Capítulo 9 (editado)

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Katherine

Despierto totalmente relajada, he dormido de maravilla y una sonrisa se extiende, sin poder ni querer evitarlo, por mi rostro al ver el cálido cuerpo de Jayden tumbado a mi lado.

Sus brazos me rodean sin dejar ninguna hendidura entre los cuerpos de ambos. No se sabe dónde termina él y dónde comienza mi cuerpo. Un murmullo debajo de nosotros me hace reaccionar y me acuerdo de golpe que no estamos solos en casa. Guardo silencio, a la espera de alguna indicación, alguna cosa que aclare mis dudas y, en efecto, el sonido de dos personas riéndose confirma que mis padres están despiertos, en el piso de abajo y creo que el ligero murmullo viene desde la cocina.

Me deshago del agarre de Jay con cuidado para no despertarlo, agarro el corto batín que dejé sobre la mesilla, al lado de la cama antes de acostarme, me lo pongo y me levanto con cuidado. Al levantarme, me sorprendo a mí misma, al verme reflejada en el espejo que se encuentra colgado en la pared frente a mi cama, un tremendo sonrojo se ha adueñado de la totalidad de mis mejillas. Voy rápidamente hasta mi baño con la firme intención de echarme agua helada en el rostro, se supone que Jayden y yo estamos un tiempo de novios y nos vamos a casar, es decir, que el sonrojo sobra.

Maldición. ¡Soy una estúpida! Sonrojándome como una completa novata mientras él seguramente tenga una novia por ahí. Aunque si es así y él vive en la calle, ¿por qué demonios la novia no lo ayuda? Con lo tierno, lindo y sexy que... ¡Alto! Detente ahí, Kate, esto no puede ser bueno.

Bajo las escaleras vestida con una falda de tubo gris, camisa blanca y una americana del mismo color que la falda en el brazo. Dejo la chaqueta sobre el respaldo de una silla del salón y entro a la cocina. En seguida llegan mis padres a rebozarme de besos.

— Buenos días, princesita —dice mi padre cuando me recibe.

— Buenos días, cielo —dice mi madre.

— Buenos días, mamma, papà.

— Cielo, ¿has dormido bien? —pregunta mi madre en tono suave.

— Increíble y ¿vosotros?

— Muy bien —contesta papà.

— El cuarto que siempre nos preparas es muy cómodo y decorado de una manera muy bonita —contesta esta vez mi madre—. Pásame el número de tu decoradora en cuanto puedas.

Ante eso mi padre la mira con temor, algo que provoca mi risa. Mi madre es temible cuando de reformas se trata.

— Está bien, te lo pasaré. Pero recuerda, yo tengo decorador. —A lo que mi madre arruga el gesto.

— No sé si me siento del todo cómoda sabiendo las horas que has estado sola con un hombre que decora tu casa. —Mi madre tenía un poco de prejuicio cuando de la seguridad de sus "niños" se trataba.

Siempre dice que nunca hay demasiada protección si se habla de sus pequeños. Al final he terminado aceptando que por más que crezcamos y por más éxitos que consigamos, a ojos de mis padres, sobre todo ante mamma, seguiremos siendo sus pequeños. Lo que provoca una gran ternura en mí.

— ¡¿Qué dices, mujer?! —salta mi padre—. Si para ese momento ya estaría con Jayden, ¿no es cierto? — pregunta con curiosidad mi padre, esta vez mirando en mi dirección.

Los ojos de mi madre brillan con la esperanza de conseguir algunas respuestas, ya que anoche en la fiesta, me pasé la mayor parte del tiempo evadiendo sus preguntas sobre cómo nos conocimos Jayden y yo, cuánto tiempo teníamos estando de pareja y la razón para ocultárselo a todo el mundo. Mientras la otra parte de la noche, simplemente se alejaba para darnos intimidad a Jayden y a mí.

Mis padres seguían a la espera de mi respuesta y yo debía pensar rápido. Cuando voy a abrir la boca para contestar, la entrada a la cocina de un Jayden perezoso y desnudo de cintura para arriba, me interrumpe. Miro al cielo agradecida por la interrupción.

— Buenos días... amor —le digo a Jay, quien ha dejado de restregarse la cara y me mira divertido.

— Buenos días, preciosa —se acerca a mí y lentamente acerca sus labios a los míos, pero, antes de acariciarlos, me sonríe de una manera provocativa, tanto que, si mis padres no estuvieran frente nosotros, ahora mismo me haría temblar.

Se separa de mí después de dejar un corto beso y saluda a mis padres.

— Bueno, niña —retoma mi padre la conversación— responde a mi pregunta.

Jayden


Abro los ojos esperando ver a mi lado a la preciosa mujer que me ha cautivado, pero tan solo veo el hueco vacío que ha dejado su cuerpo en la cama.

Pff —bufo un tanto molesto porque se ha marchado sin despertarme, sin hablar de lo que sucedió anoche.

Me tumbo de espaldas sobre el colchón, mirando embobado el techo y con una sonrisa boba en la cara al recordar el beso que me dio cuando pensaba que estaba dormido.

Me emociona la idea de pensar que ella pueda haber empezado a sentir esto que siento yo. Pero la cruel realidad se asienta sobre mi pecho, y es que, aunque no me guste pensar en ello, tenemos un contrato firmado y luego está el hecho de que se ha ido. Tal vez para ella tan solo sea un hombre más, un beso más.

Veo la hora que es y me levanto. Cuando estoy bajando las escaleras que llevan a la cocina, un tanto adormilado aún, escucho a los padres de Kate hablando con ella sobre nuestra relación, noto que está un tanto perdida así que decido entrar.

Veo a Kate mirar al techo antes de saludarme.

— Buenos días… amor—dice cohibida o dudosa tal vez. Nunca, desde que la conocí cuando aquel tío la tenía acorralada y luego vino a mí con esa loca oferta que al final acepté, hasta ahora, la he visto dudar. Y verlo ahora me hace pensar que tal vez yo le afecte más de lo que yo e incluso ella misma pensaba.

— Buenos días, preciosa —Me acerco a su boca y antes de dejar un pequeño beso, me aseguro de que me mire y le doy una mirada, una mirada con la que le prometo que ella será realmente mía. Le sonrío y finalmente vuelvo a probar sus labios, aunque debo separarme rápido y saludar a sus padres.

Su padre retoma la conversación que mantenían cuando entré y miro a Kate, quien me da una mirada tranquila.

— Sí, en ese momento ya estábamos juntos —contesta con una sonrisa Kate.

— ¿Por qué no dijiste nada entonces?

— Acabábamos de empezar algo, casi ni nos conocíamos y no quería que lo agobiaseis —responde con calma Kate a su madre, quien la mira un tanto escéptica—. No me mires así, mamma, sabes perfectamente por qué lo digo.

La madre de Kate baja la mirada un poco apenada, pero enseguida recompone el gesto.

— Ya te dije que lamento eso.

— Sí, mamma, lo sé, pero comprenderás mi cautela.

— Está bien.

No sabía de qué hablaban ni mucho menos qué era eso que tanto lamentaba su madre, pero hasta un ciego notaría la tensión que se ha formado en la cocina al hablar de ello.

— Bueno, y cuéntanos, chico, ¿cómo os conocisteis mi hija y tú? —pregunta su padre para calmar el tenso ambiente.

Deja una taza de café frente a mí, el cual agradezco con una sonrisa y se sienta de nuevo en la silla en la que estaba junto a su esposa.

En algún momento de la tensa conversación madre e hija se debió de levantar y ninguno lo notamos, pero ahora había una taza negra de café frente a cada uno de nosotros.

Nos conocimos en una discoteca, una noche. —Me limito a contar lo poco que habíamos acordado Kate y yo de "nuestra historia" el día anterior. Parece que por el momento se lo están creyendo. Les hablo de lo guapa y atrevida que me pareció, cuando llegó hasta la barra, en donde yo estaba, y me pidió un baile, que se convirtió en diez, le siguió una copa y al día siguiente una cena. Sus padres nos miraban encantados y con una sonrisa satisfecha en sus caras mientras yo soltaba toda esa sarta de mentiras que, muy en el fondo, deseaba que algún día fueran verdad, sobre nuestra relación.

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