XVIII: Piper

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PIPER NO QUERÍA que una mesa de tres patas le gritara.

Cuando Jason visitó su cabaña esa noche, se aseguró de mantener la puerta abierta porque Buford, la Mesa Mágica se tomó su deber como chaperón muy en serio. Si tenía la mínima sospecha que un chico y una chica estaban en una cabina sin supervisión, echaría humo y avanzaría estrepitosamente por el pasillo, su proyección hidrográfica del Entrenador Hedge gritando:

—¡TERMINEN CON ESO! ¡DENME VEINTE FLEXIONES DE BRAZOS! ¡PÓNGANSE ALGO DE ROPA!

Jason se sentó al pie de la litera.

—Estaba por empezar mi turno. Pero primero quise ver como estabas. Piper le dio un empujoncito a su pierna con el pie.

—¿El tipo que fue atravesado por una espada quiere ver como estoy yo? ¿Cómo te sientes ?

Él le sonrió de lado. Su cara estaba tan bronceada por el tiempo que pasaron en la costa de África que la cicatriz en su labio parecía una marca de tiza. Sus ojos azules resaltaban aun más. Se había dejado crecer el cabello de un blanco como barba de maíz, aunque su cuero cabelludo aún tenía un surco en donde le rozó una bala del fusil del bandido Esciro. Si un mínimo roce de Bronce Celestial tardaba tanto en curarse, Piper se preguntó a sí misma como haría para sobrellevar la herida de Oro Imperial en su vientre.

—He estado peor —le aseguró—. Una vez, en Oregón, una dracaena57 cortó mis brazos.

Piper parpadeó confusa. Entonces, le dio un zape en el brazo.

—Cállate.

—Por un segundo te lo creíste.

Se tomaron de las manos en un cómodo silencio. Por un momento, Piper casi podía imaginarse que eran adolescentes normales, disfrutando de la compañía del otro y aprendiendo juntos a ser una pareja. Seguro, Jason y ella tuvieron un par de meses en el Campamento Mestizo, pero la guerra con Gea siempre fue algo inminente. Piper pensó como sería si no tuvieran que preocuparse por morir al menos una docena de veces al día

—Nunca te di las gracias —El semblante de Jason se tornó serio—. Allá en Ítaca, luego de haber visto el.... vestigio de mi madre, su manía... Cuando estaba herido, evitaste que me desvaneciera, Pipes. Parte de mi...

—Le falló la voz—. Parte de mi quería cerrar los ojos y dejar de luchar.

El corazón de Piper dio un vuelco. Sintió su propio pulso en sus dedos.

—Jason... Eres un luchador. Nunca te rendirías. Cuando te enfrentaste al espíritu de tu madre, ese eras siendo fuerte. No yo.

—Quizás —Su tono era seco—. No quise ponerte algo tan pesado sobre los hombros, Pipes. Es solo que...Tengo el ADN de mi madre. La parte humana de mi es todo ella. ¿Y si tomo las decisiones equivocadas? ¿Qué sucede si cometo un error que no puedo remediar cuando luchemos contra Gea? No quiero terminar como mi madre; reducido a una manía, masticando mis arrepentimientos eternamente.

Piper posó sus manos sobre las suyas. Se sintió como si estuviera de nuevo en la cubierta del Argo II, sosteniendo la granada de hielo de los Boréadas justo antes de que detonase

—Tomarás las decisiones correctas —dijo—. No sé qué ha de pasarnos, pero tú nunca terminarías como tu madre.

—¿Cómo puedes estar tan segura?

Piper estudio el tatuaje en su antebrazo. SPQR; el águila de Júpiter; doce líneas por los años que estuvo en la legión.

—Mi padre solía contarme una historia acerca de tomar decisiones... —Sacudió la cabeza—. No, olvídalo, ya sueno como el Abuelo Tom.

La Sangre del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora