Capítulo 40

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La miro mientras duerme. Sus ojitos están cerrados y parece tan cómoda y tan a gusto que mi corazón se hincha de orgullo por saber que mis brazos le brindan ese conforte.

Ella acaba de comer, algo nada fácil de lograr para ninguna de las dos por haber sido la primera vez que lo hacemos, pero una enfermera me ayudó, y lo conseguimos. Y ahora ella duerme.

La herida de la operación ha comenzado a molestarme, a dolerme, pero no pienso soltar a mi bebé por nada en el mundo. No ahora que puedo tenerla conmigo.

Los doctores han sido claros, debo quedarme en el hospital. No puedo irme, porque mi salud está en riesgo. Pero Willow si, y se la darán a algún familiar que pueda cuidar de ella, porque yo debo recuperarme del todo para seguir alimentándola y para poder atenderla. No dejarán que ella se quede, prefieren que alguien más sea quien cuide de ella. Porque yo no puedo hacerlo.

El dolor me oprime el pecho, y las lágrimas me descienden por las mejillas. Me han apartado de Peeta, y ahora a ella también la alejarán de mi lado. ¿Cómo evitaré volverme loca?

Algunas lágrimas consiguen caerle sobre su carita. Su ceño se frunce, y vuelve a abrir los ojos mientras su boquita forma un bostezo.

-Lo lamento -susurro, y la alzo lo suficiente para poder besarle la frente. Ella se deja.

Nos miramos, y le sonrío a pesar de las lágrimas.

-No dejaré que algo malo te pase -le susurro-. Lo prometo. Te lo juro con mi vida.

Ella sólo me escucha, y no deja de verme. Yo tampoco lo hago.

El momento se ve interrumpido por un toquido en la puerta. Alzo la mirada y el miedo aparece al ver a los señores Hamilton y mis padres.

-A Nathan se le atravesó una junta importante -se excusa la señora Hamilton, y entra cargando un montón de globos y regalos-. Pero prometió que vendrá lo antes posible.

Su mirada se dirige a mis brazos. Noto la emoción en sus ojos.

-Pero qué preciosa -susurra. Se acerca, al igual que su esposo, y contemplan a Willow-. Se parece tanto a Nathan...

Me horrorizo al escucharla. Ella hace el intento de tomarla, pero no lo permito. Me mira confundida.

-Está quedándose dormida -me justifico.

-Puedo arrullarla -me la quita con facilidad a pesar de que uso todas mis fuerzas para impedirlo. Y es ahora que me doy cuenta de lo débil que en realidad me encuentro.

Ambos miran a mi hija con ternura, y le susurran un montón de halagos. Mis padres ni siquiera se acercan a verla, y no puedo negar que me duele que la desprecien de esta manera.

Los cuatro se quedan un buen rato. Los padres de Nathan no sueltan a mi bebé en ningún momento, y quiero aparentar estar bien, lucir fuerte, pero las molestias y los dolores empeoran, haciéndome sentir fatal.

Siento alivio al escuchar un toquido en la puerta, y al ver que entra una enfermera.

-El tiempo de visita terminó -dice ella-. La señorita debe descansar.

-Debemos irnos cariño -le dice la señora Hamilton a mi bebé, y le besa la frente-. Pero pronto vendremos a verte, lo prometo.

Ella me entrega a Willow, y el alivio regresa a mi cuerpo. Se queda acostada sobe mi pecho, y la abrazo, sin querer soltarla nunca más.

Los cuatro se marchan, y consigo volver a respirar con tranquilidad. La enfermera me revisa la presión arterial y los signos vitales. Me pregunta si quiero que ponga a mi bebé en la cuna, pero me niego. Porque sigo sin querer soltarla.

Espero verte de nuevo [Everllark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora