Fase I - Juicio

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Aclaración: la imagen no me pertenece, los créditos están en la parte inferior, pero estoy ciega y no los alcanzo a leer. 


Lunes 14 de agosto de 2071.

—¿Dices que no sabías?, pero él era tu amigo —objetó, cruzando los brazos en su silla de metal frente al alumno Yuuri Katsuki—. Extraño, ¿no crees?

—Éramos amigos hasta que decidió aliarse con ellos —respondió, agachando la cabeza como muestra de su inocencia y sumisión—. Yo no sé dónde está o sus razones de actuar, él sólo se ha ido.

—¿Sabes quién soy? Me imagino que sí o estarías mintiendo, pero tu expresión me dice que hablas con la verdad —comentó, suspirando. Se rendiría con ese interrogatorio que no lo conduciría al paradero del estudiante Phichit Chulanont, desertor del sistema—. Tus padres están preocupados por ti, vayan a casa.

Yuuri se reincorporó haciendo una reverencia ante el personaje que aún lo miraba y caminó tambaleándose hasta la puerta. Su cuerpo tiritaba lleno de pánico y miedo. Él no merecía estar en esa situación, era un chico normal y jamás cometería traición. No quería y no lo haría.

—¿Conociste a su líder? —preguntó, provocando que Katsuki brincara—. Es curiosidad, no necesito una respuesta.

—Yo... —balbuceó, comenzando a juguetear con sus dedos y el suéter azul de su uniforme—. Yo lo conocí.

—Mis compañeros dicen que es un muchacho y no un señor o un viejo. —Soltó una gran bocanada de aire y se recargó en su asiento—. ¿Por qué será que tengo mala suerte? Ah, ¡qué más da!

—Permiso, comandante Leroy —murmulló, aliviado de que sólo haya sido una tontería de ese hombre moreno.

El tiempo no podía detenerse, continuaba avanzando detrás de la ventana. El reloj colgado en su habitación se lo reafirmaba; un reloj común y corriente con dibujos de animales, no tan común, pero muy barato. Las manecillas giraban, formando círculos interminables y sonaban cuando completaban una hora.

El ruido que producían le molestaba. Lo obligaban a echarle un vistazo para que observara cómo seguían con su trabajo y luego volvía a la cama o a sus deberes en su habitación. ¿Por qué no lo había desechado? ¿Por qué quería guardarlo? Era el regalo de su examigo, un desertor.

Y ahí estaba, otra vez chillando al marcar las doce de la noche; un sonido perturbador.

—Phichit —llamó al viento que se filtraba en su recámara por las rendijas de los ventanales.

Viernes 18 de agosto de 2071.

—¿Por qué le perdonaste la vida? —cuestionó un joven de cabellos rubios y ojos verdosos que contemplaban sin perderse un detalle de los movimientos de su jefe.

Viktor Nikiforov, veintidós años. Encabeza la Revolución Opositora y es el encargado de coordinar los ataques. Hábil con las armas; sus balas nunca fallan. No tiene apodos, se enoja si no se dirigen a él por su nombre. Su personalidad se fragmenta; puede ser muy bondadoso o muy cruel, pero no será un cobarde. Sin pareja ni amor platónico, a excepción de sus pistolas.

—¿Por qué? —replicó, acomodado en un sillón de cuero negro mientras limpiaba uno de sus bebés—. No soy Dios para quitarle la vida a personas crédulas.

—Eres un asesino —siseó, pateando el escritorio de madera en el que Viktor recargaba sus codos—. No te atrevas a enamorarte de ése.

—Tenía linda mirada. —Esbozó una amplia sonrisa y se paró, dejando el arma que lustraba encima de una pila de papeles que debía revisar en la noche—. Tú desearías que yo te devorara de esa manera, ¿no es así?

Mortys #PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora