Capítulo 5

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En cuanto los sus ojos verdes observaron a Mikaela ingresar en la universidad, este se acercó al rubio en seguida.

—Hola, Mikaela —saludó.

—Ya sé, perdí.

El azabache negó con la cabeza, siquiera había mencionado el reto perdido.

—Podrías intentarlo una vez más, ¿Sabes? Y...

—No. Tampoco quiero tu supuesta ayuda —cortó al menor, rodando los ojos. Detestaba perder, en especia si Yuu no parecía tener intención de burlarse de él.

Mikaela comenzó a caminar hacia su aula, sin mucho interés en seguir la conversación. Le dolía la cabeza por la resaca y no estaba con ánimos de pelear con el azabache.

—Mikaela, espera —Yuu caminó a su lado, lo que le hizo sentir algo extraño al mencionado. Jamás nadie se había acercado a él con todas esas buenas intenciones que Yuu albergaba y expresaba, lo que le ponía los nervios de punta.

—¿Qué quieres Yūichirō? —interrogó hastiado, aunque era solo una máscara.

—No pierdes nada con dejarme ayudarte —pidió nuevamente el de ojos verdes.

—¡Es que no hay nada en qué ayudar, Yūichirō!

El azabache siguió impasible, inmutable. Era terco y quería ayudar a Mika.

—Si me dejas al menos intentarlo...

Mika suspiró apartando la mirada vacilante, lo que no pasó desapercibido por Yuu.

—No —respondió mordiendo sus labios confundido.

—Solo un tiempo, ¿De acuerdo?

—Te he dicho no ya muchas veces, y seguirá siendo la misma respuesta.

—Ayer aceptaste —afirmó sabiendo que tenía ya una pequeña entrada.

—Hoy acepto que sin alcohol no hay fiestas divertidas, así que si me permites, adiós.

Yuu no siguió insistiendo cuando el rubio entró a su aula. El azabache lo miró unos segundos fuera de esta, y se fue a su propio salón.

~

El rubio se encontraba sentado en las afueras de Sanguiem. No quería entrar en su estado tan deprimente, y a pesar de que se sentía tan ansioso, no había buscado alternativas para curar su ánimo.

Su papá había llegado temprano a casa, y a Mika no le gustaba convivir con él para nada, así que en cuanto dijo que iba a dormir, el rubio se escapó por la ventana. De todos modos, si su padre llegaba a darse cuenta, no podría regañarlo ni decirle algo debido a que tenía que trabajar.

—¿Mikaela?

En cuanto escuchó la voz de Yuu, Mikaela dio un respingo. Había estado evitando al azabache, así que en ese momento no supo cómo reaccionar, por lo que simplemente decidió no mirarlo.

—¿Estás bien?

El rubio asintió con la cabeza, aún si sus facciones eran serias, tan serias que parecían tristes.

—Puedes contarme lo que te sucede.

Yuu se acomodó al lado del rubio, mirándolo fijamente. Aquella acción volvió a hacer sentir a Mika algo extraño en su corazón. Había olvidado lo que se sentía que alguien te obsequiara algo de gentileza.

—Podría hacerte tarde para el trabajo —murmuró sin ánimos de hablar.

—Te invito un trago si me dices lo que te sucede, ¿Qué te parece?

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