XXIX: Nico

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Dada la opción entre la muerte y el Zippy Mart de Buford, Nico hubiera tenido un momento difícil decidiendo. Al menos sabía guiarse alrededor de la Tierra de los Muertos. Además, la comida era más fresca.

—Todavía no lo entiendo. —El entrenador Hedge murmuró mientras vagaban por el pasillo central—. ¿Llamaron así a toda una ciudad por la mesa de Leo?

—Creo que la ciudad estaba aquí primero, Entrenador —dijo Nico.

—Huh —El entrenador tomó una caja de donas glaseadas—. Tal vez tengas razón. Esto parece por lo menos de hace cien años. Echo de menos aquellas farturas portuguesas.

Nico no podía pensar en Portugal sin que le dolieran sus brazos. A través de sus bíceps, las marcas de las garras del hombre lobo aún estaban hinchadas y rojas. El empleado de la tienda había preguntado a Nico si había tenido una pelea con un gato montés.

Compraron un kit de primeros auxilios, un bloc de papel (así el entrenador Hedge podría escribir más mensajes de aviones de papel a su esposa), un poco de comida chatarra y sodas (debido a que la mesa de banquete en la nueva tienda mágica de Reyna sólo proporciona alimentos sanos y agua fresca) y algunos suministros de acampar para las trampas inútiles, pero impresionantemente complicadas, del entrenador Hedge.

Nico había tenido la esperanza de encontrar algo de ropa limpia. Desde hace dos habían huido de San Juan, estaba cansado de caminar en su camisa tropical de ISLA DEL ENCANTORICO, sobre todo porque el entrenador Hedge tenía una igual.

Por desgracia, el Zippy Mart sólo tenía Camisetas con banderas confederadas y refranes cursis como KEEP CALM AND FOLLOW THE REDNECK85. Nico decidió quedarse con loros y palmeras.

Regresaron al campamento por una carretera de dos carriles bajo el sol abrasador. Esta parte de Carolina del Sur parecía consistir principalmente de campos de maleza, marcada por postes de teléfono y árboles cubiertos de enredaderas de kudzu. La ciudad de Buford era una colección de cobertizos de metal portátiles, seis o siete, que era probablemente la población de la ciudad.

Nico no era exactamente una persona a la que le gustaba el sol, pero por primera vez dio la bienvenida a la calidez. Lo hacía sentirse más sustancial, anclado al mundo mortal. Los viajes por las sombras, estaban volviéndose cada vez más y más difíciles. Incluso en plena luz del día su mano pasaba a través de objetos sólidos. Su cinturón y la espada se caían alrededor de sus tobillos, sin razón aparente. Una vez, cuando él no miraba por dónde iba, había pasado a través de un árbol.

Nico recordó algo Jason Grace le había dicho en el palacio de Notus: Tal vez es hora de que salgas de las sombras.

Si tan sólo pudiera, pensó. Por primera vez en su vida, había empezado a temer de la oscuridad, porque podría fundirse en él de forma permanente.

Nico y Hedge no tuvieron problemas para encontrar su camino de regreso al campamento. La Atenea

Partenos fue el hito más alto de kilómetros a la redonda. En su nueva red de camuflaje, que relucía plateada como un fantasma de doce metros de altura extremadamente llamativo

Al parecer, la Atenea Partenos había querido visitar un lugar con valor educativo, porque ella había aterrizado justo al lado de un marcador histórico que decía MASACRE DE BUFORD, en un área de descanso de grava en el medio de la nada.

La carpa de Reyna se ubicaba en un bosquecillo de árboles a unos treinta metros detrás de la carretera. Cerca de ahí había un montículo de piedras rectangulares; cientos de piedras apiladas en forma de una tumba de gran tamaño con un obelisco de granito de una lápida. Dispersos alrededor de ella se desvanecían coronas y ramos de flores de plástico, lo que hizo que el lugar aplastado pareciera aún más triste.

La Sangre del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora