movió por el cuerpo del animal apoyándose en brazos y piernas. Robb estaba alcanzado el lomo cuando ella llegó hasta Radka Ana sujetó una agarradera con ambas manos y se descolgó sobre el ala para pasar hacia delante, ambas ayudaron a subir al hombre, que se situó entre ellas, Ana usó la cuerda para envolver las cinturas de los tres y amarrarlas a la coraza del dragón.

-Bueno, no ha estado tan mal -sonrió Ana acariciando el cuello del animal con suavidad -Bien hecho, pequeño, casi no noté que estábamos a más de 5000 baras de altura

-¡Pues yo sí! -gritó Robb -Definitivamente eres mi hija, estás tan loca como tu padre

Ana rió feliz, no era el reencuentro emotivo que hubiera deseado, pero había salvado a su padre y aquello era suficiente. La joven volteó al animal y cayó sobre la fortaleza, dejó caer la red que portaba en las garras trasera sobre unos soldados, y acarició su lomo son siniestra sonrisa.

-Dracarys

Las azuladas llamas del dragón salieron grandes y potentes, ahora sí, lamiendo la roca del castillo, haciendo arder todo lo que estaba frente a él. Pero no perdió el tiempo allí, sino que escupió fuego a su paso y cesó cuando pasó de largo el castillo, Rhaegal comenzó poco a poco a ascender al cielo, volviendo de nuevo al vuelo encubierto con el que habían acudido, alejándose de la vista de todos. Los Lannister ya correrían la voz, y posiblemente muchos habrían visto a Drogon y Viserion, no hacía falta sembrar aún más el pánico. Robb no dijo nada durante el viaje, se limitó a mirar las vistas, a escuchar a Ana narrar su rescate a la joven que desconocía, y esta el manejo del dragón en solitario por primera vez a ella. Sus brazos envolvieron a su hija, ante sus ojos era aún una desconocida, pero algo en su comportamiento, en su forma de hablar, y desde luego en su manejo de Rhaegal, le decía que era ella.

Roca Dragón se avistó pronto, las nubes se habían disipado sobre la isla, dejándolos al descubierto. Robb observó la magnífica fortaleza cubierta de blanca nieve, al igual que el resto de la isla, Ana se aproximó a una de las torres, Rhaegal rugió lanzando una llamarada que derritió la nieve del techo, el hombre que miraba por la ventana se sobresaltó al ver al animal pasar a gran velocidad frente a él, virando a tiempo para no chocar contra la construcción. Rhaegal sobrevoló todo el castillo y aterrizó en el plano techo de la más alta torre, Ana deshizo los nudos y retiró la cuerda, Radka bajó primero y ayudó a Robb, que estaba muy débil, a descender, la platino bajó la última.

-Ve con los Eternos, que te quiten la coraza -sonrió la joven besando su morro -Luego puedes ir a dormir, mi amor

Rhaegal emprendió el vuelo de nuevo y se alejó hacia el pequeño valle donde el ejército de Eternos estaba apostado, Ana se volvió hacia su padre, y por primera vez éste la miró como solía. Robb tenía los ojos rojos, abrazó a su pequeña con toda la fuerza del mundo, casi haciendo crujir sus huesos, su bebé había vuelto. Ana notaba las lágrimas cálidas de su padre sobre su frente, pero ella no tenía lágrimas, tan sólo alegría y risas, el hombre alzó a su hija por los aires y la hizo volar en círculos sobre sí, alejando su llanto y devolviendo su sonrisa. Radka había desaparecido torreón abajo, corriendo y saltando, encontró a Jon a medio camino, le ayudó entonces a subir lo que restaba.

El lobo de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora