XXXIII: Leo

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TÍPICO

Justo cuando Leo terminó sus modificaciones, una enorme diosa de la tormenta llegó y quitó de un golpe los ojales de su barco.

Después de su encuentro con Kimopolo-como-se-llame, el Argo II avanzó dificultosamente a través del

Egeo, demasiado dañado para volar, demasiado lento para dejar atrás a los monstruos. Pelearon contra hambrientas serpientes marinas más o menos a cada hora. Atrajeron cardúmenes de peces curiosos. En un momento se quedaron atorados en una roca, por lo que Percy y Jason tuvieron que bajarse a empujar

El sibilante sonido del motor hizo que Leo quisiera llorar. En el transcurso de tres largos días, finalmente consiguió poner el barco más o menos en marcha justo cuando llegaron al puerto en la isla de Míkonos89, lo cual probablemente significaba que era hora de que los molieran a golpes de nuevo.

Percy y Annabeth fueron a explorar por tierra, mientras que Leo se quedó en el alcázar, terminando de afinar detalles en la consola de control. Estaba tan concentrado en el cableado que no notó que el grupo de exploración estaba de vuelta hasta que Percy dijo:

—Oye, hombre. Gelato.

Instantáneamente, el día de Leo mejoró. Toda la tripulación se sentó en la cubierta del barco, sin preocuparse por primera vez en días de ninguna tormenta o ataque de monstruo, comiendo helado. Bueno, excepto por Frank, que era intolerante a la lactosa. A él le dieron una manzana.

El día era caluroso y ventoso. El mar estaba picado, pero Leo había arreglado los estabilizadores lo suficientemente bien como para que Hazel no luciera demasiado mareada.

Hacia la costa más cercana, estaba la ciudad de Míkonos; una colección de edificios de estuco blanco y techos azules, ventanas azules y puertas azules.

—Vimos esos pelícanos caminando alrededor de la ciudad —reportó Percy—. Como... sólo pasando por las tiendas, parando en los bares.

Hazel frunció el ceño. —¿Monstruos disfrazados?

—No —Annabeth dijo, riendo—. Sólo viejos pelícanos comunes. Son las mascotas del pueblo o algo así. Y además hay una sección del pueblo llamada "Pequeña Italia". Por eso es que el Gelato es tan bueno.

—Europa es confusa. —Leo sacudió la cabeza—. Primero vamos a Roma a ver las Spanish Steps90, luego a Grecia por helado italiano.

Pero no podía quejarse del helado. Comió su delicia de doble chocolate y trato de imaginar que él y sus amigos estaban simplemente descansando en unas vacaciones. Lo que le hizo desear que Calipso estuviera con él, lo cual le hizo desear que la guerra terminase y que todos vivieran... lo que le entristeció. Era 30 de Julio. Menos de cuarenta y ocho horas para el día G, cuando Gea, la princesa del lodo malvado, despertaría en toda su gloriosa cara de tierra91.

Lo extraño era que, mientras más cerca del primero de agosto estaban, más animados sus amigos actuaban. Quizás animados no era la palabra. Parecían estar preparándose para el ultimo lapso, notando que estos dos últimos días o los preparaban o los rompían del todo. No había razón para quedarse deprimido cuando enfrentabas una muerte inminente. El fin del mundo hacía que el helado supiera mucho mejor incluso.

Por supuesto, el resto de la tripulación no había estado abajo en el establo con él, hablando con la diosa de la victoria Niké los últimos tres días...

Piper dejó su cono de helado a un lado. —Así que la isla de Delos esta justo cruzando el muelle. El territorio de Artemisa y Apolo. ¿Quién va?

La Sangre del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora