Capítulo 29

883 61 28
                                    

Despierto y abro los ojos, pero el sol me da directo en la cara. Giro sobre la cama, y me relajo al escuchar el calmado sonido de las olas. Debí haber cerrado las cortinas anoche, pero estaba tan cansada que ni siquiera se me ocurrió hacerlo.

Una parte de mí me anima a ir a la playa, y quiero hacerlo, pero me quedo otro rato bajo las sábanas, porque aún estoy agotada por todo lo que sucedió ayer. Además, no tengo prisa por iniciar el día.

Cierro los ojos, y siento que estoy quedándome dormida, pero me obligo a incorporarme y sentarme sobre el colchón. Me estiro, y me levanto para ver el mar a través de la ventana.

Cada parte de mi cuerpo me pide a gritos que me quede el resto del día acostada, pero necesito comer, y sería una pena estar todo el día en casa cuando tengo la playa a unos cuantos metros de distancia.

Me voy directo a la cocina, pero por supuesto que no encuentro nada de comida. Ahora es cuando me arrepiento de no haber ido al supermercado anoche. Tendré que ir esta tarde.

Tomo mi celular y busco algo para desayunar. De repente, escucho que alguien toca la puerta, lo cual es bastante extraño. Porque, ¿quién vendría a verme?

Me acerco, y abro con desconfianza. Veo que es Johanna.

—Hola —me saluda, y sonríe—. Lamento haber llegado así, debí haberte llamado, pero vine a traerte algo para almorzar. No sé si ya comiste algo.

Si que me he levantado tarde. Ya es hora del almuerzo, y ni siquiera he desayunado.

—No te preocupes —abro más la puerta, dejándola entrar—. No debiste haberte molestado.

Nos acercamos al comedor, ella pone la bolsa de papel en la mesa, y saca un par de emparedados.

—¿Y tu bebé? —pregunto, y nos sentamos.

—Se quedó con Gale y mis padres. No me extrañará —sonríe—. Cuando está con su padre parece que no tiene ojos para nadie más.

También sonrío, y comenzamos a comer.

—No le he dicho a Peeta que te encuentras aquí —dice de repente. Parece sincera—. Tampoco lo hará Gale, así que puedes estar tranquila.

—Gracias.

Casi no hablamos, sólo comemos en silencio. Pero intento romper el hielo:

—¿Tú eres de aquí?

Ella asiente con la cabeza.

—Si, crecí aquí. Decidimos venir esta semana por el cumpleaños de mi padre. Pero mi madre aprovechó que me encuentro aquí para encargarme la renta del departamento. Y gracias a ti acabé mi trabajo.

Sonrío.

La noto menos tensa que ayer. Incluso dice:

—No debería decírtelo, pero en el departamento de abajo vive un surfista, parece tener unos veinticinco, y no le digas a Gale, pero está... —hace un gesto de satisfacción, y consigue hacerme reír—. Lo conozco, es soltero, y podría presentártelo.

—No, gracias —sonrío—. No estoy buscando pareja por ahora.

—No creo que digas lo mismo cuando te lo presente.

Espero verte de nuevo [Everllark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora