Camino por el elegante salón, intentando no tropezar con la larga falda del vestido negro.
La tediosa y sosa música de jazz se escucha por todo el lugar, dándole un aspecto aún más aburrido a lo que todos los presentes se atreverían a llamar fiesta.
Estar sola, deambulando, mirando desde lejos a las personas con ropa ostentosa que ríe con comentarios frívolos... debería ser vergonzoso, es algo que bien podría causar lástima. Más cuando todos parecen estar integrados en algún grupo, conversando, o meramente escuchando, fingiendo interés. Pero, con el paso de los años, he descubierto que es más cómodo estar así.
Sola.
Si hubiera tenido la oportunidad de no venir, lo hubiera hecho. Pero, según mi padre, tengo responsabilidades. Un gran apellido conlleva importantes deberes, o eso es lo que dice.
Son deberes que no tendrían porqué estar sobre mis hombros.
Muchas personas creen que los matrimonios arreglados eran cosa del pasado. Yo era una de ellas, pero en verdad que estaba equivocada.
Mis padres son dueños de un importante grupo empresarial que opera varias empresas en el ramo comercial. Pero su imperio se ve afectado por la competencia. Que, al ser más poderosa, afecta considerablemente su influencia en el mercado.
En los últimos meses, mis padres han tenido severos problemas financieros que ponen en riesgo su patrimonio. La única manera de que sus amenazas reduzcan considerablemente, es aliarse con una corporación de gran importancia. Y esa es Hamilton Enterprises.
Mis padres han logrado establecer una buena relación con los Hamilton. Y creen que, si logran conseguir que el único de sus hijos, que aún no se ha casado, decida pedirme matrimonio, se formará una alianza con Hamilton Enterprises. Y así, su asociación podría salvarse.
Cuando me lo contaron, por supuesto que me opuse. Pero mi padre me recordó lo de siempre: un gran apellido conlleva importantes deberes.
Cae sobre mí la absoluta responsabilidad de que ellos puedan perderlo todo. O que, todo por lo que han trabajado por años, se salve.
Me detengo, y visualizo al hombre al que quieren obligarme a desposar. Debo admitir que es bastante apuesto. Es alto, resalta entre los hombres que lo rodean. Viste un smoking, pero parece tener una figura atlética, que contrasta con el notorio sobrepeso de los señores que ríen con algo que él dice. Su cabello es oscuro, igual al mío. Y lo que más llama mi atención, son esos misteriosos ojos verdes. Que parecen guardar más de un secreto.
Su nombre es Nathan. Nathan Hamilton.
Y por lo poco que he convivido con él, puedo decir que es igual a la mayoría de los hombres que se encuentran aquí. Son ambiciosos, soberbios, frívolos. Y sólo les importa el dinero.
Sigo mirándolo, pero dejo de hacerlo al sentir la mirada de alguien sobre mí.
Instintivamente, busco de quien se trata. El corazón me da un brinco al toparme con Peeta Mellark. Sus ojos se quedan fijos en mí, mientras una mujer habla con él y le toca el brazo coquetamente.
Aparto la mirada, intentando disimular.
No esta noche.
Debo olvidarme de las miradas furtivas, que dicen mucho y nada a la vez. Porque lo único que debería saber de Peeta Mellark, es que debería odiarlo, porque su familia es la principal amenaza de la mía.
Jamás hemos hablado. Pero, por alguna razón, nuestras miradas se cruzan de vez en cuando.
A veces pienso que es porque él quizá esté interesado en mí, pero estoy segura de que se debe a mi patético intento de mirarlo sin que se dé cuenta. Casi siempre termina atrapándome haciéndolo.
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Espero verte de nuevo [Everllark]
RomanceVersión [Everllark] [Los Juegos del Hambre] Él es el hombre con el que ella quiere estar, más no con quien puede estar. Muchas personas creen que los matrimonios forzados eran cosas del pasado, pero eso no es del todo cierto. En medio de un ambiente...