Capítulo 35

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Camino por las aglomeradas calles de la ciudad, intentando encontrar la tienda que vi en línea.

Se supone que Peeta me acompañará el fin de semana, pero sé cuanto le aburre la ropa, y seguro se buscará algún tipo de excusa para no venir. Es por eso que hoy decidí salir, porque no puedo seguir posponiéndolo. Ahora que mi vientre ha crecido más, ya no me queda casi nada, y me he visto obligada a buscar ropa de maternidad.

Después de unas cuadras, encuentro la tienda, y termino saliendo una hora después con una bolsa llena de ropa.

Antes de ir a casa busco algo para comer. Paso por la Avenida Madison, y me dirijo a Five Guys para ir por una hamburguesa. Algo con lo que Peeta probablemente no estaría de acuerdo.

Paso junto a varias personas, quienes en su mayoría avanzan apresuradas.

Intento abrirme paso, pero de repente siento que alguien choca conmigo. Ninguno de los dos cae, pero la bolsa llena de ropa sí que lo hace. El hombre parece notarlo, porque se agacha para recogerla.

-Gracias -le digo cuando me la entrega. Y al alzar la mirada, me encuentro cara a cara con él.

Me quedo petrificada al reconocerlo.

Esos fríos ojos grises que nunca creí volver a ver, me miran. Parece tan sorprendido como yo, inclusive incrédulo. Me quedo completamente paralizada.

¿Qué hace aquí?

¿Cómo...

Dejo de pensar cuando su mirada baja a mi vientre. Eso es lo que me hace reaccionar. Agarro la bolsa con fuerza, me doy la vuelta y me escabullo entre las personas. Corro, mientras el pánico se apodera de cada parte de mí.

Sólo puedo pensar en una cosa.

¿Cómo me encontró?

Después de unos metros comienzo a sentirme mareada, pero no me detengo. También me cuesta respirar, pero me obligo a seguir corriendo hasta que llego al único lugar donde ahora podría sentirme a salvo.

Entro a la recepción del edificio, y espero un momento para recuperar el aliento.

Llevo una mano a mi pecho, donde el corazón me late tan deprisa, que temo que vaya a estallar. La garganta me arde, y casi no puedo respirar. Aún así, camino hacia el mostrador.

La recepcionista cuelga el teléfono y me mira extrañada. No la culpo, puedo adivinar mi aspecto: alterada, asustada, y con la cara enrojecida por tanto correr.

-¿Qué se te ofrece? -me pregunta, y no se molesta en ocultar su confusión.

-¿Puedo... ¿ver a Peeta Mellark? -consigo preguntar.

Ella frunce el ceño, y me mira cómo si aquello fuera algo imposible.

-Necesitas agendar una cita para poder verlo -dice, como no dándole importancia-. Ahora mismo está ocupado, no creo que esté disponible para recibir visitas...

-Soy su esposa -la interrumpo-. Y es urgente, necesito verlo.

Ella abre los ojos con sorpresa, y ya no parece ser la mujer engreída de hace unos instantes. Ahora luce bastante apenada, inclusive avergonzada.

--Lo lamento mucho señora Mellark -la rubia se apresura a salir del mostrador-. Puedo llevarla a su oficina si quiere.

Ella me conduce al ascensor, y subimos.

Nos quedamos en silencio, pero no puedo dejar de pensar en mi padre. En aquella última vez que lo vi, en la colera que había en su mirada...

-¿Está embarazada? -me pregunta la recepcionista.

Espero verte de nuevo [Everllark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora