Aquellos maravillosos años

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Con sus tíos sureños allí, Ana podía recordarlo todo, todo lo que ella había visto.

La primera vez que vio a Rhaegal siendo consciente de lo que era tenía tres años, ya sabía hablar y conocía muchas de las características del animal, recordaba como este le había mirado mientras ella permanecía rígida, la manera en la que había acercado su morro buscando que lo acariciase. El tacto de su piel era especial, era rugoso y rascaba pero no desagradable, lo miró a los ojos y lo encontró aterradoramente hermoso. Desde aquel día lo visitaba a diario, en su cabaña o al aire libre, pero siempre acompañada de los lobos.

Los lobos. De ellos tenía un recuerdo más temprano, o al menos se sentía más familiar, estaba tumbada en la cama de sus padres y los dos animales subieron al colchón, lamieron sus manos y se acostaron envolviendo su cuerpo con los suyos.

La primera vez que montó a Rhaegal. Fue en tierra y tenía a penas 10 años, fue con sus padres, Jon la tenía entre sus brazos sobre el lomo del dragón, Robb los envolvía a ambos, Sigy miraba con 5 años desde la ventana. Tan sólo fue un paseo por el suelo.

La primera vez que alzó el vuelo tenía 13 años, no era especialmente alta, pero su padre estaba con ella. Subió junto a Jon, Robb estaba en las almenas con Sigy y Gwen. Aquella vez sólo se alzaron unos metros y planearon más que volar, pero Ana le perdió el miedo a las alturas, y se sintió completa. Desde ese día comenzó a montar a diario, al principio acompañada, la mayoría de veces por Jon pero en algunas ocasiones tan sólo por Robb. Al final, cuando cumplió los 14, montaba sola durante largas distancias y espacios de tiempo.
Sus hermanos salían siempre a despedirla, sus padres siempre a recibirla. A veces iba a Fuerte Terror, a comer con tío Theon y tío Ramsay, y con su primo Rhagnar, su hijo. En otras ocasiones a las Tierras Libres, con Tormund y Brienne. O al Muro, aunque siempre descendía antes, allí pasaba unas horas con su tío Brandon, con Sam y Elí, con el pequeño Sam y con los amigos de su padre Jon.

Pero sobretodo recordaba las cosas relacionadas con sus tíos Daenerys y Tyrion. Sabía que había tenido encuentros anteriores, como el primer día de su nombre, pero esas cosas no las podía recordar, tan sólo escuchar de boca de otros, imaginarlas y rememorarlas. Su primer recuerdo fue en su sexto cumpleaños, antes de ello los había visto otras veces, con 3 años, pero no lo recordaba; y le mandaban regalos cada día del nombre, pero eso no era un recuerdo con ellos. No, no, su primer recuerdo era a los seis años.
Sus tíos vinieron, igual que en esta ocasión, con el khas, la guardia y los dragones. Venían a celebrar todo junto, era lo que tenía acudir una vez cada tres años, había que sintetizar las cosas.

En aquel año tan sólo estaba Sigy, con un año, así que celebraron su día del nombre, los tres de Ana, el aniversario de matrimonio de los Reyes del Norte y el aniversario de su coronación, también el de la batalla contra el Rey de la Noche. Todo ello suponía un banquete grandioso cada noche, uno por cada celebración.
La primera vez que los vio estaba en la puerta, cogía con fuerza la mano de Robb y la de Sigy, Viento Gris estaba delante de su padre pero miraba a las niñas de reojo, Rhaegal estaba delante de las murallas a su lado. Daenerys acudió sobre Drogon, Tyrion sobre Viserion, le parecieron majestuosos.
La Reina llevaba un vestido blanco adornado con flores azules, el pelo trenzado y adornado por rosas invernales, le pareció la mujer más bella del mundo entero pero fiera como sus dragones. El Rey vestía pantalones negros y un jubón rojo adornado por dragones negros, leones de oro y huargos blancos, Ana pensó en lo valiente que era al montar a un dragón siendo tan pequeño y en que era agradable poder mirar a alguien directo a los ojos. Tal vez por esos primeros pensamientos positivos, su tío Tyrion la quisiera tanto.

