XXVI: Jason

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Jason vio dos opciones: Luchar o hablar.

Por lo general, cuando se enfrentaba a una espeluznante dama de 6 metros de altura con cabello de medusas, habría escogido luchar.

Pero el que llamara a Percy, hermano, lo hizo vacilar. —Percy, ¿conoces a este... individuo?

Percy negó.

—No se parece a mi mamá, así que voy a suponer que estamos relacionados por el lado divino. ¿Es usted una hija de Poseidón, señorita... eh...?

La dama pálida rastrilló sus uñas contra el disco de metal, haciendo un sonido chirriante como una ballena torturada.

—Nadie me conoce —suspiró—. ¿Por qué iba yo a suponer que mi propio hermano me reconocería? ¡Soy Cimpolea78!

Percy y Jason intercambiaron miradas.

—Así que... —dijo Percy—. Te llamaremos Cim. ¿Y usted sería una, ehh, Nereida79, entonces? ¿Diosa menor?

—¿Menor?

—¡Con lo que... —dijo Jason rápidamente—... quiere decir menor de edad! Porque, obviamente, usted es demasiado joven y hermosa.

Percy le dirigió una mirada: Excelente movimiento.

La diosa giró toda su atención a Jason. Extendió el dedo índice y trazó el contorno de él en el agua. Jason podía sentir su espíritu de aire capturado ondulando a su alrededor, como si le estuviera haciendo cosquillas.

—Jason Grace —dijo la diosa—. Hijo de Júpiter.

—Sí. Soy amigo de Percy.

Cim entrecerró los ojos. —Así que es verdad... tiempos como estos producen extraños amigos e inesperados enemigos. Los romanos nunca me adoraron. Para ellos, solo era un miedo sin nombre, un signo de la peor ira de Neptuno. ¡Nunca adoraron a Cimpolea, la diosa de las tormentas violentas marinas!

Ella giró su disco. Otro rayo de luz verde se dirigió hacia arriba batiendo el agua y haciendo que las ruinas se sacudieran.

—Uh, si —Percy dijo—. Los romanos no le tenían mucho aprecio que digamos a las flotas marítimas.

Tenían como, una barca. Que yo hundí. Hablando de tormentas violentas, estáis haciendo un trabajo de primera allá arriba.

—Gracias —dijo Cim.

—La cosa es, nuestro barco quedó atrapado en él, y como que lo está destrozando. Creo que tú no querías...

—Oh, sí, quería.

—Querías —Percy hizo una mueca—. Bueno... eso apesta. ¿Supongo que no pararías, entonces, si lo pidiéramos amablemente?

—No —La diosa estuvo de acuerdo—. Incluso ahora, el barco está a punto de hundirse. Estoy bastante impresionada que se haya mantenido así hasta ahora. Muy buena mano de obra.

Chispas volaron del brazo de Jason hasta el tornado. Pensó en Piper y el resto de la tripulación, frenéticamente tratando de mantener el barco en una pieza. Habiendo venido aquí, Percy y él habían dejado el barco indefenso. Tenían que actuar rápido.

Además, el aire de Jason se estaba poniendo rancio. No estaba seguro de si era posible usar por completo un ventis al inhalarlo, pero, si iba a tener que pelear, mejor que terminase con Cim antes de que el oxígeno se le acabase

Pero... La cosa era que luchar contra una diosa en su territorio no sería fácil. Incluso si podían derribarle no había garantía que la tormenta se detendría.

La Sangre del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora