Capítulo 38

698 52 16
                                    

Peeta

Me sobo el cuello, intentando calmar el molesto dolor que no me ha dejado en paz desde que salí de la oficina. La cabeza me está matando. Que día tan agotador.

Reuniones, papeleos, discusiones... Pero al fin ha terminado. Sólo me queda llegar a casa para descansar.

Las puertas metálicas se abren. Salgo, y avanzo por el pasillo.

Lo único que puede alegrarme y hacerme sentir mejor, es verla.

Es lo único que necesito.

Le prometí que esta noche me encargaría de preparar la cena, pero estoy tan cansado que sólo puedo pensar en llegar, sentarme en el sillón y con suerte alcanzar a pedir algo de Eleven Madison Park. No creo que a Katniss le desagrade la idea.

Suspiro de alivio cuando bajo la manija y abro la puerta. No tiene seguro, nada raro, porque ella nunca cierra con seguro cuando está en casa.

-Amor -la llamo, y enciendo la luz-. Ya llegué.

No hay respuesta. Frunzo el ceño ante el inusual silencio que invade al departamento.

Dejo mis cosas en el sillón.

-¿Katniss?

Nada.

Confundido, comienzo a buscarla. La preocupación aparece.

Me apresuro a ir a la cocina, pero no hay nada. Ella no está.

Voy corriendo a la habitación, después al baño. Pero tampoco la encuentro.

Tomo el celular con manos temblorosas y marco su número. La esperanza de que ella conteste me hace no perder la cabeza.

Escucho un ruido a lo lejos. Volteo, y siento que palidezco al oírlo más claro. Es su celular. Parece estar en la sala.

No puede ser.

Con el corazón latiéndome a mil por hora, salgo del departamento y voy directo a la recepción. Bajo por el ascensor, y me dirijo al hombre detrás del mostrador.

-¿Ha visto a mi esposa? -le pregunto, sin rodeos.

Él parece aturdido con la pregunta, quizá por la brusquedad con la que lo he dicho. Niega con la cabeza.

-No, señor Mellark. Ya llevo algunas horas aquí y no la he visto. ¿Pasó algo?

Horas.

Ella lleva horas fuera del edificio.

Comienzo a temblar, y la cabeza me da vueltas al imaginar lo peor.

No le respondo, subo directo al departamento. Intento pensar qué hacer.

Vuelvo a tomar el celular y marco a la policía. Me siento en el sillón, y aprieto los dientes para evitar gritar de desesperación.

-Departamento de policía de Nueva York -dice una voz masculina-. ¿Qué se le ofrece?

-Mi esposa está desparecida -digo, con toda la serenidad posible-. No ha regresado a casa en un par de horas.

-¿Horas? ¿Cuántas aproximadamente?

Suspiro. Intento guardar la calma.

-No lo sé... -trago con dificultad-. Ella seguía aquí esta mañana.

-Mire... aún no podemos reportarla como desaparecida porque no han pasado veinticuatro horas y...

-¿Cómo que no? -alzo la voz, y me levanto-. ¿Por qué no? ¡Ella está en peligro! ¡Está embarazada!

Espero verte de nuevo [Everllark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora