XX: Piper

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PIPER CONOCÍA EL MIEDO, PERO ESTO ERA DIFERENTE.

Oleadas de terror se estrellaba sobre ella. Sus articulaciones se volvían de gelatina. Su corazón se negaba a latir.

Sus peores recuerdos se amontonaron en su mente: su padre atado y golpeado en el Monte Diablo. Percy y Jason luchando a muerte en Kansas, los tres ahogándose en el ninfeo en Roma, ella misma de pie sola contra Quíone y los Bóreas. Lo peor de todo, revivía su conversación con su madre sobre lo que estaba por venir.

Paralizada, vio como el gigante elevaba su mano para aplastarlos. En el último momento, saltó a un lado, derribando a Annabeth.

El mazo agrietó el suelo, salpicando la espada de Piper contra la metralla de piedra. El gigante se echó a reír.

—¡Oh, eso no fue justo! —Levantó el mazo de nuevo.

—¡Annabeth, levántate! —Piper la ayudó a ponerse de pie. Tiró de ella hacia el otro extremo de la habitación, pero Annabeth se movió lentamente, con los ojos abiertos y desenfocados.

Piper entendió el porqué. El templo estaba amplificando sus miedos personales. Piper había visto cosas horribles, pero no era nada comparado con lo que Annabeth había experimentado. Si ella estaba teniendo flashbacks65 del Tártaro, mejorados y combinados con todos sus otros malos recuerdos, su mente no sería capaz de hacerle frente. Ella podría, literalmente, volverse loca.

—Estoy aquí —prometió Piper, llenando su voz con tranquilidad—. Saldremos de esto. El gigante se echó a reír.

—¡Una hija de Afrodita dirigiendo a una niña de Atenea! Ahora lo he visto todo. ¿Cómo me derrotareis, chica? ¿Con maquillaje y consejos de moda?

Hace unos pocos meses ese comentario podrí haberle dolido, pero Piper estaba más allá de eso. El gigante avanzó pesadamente hacia ella. Afortunadamente, era lento y llevaba un mazo pesado.

—Annabeth, confía en mí —dijo Piper.

—Un... Un plan —tartamudeó—. Voy a la izquierda. Tú ve a la derecha. Si nosotras... —Annabeth, sin planes.

—¿Q...qué?

Sin planes. ¡Sólo sígueme!

El gigante blandió su mazo, pero lo esquivaron con facilidad. Piper saltó hacia adelante y lo cortó con su daga a través de la parte posterior de la rodilla del gigante. Mientras el gigante rugía de indignación, Piper jaló a Annabeth al túnel más cercano. Inmediatamente se vieron sumidas en la oscuridad total.

—¡Tontas! —El gigante rugió en algún lugar detrás de ellas—. ¡Ese es el camino equivocado!

—Mantente en movimiento —Piper se aferraba a la mano de Annabeth—. Está bien. Ven. No podía ver nada. Incluso el brillo de su espada se estaba apagado. Ella se adentró de igual manera, confiando en sus emociones. Tomando en cuenta el eco de sus pisadas, el espacio alrededor debía ser una cueva muy vasta, pero ella no podía estar segura. Ella simplemente caminaba en la dirección en la que su miedo crecía.

—Piper, es como la Casa De La Noche —dijo Annabeth—. Deberíamos cerrar nuestros ojos. —¡No! —dijo Piper—. Mantenlos abiertos. No podemos intentar ocultarnos.

La voz del gigante vino desde algún lugar frente a ellas. —Perdidas por siempre. Tragadas por la oscuridad. Annabeth se detuvo, forzando a Piper a detenerse también.

—¿Por qué nos sumergimos en esto? —preguntó Annabeth—. Estamos perdidas. ¡Hicimos lo que él quería de nosotras! Deberíamos hacer esperado un poco más de tiempo, hablar con el enemigo, haber hecho un plan. ¡Eso siempre funciona!

La Sangre del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora