Capítulo 17

1.6K 245 51
                                    

—Creí que era obvio —rió Yūichirō un poco nervioso de aceptar ese pasado oscuro.

—¡Por supuesto que no! ¿En serio te drogabas? —pidió saber porque realmente veía a Yuu como una persona muy responsable, incluso admirable.

Yuu asintió con la cabeza, en su rostro se dibujaba una sonrisa triste, recordando ese tiempo tan duro para él y para su propia familia.

—No es que esté orgulloso, pero sí, me llegué a drogar muchas veces, y fue bastante difícil dejarlo.

Mikaela se acercó al azabache para abrazarlo, y posteriormente besar la mata de cabellos rebeldes del chico. Ahora era consciente de por qué esta persona podía entenderlo tan bien.

—¿Puedo saber la razón?

Yuu asintió abrazándose a Mikaela mientras cerraba los ojos.

—Cuando era más joven e iba a la secundaria, había un grupo de chicos que vivían por aquí y solían molestarme. Me golpeaban, me quitaban cosas, básicamente me hacían bullying —. Hizo una pausa breve, para tomar una bocanada de aire y soltarla como suspiro en un intento por canalizar sus emociones—. Entonces, me desquitaba en la escuela y yo también hacía bullying, hasta que una vez me armé de valor para pelear con esos idiotas.

Mikaela comenzó a acariciar los cabellos de su contrario, poniendo atención al relato de este, comprendiendo ahora por qué siempre defendía a víctimas inocentes de bullying.

Sabía que no era tan bueno como Yuu a la hora de escuchar a otras personas, pero si el azabache deseaba desahogarse, Mika estaba dispuesto a que lo hiciera con él.

—No les gané obviamente, eran bastantes y yo solo uno, pero por alguna razón u otra terminé metiéndome en su grupo de amigos. Yo solo acepté porque temía que me hicieran más cosas.

—Debiste hablar con alguien.

—Eran capaces de gopear a mi mamá, no tenían miedo a nada ni a nadie, además, no les importaba siquiera su futuro, así que no me atreví a hacer algo al respecto.

Mikaela frunció el ceño pensando en lo difícil que debió haber sido pasar esa temporada para su contrario sin alguien a quien poder acudir, siquiera para simplemente desahogarse.

—Terminé haciendo lo mismo que ellos hacían, como pasarme la escuela, drogarme, beber, entre otras cosas; al principio por miedo, pero después los consideré como mis amigos, aunque nunca lo fuimos realmente.

Hubo un momento de silencio. Así como Mika nunca habló de la razón por la que consumía, Yuu tampoco lo hizo.

—Se hizo un hábito todos los fines de semanas hacerlo, incluso a veces hasta más. Me metía en problemas a propósito, y siempre estaba de mal humor, me sentía tan mal, tan triste y tan desmotivado, que mi única salida era la misma a la que nosotros los adictos sucumbimos, la realidad de nuestras vidas puede llegar a ser cruel, así que muchas veces es preferible encontrarnos narcotizados, huir de nuestros propios problemas, y apenas sobrevivir... Realmente te entiendo, a ti, a Lacus, a Rene, a todos ustedes.

Los hermanos del azabache seguían cocinando, y poniendo la mesa. Estaban felices de que fueran vacaciones por lo que intentaron hacer algo más elaborado.

—Todas las noches escuchaba a mi mamá llorar y pedir que fuera como antes mientras rezaba, pero hacía oídos sordos, como si aquello no existiera.

Mika sintió cómo las manos de Yuu se aferraban a su ropa. Y comprendía que fuera difícil de habla, pues a él también se le había complicado. Era difícil sanar las heridas, e incluso sanadas, siempre quedaban cicatrices.

—Mamá comenzó a cansarse demasiado durante el día, me pedía favores que siempre rechazaba porque la culpaba de nuestra vida de mierda.

La respiración de Yuu se volvió irregular, por lo que Mika lo apretó más a sí mismo.

—A veces me sentía demasiado culpable, así que le decía que la ayudaba, y sonreía tan tierna que me decía a mí mismo que la ayudaría más seguido incluso si al final no lo hacía.

Yuu tragó saliva en un intento por no dejar fluir las lágrimas que se comenzaron a aglomerar en sus ojos.

—Mis supuestos amigos eran mayores que yo, así que cuando cumplieron la mayoría de edad, se fueron de aquí. No he sabido nada de ellos desde entonces afortunadamente. En mi último año de escuela, mamá se la pasaba en cama, y yo ignoraba saber que su salud se encontraba bastante deteriorada, porque odiaba verla así. Recuerdo que la llegué a odiar por enfermarse, y por no tener un padre que nos diera el sustento. Mi mamá tuvo una pareja, y con él a mis hermanos, pero cuando él supo que mi mamá estaba embarazada, la dejó. Odiaba todo eso, pero no hice nada para cambiarlo, aparte de que mis hermanos sufrían aún más que yo porque solía hacer llorar a mamá, pasábamos peleando día y noche, fue realmente difícil para mí controlarme.

La voz de Yuu era pesada. No quería llorar, hace muco tiempo que no lo hacía, y odiaba sentirse débil.

—Cuando mi mamá de verdad estaba mal, fue cuando comencé a dejar de evadir mis propios problemas y hacerme la víctima de todo esto. La cuidé en el hospital, también le dije a mis hermanos que fuesen a la escuela, queriendo hacerme cargo de esto, y yo, yo...

Mordió su labio inferior intentando retener sus lágrimas, tampoco quería llorar frente a Mikaela.

—Tranquilo, desahógate, cuéntame, llora, grita. Estoy contigo —murmuró sin saber qué mas podía decir, o hacer apararte de proporcionarle aquellas caricias.

Un momento breve pasó en el que Yuu intentó calmarse, para continuar con su relato.

—Ella me decía que sabía que yo tomaba y me drogaba, me pedía que lo dejara, que me hacía mal, y yo le decía que estaba bien, que no lo haría más—. Dejó salir otro suspiro, cerrando sus ojos con fuerza—. Los últimos días que pasé con ella, me seguía pidiendo que no lo hiciera, que cuidara a mis hermanos, me decía que la perdonara por ser una mala madre, por no estar con nosotros, me besaba el dorso de mis manos, me pedía perdón por tener que cuidarla, ella sabía que no sobreviría a su cáncer. No teníamos dinero, no había manera de cuidarla, así que me prometí que no volvería a consumir, y me haría cargo de mis hermanos. Su último día, ella me dijo que nos amaba, y que nos cuidaría siempre... —Yuu no pudo más, comenzó a sollozar intentando que al menos fuese en silencio; pero no pudo llevarlo a cabo porque ese era el tema que más le dolía hablar desde siempre.

Mika mecía a Yuu, intentando apaciguar su corazón triste. Nunca pensó que la vida de Yuu fuera así; no creyó que Yuu pasase por algo así.

Escucharlo le dolió demasiado, recordó a su propia madre y la época en la que era feliz. Ahora, con la llegada de Yuu, su vida de mierda era mejor que antes, e incluso se sentía feliz otra vez. Pero verlo llorar así, le dolió tanto que sus ojos también se cristalizaron.

RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora