LII: Jason

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Tan pronto como Gea logró levantarse, la tierra se solidificó.

Los semidioses dejaron de hundirse, aunque muchos estaban todavía enterrados hasta la cintura. Tristemente, los monstruos que parecían estar enterrados salían más rápidamente. Cargaban contra las filas griegas y romanas, aprovechando la desorganización de los semidioses.

Jason puso los brazos alrededor de la cintura de Piper. Estaba a punto de salir de ahí cuando Percy gritó:

—¡Espera! ¡Frank puede volar con el resto de nosotros hacia allá arriba! Todos podemos...

—No, hombre —dijo Jason—. Te necesitan aquí. Todavía hay un ejército que derrotar. Además, la pro-

fecía...

—Tiene razón. —Frank apretó el brazo de Percy—. Tienes que dejar que ellos hagan esto, Percy. Es como la búsqueda de Annabeth en Roma. O Hazel en las Puertas de la Muerte. Esta parte sólo puede ser de ellos.

A Percy obviamente no le gustaba, pero en ese momento una avalancha de monstruos invadió las fuerzas griegas. Annabeth le llamó:

—¡Eh! ¡Un problema por aquí!

Percy corrió a unírsele.

Frank y Hazel se volvieron hacia Jason. Ellos levantaron sus brazos en el saludo romano, luego corrieron a reagruparse con la Legión.

Jason y Piper se elevaron volando en espiral en el viento.

—Conseguí la cura —murmuró Piper como un canto—. Va a estar bien. Conseguí la cura.

Jason se dio cuenta de que ella había perdió su espada de alguna manera durante la batalla, pero dudaba que eso importara. Contra Gea, una espada no serviría de nada. Esto se trataba de la tormenta y el fuego...

y un tercer poder, el encanto de Piper, para mantenerlos juntos. El invierno pasado, Piper había frenado el poder de Gea en la Casa del Lobo, ayudando a liberar a Hera de una jaula de la tierra. Ahora, tendría un trabajo aún más grande.

Mientras ascendían, Jason juntó los vientos y las nubes a su alrededor. El cielo respondió con una velocidad aterradora. Pronto estuvieron en el ojo de un torbellino. Un rayo quemó sus ojos. Un trueno hizo sus dientes vibrar.

Directamente por encima de ellos, Festus peleaba con la diosa de la tierra. Gea seguía desintegrándose, tratando de llegar de nuevo a la tierra, pero los vientos la mantenían en alto. Festus la rociaba con llamas, que parecían forzarla a tomar una forma sólida. Mientras tanto, desde la espalda de Festus, Leo atacaba a la diosa con sus propias llamas y lanzaba insultos.

—¡Lodo Chiflado! ¡Cara sucia! ¡ESTO ES POR MI MADRE, ESPERANZAVALDEZ!

Todo su cuerpo estaba envuelto en fuego. La lluvia seguía cayendo en el aire tormentoso, pero sólo crep-itaba y se convertía en vapor a su alrededor.

Jason se acercó a ellos.

Gea se convirtió en arena blanca suelta, pero Jason llamó a un escuadrón de ventsi que se agitaron alre-dedor de ella, lo que la reducía en un capullo de viento.

Gea se defendió. Cuando no se estaba desintegrando, atacaba con ráfagas de metralla de piedra y tierra que Jason apenas desviaba. Avivar la tormenta, que contenía a Gea, mantenerse a sí mismo y a Piper en lo alto... Jason nunca había hecho nada tan difícil. Se sentía como si estuviera cubierto de pesas de plomo, tratando de nadar con sólo sus piernas mientras mantenía un coche por encima de su cabeza. Pero tenía que mantener a Gea alejada de la tierra.

La Sangre del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora