Katniss
Intento levantarme de la cama, pero sólo consigo sentarme en el borde del colchón. Aprieto los dientes al sentir otra fuerte patada.
La bebé no ha dejado de moverse, mucho menos de patear. Y sí que duele.
Pongo una mano en mi vientre y lo acaricio suavemente. Intentando calmarla.
-Vamos Willow -susurro, conteniendo la respiración-. Tranquilízate pequeña.
Nada, se sigue moviendo.
En estos casos, lo único que logra calmarla es la voz de Peeta. Pero él no está aquí.
Noto una punzada de dolor en el pecho al pensar en él. Me apresuro a limpiar las lágrimas que me bajan sin parar por las mejillas.
Lo extraño tanto. Tanto, que si no fuera por la pequeña que insiste en moverse sin cesar dentro de mí, ya hubiera enloquecido.
El tiempo ha transcurrido dolorosamente despacio. Cada día me pesa más, pero increíblemente ya ha pasado más de medio mes desde que lo vi por última vez.
-Yo también lo extraño -le susurro a mi bebé en la intimidad de mi habitación.
Levanto la mirada y miro la ventana.
Como todas las tardes, pienso en cómo escapar. Sin embargo, por más que pienso, sé que no podré lograrlo. No con el tamaño de mi vientre. Y porque me tienen tan vigilada, que esto parece una prisión moderna.
Mis padres y Nathan se han asegurado de quitar todos los teléfonos y computadoras de la casa, incluso pusieron unos guardias afuera para vigilarme. No me dejan salir para nada. No hay manera que consiga escapar.
La señora Miller ni siquiera se acerca a hablar conmigo, como lo hacía antes, tampoco la señora Cooper. Me da la impresión de que les han prohibido hablar conmigo, porque se limitan a preguntarme si se me ofrece algo. Nathan tampoco lo hace. Apenas y lo veo. Casi siempre está en otro lado. A veces ni siquiera llega a dormir. Pero para mí supone un alivio. Entre más lejos esté de él, mejor.
Escucho que alguien toca la puerta. Volteo.
-¿Ya estás lista? -me pregunta mi madre.
Asiento con la cabeza, e inútilmente intento alisar la falda corta del vestido rosa pastel que tengo puesto.
-Ya llegaron las invitadas -me avisa-. Baja, te están esperando.
Suspiro, y la sigo por el pasillo. Llego a las escaleras, y me agarro con fuerza el barandal mientras bajo.
Cada vez se me complica más hacerlo. Más ahora que la barriga me ha crecido tanto que apenas y consigo mirarme los pies.
Consigo bajar el último escalón y miro la decoración. Debo reconocer que las chicas hicieron un gran trabajo. Hay arreglos de globos de distintos tonos rosados por todo el piso de abajo, al igual que carteles y listones. Quedó bastante bien.
La señora Hamilton ha de estar bastante satisfecha.
Avanzo, y veo que en una de las paredes cuelga un hermoso cartel adornado con un marco de flores de diferentes colores en acuarela. Y en el centro, están las letras doradas donde se puede leer a la perfección el nombre de mi hija.
Willow.
La sala de estar está llena de mujeres que charlan animadamente entre ellas. Conozco a algunas de ellas, las demás seguro son invitadas de mi madre o de los Hamilton. Da igual, no me interesa.
Busco donde sentarme, y en el camino me encuentro con Gina. Ella me ve y sonríe. Se apresura a acercarse a mí, al igual que las chicas.
-Kat, te ves preciosa -me elogia-. El embarazo sin duda te ha sentado bastante bien. No sabes cuanto te habíamos echado de menos.
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Espero verte de nuevo [Everllark]
RomantikVersión [Everllark] [Los Juegos del Hambre] Él es el hombre con el que ella quiere estar, más no con quien puede estar. Muchas personas creen que los matrimonios forzados eran cosas del pasado, pero eso no es del todo cierto. En medio de un ambiente...