Aquella vez había montado sobre Drogon, también sobre Viserion, sin volar en ninguno. Su tía le enseñó alto valyrio, y como escupían si decías "dracarys". Luego, con 9 años, sus padres no la dejaron volar pero al menos estaba en compañía de los dragones sin sus tíos, y jugaba con ellos como si fueran pequeños gatitos. Fue 12 años cuando montó en vuelo a Drogon y Viserion, no era distinto que montar sobre Rhaegal, pero al mismo tiempo era algo totalmente diferente. A ellos debía darles órdenes, y se sentían más imponentes, más extraños. Sobre Rhaegal no debía preocuparse, él lo sabía todo y si no, tan sólo necesitaba un toque.

Y todo esto lo recordaba porque sus tíos habían roto la tradición, porque habían acudido dos años consecutivos, y en esta ocasión deseaban algo más.

-Ya tienes 16 años, eres adulta hasta para un hombre -había dicho la reina seria -A tu edad yo era viuda, había perdido un hijo, era khaleesi del mayor khalassar de la historia, y reina de la Bahía de los Dragones, antaño la de los Esclavos
-El objetivo no es intimidarla -le susurró Tyrion a su esposa
-Cuando subí al trono, lo hice sabiendo que tal vez no tendría descendencia, y así ha sido, por esa razón nombré heredero a tu padre

Ana asentía conocedora de la historia.

-Pero ahora estás tú, y ya estás en la mayoría de edad -sonrió antes de mirar a sus padres -Mi deseo es que me acompañe a Desembarco del Rey para nombrarla mi heredera

Daenerys, con 36 años, y con una sobrina mayor de edad, había pensado que Ana sería la más adecuada para heredar el Trono de Hierro, pues Jon solía manifestar su deseo por permanecer en Invernalia y su poco agrado por gobernar.

Pero a ninguno le agradaba que su hija mayor fuera a Desembarco, ninguno de la familia había acabado bien yendo a ese lugar, pero la sucesión del Trono de Hierro era algo importante. Negarse era casi inconcebible, lo habían logrado en años anteriores, cuando Daenerys tan sólo quería una visita, pero ahora ya no podían.

Cuando la cena hubo acabado, antes de aquella conversación en privado, Ana fue a acostar a sus hermanos, así como sus padres solían hacer con los suyos, los llevaba en brazos a sus dormitorios, los dejaba ponerse las ropas de dormir. Los dos chicos compartían una habitación, las dos chicas otra, pero en la hora de acostarse, se reunían todos.
Sigy se tumbaba con Wolfie, Gwen con Aland. Ana les cepillaba el pelo y hacia trenzas a la niñas mientras contaba un cuento, a veces era uno famoso, en otras ocasiones lo inventaba ella.

-Decidme personajes -pedía

Sus hermanos gritaban cosas sin sentido, sin saber muy bien cómo, lograba reunirlas todas en una sola historia. Luego cantaba una canción de cuna, siempre la misma. La cantaba mientras acariciaba sus cabellos, sus mejillas, y arropaba los  cuerpos de los niños. A veces tenía compañía, de los lobos, de sus abuelos, de sus tías, de sus padres. Jon y Robb también los acostaban, contaban cuentos y cantaban, pero en ocasiones estaban muy ocupados e iban a la cama muy tarde.
Cuando los chicos caían rendidos, tomaba a las niñas, en un sólo viaje con ayuda, en dos sin ella, y las llevaba a su dormitorio. Que por suerte estaba justo en frente. Seguía cantando para que no se despertasen.

Aquella estrella de allá 
hoy brillará por ti,
tus sueños se realizaran,
siempre ocurre así.

Aquella estrella de allá 
tiene una extraña luz,
quizá nunca jamas se irá,
si es que la sigues tú.

Brilla estrella, brilla más,
y sabré dónde estás,
hasta un mágico país
tú me guías por el cielo.

Y cuando vas a dormir 
y el día se terminó,
la estrella te iluminará 
y siempre brillará.


Ana las miró dormir largo rato, después a sus hermanos, finalmente volvió al salón. Preparada para lo que su tía tuviera que decirle.

Pero no para aquello.
Ni para lo que vendría después.

El lobo de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora