Capítulo 4 (editado)

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Katherine


Se acerca la hora de marcharme cuando, de pronto, Belle entra a mi despacho abriendo la puerta sin siquiera tocar.

— ¡Kate! —exclama exaltada llamando mi atención.

— ¿Qué pasa?

— Ha habido un problema con la edición del programa de la reunión de mañana, los empresarios alemanes se han enterado y quieren adelantar la reunión. Han convocado una para esta tarde.

— ¿Cómo?, ¿con qué permiso y quién les ha informado de nada antes de saberlo yo?

— No lo sé, Kate. Yo me he enterado por que han aparecido aquí.

— ¿Cómo dices?

— Si, Kate, los alemanes están esperando en la sala de juntas.

No sé qué sucede. Algo había fallado, eso está claro y supongo que alguien de dentro me debe dar muchas explicaciones. No sé quién, pero no consentiré que en esta empresa haya filtraciones. D’Luca siempre ha sido una empresa hermética y no permitiré que eso cambie.

Me dirijo rápidamente a la sala de juntas y abro la puerta encontrándome con el señor Kristoff con gesto serio.

Jayden

Ya casi es la hora en la que suele venir Kate a comer. Me siento un tanto ansioso. He preparado una comida para dos en agradecimiento por todo lo que me ha dado.

Sé que es un trato, sé que lo hace en su propio beneficio, comprendo a la perfección que esto durará nada más que tres años, pero también reconozco que me equivoqué al prejuzgarla y me he sorprendido un montón al poder conocerla mejor en estos pocos días y, aunque es tentar a la suerte, creo que me está gustando lo que conozco de ella y creo que tengo posibilidades de que seamos algo más real. 

Nadie puede culparme de intentarlo, es decir, solo hay que mirarla para admirar lo hermosa que es. Solo tienes que mirarla atentamente para ver más allá de su bello exterior y con tan solo pasar una hora con ella ves qué tan increíble es.

Más allá del dinero, del exterior duro y frío, de esa coraza que lleva tan estoicamente. Y, aunque haya podido estar poco tiempo con ella, me ha bastado para poder ver eso.

Miro preocupado el reloj, hace ya una hora que Kate debería haber llegado. Son más de las tres y media y no ha llamado para informar de que no pensaba venir a comer a casa. Ahora estoy frustrado y maldigo mentalmente por no haberle pedido el número de su despacho. Llamo por segunda vez a su número privado, pero no me lo coge.

Estoy preocupado, pero no quiero ser una molestia si al final resulta que está en medio de algo de su trabajo. Pero, ¿y si ha sufrido un accidente? En seguida meneo la cabeza de un lado a otro, intentando borrar esa posibilidad de mi mente, cuando una pequeña opresión invade mi pecho.

Miro el teléfono nuevamente cargado de un sentimiento de miedo entrelazado con duda e impotencia.

Katherine

Lanzo un suspiro agotado una vez que caigo sentada en la silla de mi despacho. Me presiono ambos hombros a la vez que muevo el cuello lentamente para intentar disminuir la tensión acumulada. Tratar con los empresarios alemanes, cuando están enfurecidos por el hecho de ser informados erróneamente de un problema con sus cuentas, jamás será algo fácil de hacer. La parte buena de todo esto es que, tras varias horas rediscutiendo los términos de nuestra relación laboral y mostrando los papeles correctos —que alguien se había tomado la molestia de falsificar y hacérselo llegar a Kristoff, sin verificar antes el hecho de que yo siempre pido una copia para mí, y por tanto, los originales  los poseo yo—, hemos quedado en que a partir de ahora, los tratos se cerrarán directa y exclusivamente conmigo en persona, lo que sin duda me hará tener que viajar muchas veces más, pero que, a la larga, será muy beneficioso para ambas empresas.

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