XXXV: Leo

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Leo vió la entrada secreta inmediatamente.

—¡Oh! Es hermoso. —Dirigió la nave hacia las ruinas de Epidauro.

El Argo II realmente no estaba en una buena forma para volar, pero Leo había arreglado el control aéreo después de toda una noche de trabajo. Con el mundo acabándose mañana por la mañana, él estaba increíblemente motivado.

Él coordinó el ritmo de los remos. Inyectó agua estigia en las piezas del barco. Trató a Festus en la cabeza con su mezcla favorita; aceite de motor con salsa tabasco. Inclusive Buford la maravillosa mesa había participado, haciendo sonidos mientras que su holograma de un mini—Hedge gritaba: "DAME TREINTA LAGARTIJAS" para inspirar a la maquinaria.

Ahora, por fin, que se cernían sobre el antiguo complejo del templo del dios curandero Asclepio, donde con suerte esperaban encontrar la cura del médico y quizás un poco de ambrosia, néctar y fonzies, porque los suministros de Leo estaban agotándose.

A su lado en la proa, Percy miró hacia la barandilla. —Se ven como más escombros —notó.

Su cara estaba aún verde por su envenenamiento debajo del agua, pero al menos no estaba corriendo hacia el baño a vomitar tan seguido. Entre sus náuseas y las de Hazel, había sido imposible encontrar un baño desocupado abordo por varios días.

Annabeth señaló a una estructura con la forma de un disco de al menos cuarenta y cinco metros de largo desde su lado de la proa.

—Ahí.

Leo sonrió.

—Exactamente. Veis, la arquitecta sabe de esto.

El resto de la tripulación se reunió alrededor.

—¿Qué estamos viendo? —preguntó Frank.

—¡Ah! Señor Zhang —dijo Leo—. ¿Sabes como siempre dices: "Leo, eres el único y verdadero genio entre todos los semidioses"?

—Estoy bastante seguro de que nunca dije eso.

—Bueno, ¡Resulta que en realidad hay otros verdaderos genios! porque alguno de ellos debió haber hecho esa obra de arte que está ahí abajo.

—Es un circulo de piedra —dijo Frank—, probablemente es la base de un antiguo templo.

Piper movió su cabeza en negación.

—No, es más importante que eso. Mira las marcas y las muescas que tiene.

—Como los dientes de un piñón —Jason propuso.

—Y esos anillos concéntricos —Hazel señaló al centro de la estructura, donde las piedras formaban algo como un ojo de un toro—, el patrón me recuerda al pendiente de Pasífae: El símbolo del laberinto.

—Huh —Leo frunció el ceño—. Bueno, no había pensado en eso. Pero piensen mecánicamente. Frank, Hazel... ¿Dónde vimos círculos concéntricos como esos en el pasado?

—El laboratorio bajo Roma —dijo Frank.

—La cerradura de la puerta de Arquímedes —Hazel recalcó—. Tiene anillos dentro de anillos. Percy resopló.

—¿Me están diciendo que eso es una gran cerradura de piedra? Esto tiene, como, quince metros de diámetro.

—Leo puede tener razón —dijo Annabeth—. En los tiempos antiguos, el templo de Asclepio era como el Hospital General de Grecia. Todo el mundo venía aquí para recibir el mejor tratamiento. En la parte superior, era del tamaño de una gran ciudad, pero supuestamente la verdadera acción pasaba por debajo de la tierra. Ahí era donde el gran sacerdote tenía su súper compuesto mágico para cuidados intensivos, solo accesible por un pasadizo secreto.

La Sangre del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora