Después de escuchar la sugerencia de Yuu, Mikaela se sintió bastante molesto. Había interpretado las palabras del azabache como una orden cuando lo único que el de ojos verdes había buscado era acercarse a Mika y tratar de sacar por un momento esa consciencia dormida en él.
Sin embargo, Mikaela pensaba que Yuu no era nadie para entrometerse en su vida, no tenía el derecho de decirle que dejase su vida como hasta el momento la llevaba. Aunque tampoco podía decir que evitaba hacer algo ilegal o que al final de cuentas no afectaba a nadie más, sus decisiones solo lo afectarían a él y a nadie más, a su punto de vista.
Fue así que tomó la decisión de seguir a Yuu después de meses siendo irritado por el menor, por lo que de manera disimulada, caminó a una distancia prudente detrás de Yūichirou.
Para desgracia del rubio, lo único de lo que pudo percatarse, era de que Yuu tenía dos hermanos menores, y lo sabía porque ambos lo llamaban de ese modo, era una lástima para él no poder decir que ese pedazo de moralista era padre soltero. Por otra parte, también pudo darse cuenta de que vivía en un barrio peligroso, de hecho llegó a preocuparse de que lo asaltaran en algún punto.
Ahora sabía por qué esta persona podía pelear tan bien, viendo el lugar en el que vivía, aún si lo único que hacía era defenderse de los puños de los demás, ya no le extrañaba tanto, seguramente en muchas ocasiones Yuu se encontró con malandros.
Mika se sentía derrotado por Yuu en ese momento, creía que su orgullo había sido pisoteado por alguien como él; un asocial que ni siquiera tenía buenas calificaciones.
Lo peor de todo, era que nunca había ganado en una pelea contra el azabache. No es como si este les metiera la paliza de la vida a él y sus amigos, sin embargo, no habían podido tocarle un solo pelo en todo lo que llevaban de universidad, y eso le frustraba de sobremanera.
No sabía por qué todas las malditas carreras matutinas dentro de su universidad tenían que salir al breve receso a la misma hora; odiaba eso. Odiaba ver el rostro del azabache estúpido.
Si Yuu merodeaba cerca de donde sus amigos y él estaban, nadie salía herido, y no había diversión, además sus sermones de que dejase de aparentar algo que no era, lo tenían harto.
Él hacía lo que quería con su vida, ni siquiera los maestros podrían detenerlo. Es por eso que tenía tanto enojo a Yuu, pues una de las cosas que más odiaba es que le dijeran lo que tenía qué hacer.
Algo que le provocaba desconcierto, es que las pocas veces en las que Yuu los descubrió a él y sus amigos drogándose en el patio de la escuela, nunca los acusaba. Usualmente solo les prestaba atención cuando se encontraban aplicando violencia a otros chicos.
Es decir, era extraño teniendo en cuenta que siempre estaba haciéndoles pasar momentos difíciles, lo cual era contradictorio teniendo en cuenta que nunca les acusaba de la violencia física hacia sus víctimas momentáneas.
Cuando Mika vio cómo Yuu jugaba con sus hermanos, pensó que no era tan malo como se lo había imaginado; de acuerdo, Mika sabía bien que él era una persona que se drogaba, era mentiroso, y no le importaba la escuela, pero eso no quería decir que no tuviese sentimientos; y si era sincero, le causó ternura.
Decidió dejar de espiar al azabache, retirándose del lugar. Incluso se sintió mal de haber observado dentro de la vivienda de Yuu.
Cuando se encontró en una avenida segura, revisó su cartera, y le alcanzaba para un par de tragos, así que sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia un bar cercano que Lacus le había recomendado hace un tiempo.
Poco después de caminar, frente a él se podían observar las letras llamativas del lugar.
Sanguiem.
Aún era temprano, pero tenía ganas de beber, además, Lacus mencionó que los foráneos solían asistir a Sanguiem porque era económico e incluso se estaban organizando para ir durante la noche lo más pronto posible. Al final, Mika les había ganado en ir al lugar.
Ingresó al sitio acercándose a la barra, pidió un par de tragos y al ser aún muy temprano, casi no había gente allí, así que lo atendieron rápidamente.
Usualmente cuando se encontraba estresado o triste, Mika ignoraba ese sentimiento de vacío y salía a beber, o buscaba proveedores que le proporcionaran diversión en pequeñas dosis.
—¡Otra! —exigió comenzando a sentirse alegre y risueño, hasta que vio frente a él a ese estúpido chico de sus pesadillas.
Parpadeó varias veces y se preguntó si estaba tan borracho como para verlo en la barra. Incluso se había tallado los ojos.
Pero, era real. Allí estaba Yūichirō, el chico al que más detestaba.
—¿Qué mierda haces aquí? —interrogó con el tono habitual con el que habla una persona en estado de ebriedad, dibujando en su rostro una clara mueca de fastidio.
—Trabajo aquí —dijo levantando los hombros —. ¿Qué quieres de beber?
Mikaela sacó su cartera, y dejó un par de monedas y billetes en la mesa; seguramente era más o menos lo que había consumido, según lo que leyó en la carta del bar cuando ingresó.
—Olvídalo, me largo de aquí.
Mika no deseaba pasar ni un momento junto al azabache.
Se levantó de la barra y se fue directamente a la casa de su novia.
Aquella noche planeaba pasarla con ella haciendo travesuras. Afortunadamente la mujer dormía hasta tarde y después de enviarle un mensaje para comunicarle que llegaría pronto, esta le respondió en acuerdo de ello.
Me siento extraña de editar esto después de muchos años de haber escrito esto xD espero arreglarlo mucho pq mientras leía me daba mucho cringe unu
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Realidad
FanfictionDonde Mikaela se droga, y Yuu quiere ayudarlo. Portada hecha por mi Kohai @_Fkxlu ‹3