XLIII: Piper

185 12 0
                                    

PIPER miró con horror cómo el rey gigante se elevaba en todo su tamaño, casi tan alto como las columnas del templo. Su cara se veía tal cual Piper la recordaba, verde como la bilis, con una mueca torcida, con su pelo del mismo color de las algas trenzado con espadas y hachas tomadas de semidioses muertos.

Se cernió sobre los cautivos, viéndolos retorcerse. —¡Llegaron justo como usted previó, Encelado! ¡Bien hecho!

El viejo enemigo de Piper inclinó la cabeza, los huesos trenzados en su cabello se agitaban, produciendo un repiqueteo en sus rastras. —Fue simple, mi rey.

Los diseños de llamas brillaron en su armadura. Su lanza ardía con fuego púrpura.

Sólo necesitaba una mano para sostener a su cautivo. A pesar de todo el poder que Percy Jackson poseía, a pesar de todo a lo que había sobrevivido, al final el estaba indefenso contra de la fuerza pura del gigante y la inevitabilidad de la profecía.

—Yo sabía que estos dos liderarían el ataque —continuó Encelado—. Entiendo la manera en que piensan. Atenea y Poseidón... ¡eran justo como estos niños! Ambos llegaron aquí pensando en reclamar esta ciudad. ¡Su arrogancia los ha deshecho!

Sobre el rugido de la multitud, Piper apenas podía oírse a sí misma pensar, pero recordó las palabras de Encelado: estos dos liderarían el ataque. Su corazón se aceleró.

Los gigantes habían esperado a Percy y a Annabeth. No la esperaban a ella.

Por una vez, ser Piper McLean, la hija de Afrodita, a la que nadie tomaba en serio, podría jugar a su favor. Annabeth trató de decir algo, pero la giganta Periboia la sacudió por el cuello.

—¡Cállate! ¡Ninguno de tus engaños será elocuente!

La princesa sacó un cuchillo de caza, del mismo tamaño que la espada de Piper. —¡Déjame hacer los honores, Padre!

—Espera, hija —El rey dio un paso atrás—. El sacrificio debe hacerse correctamente. ¡Thoon, destructor de las Parcas, preséntate!

El gigante gris arrugado se acerco arrastrando los pies, sosteniendo un cuchillo carnicero de gran tamaño. Fijó sus ojos lechosos en Annabeth.

Percy gritó. En el otro extremo de la Acrópolis, a unos cien metros de distancia, un géiser de agua se disparó hacia el cielo.

El rey Porfirión rió. —Vas a tener que hacerlo mejor que eso, hijo de Poseidón. La tierra es demasiado poderosa aquí. Incluso tu padre no sería capaz de convocar más que un manantial salado. Pero no te preocupes. ¡El único líquido que requerimos de ti es tu sangre!

Piper escaneó el cielo con desesperación. ¿Dónde estaba el Argo II?

Thoon se arrodilló y tocó la hoja de su cuchillo reverentemente contra la tierra.

—Madre Gea... —Su voz era increíblemente profunda, sacudió las ruinas, por lo que el andamio de metal resonó bajo los pies de Piper—. En los tiempos antiguos, la sangre mezclada con tu suelo sirvió para crear vida. Ahora, deja que la sangre de estos semidioses te devuelva el favor. Te traemos al pleno despertar. ¡Te saludamos como nuestra eterna señora!

Sin pensarlo, Piper saltó del andamio. Pasó por encima de las cabezas de los cíclopes y ogros, aterrizó en el centro del patio y se abrió paso en el círculo de los gigantes. Como Thoon se elevó para utilizar su cuchilla, Piper atacó hacia arriba con su espada. Cortó la mano de Thoon en la muñeca.

El antiguo gigante gimió. El cuchillo y la mano amputada yacían en el polvo a los pies de Piper. Sintió que su disfraz de niebla se quemaba hasta que estuvo justo como Piper de nuevo, una chica en medio de un ejérci-to de gigantes, su espada de bronce dentado era como un palillo de dientes comparada con sus armas masivas.

La Sangre del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora