Fase IV - Elecciones que cambian

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Miércoles 08 de noviembre de 2071

El reloj en la muñeca derecha de Yuri marcaba exactamente las cinco de la mañana. Los primeros rayos del sol comenzaban a aparecer en el cielo despejado y los pájaros cantaban, anunciando un nuevo día. El rubio se recargó contra el muro detrás de él e inhaló, tan profundo como sus pulmones se lo permitieron.

—Vi un cargamento extraño —mencionó a través del auricular en su oído izquierdo, pero no hubo respuesta.

Una noche previa, en una de las salidas para comprar artículos, Plisetsky había visualizado el transporte de unas cajas. Lo raro de la situación era que las estaban moviendo de lugar en camionetas que Los Vigilantes manejaban y en plena vía pública. Lo normal sería que hicieran el traslado en la tarde y cerraran la avenida.

Debido a eso, Viktor había organizado una misión y a ésta sólo asistían Otabek, Yuri y él, pero el tiempo les caía encima conforme el silencio ganaba terreno. No podían quedarse afuera por más de una hora porque la UR hacía una ronda de vigilancia en los distritos y, si los encontraban, serían ejecutados.

La Unidad de Restablecimiento tenía tres reglas: uno, jamás desobedecerlos; dos, jamás mirarlos fijamente y tres, jamás enfrentarlos, menos si eras un opositor. El incumplimiento de una de las normas era equivalente a la traición. Nadie sabía con exactitud cómo diferenciarlos de Los Vigilantes, pues estaban camuflados o se hacían pasar por personas comunes.

Lo único que la gente podía concluir era: temerles o morir.

—Estoy acercándome a ti —respondió Viktor con una voz agitada, pues corría en las calles desesperadamente.

—¿Yura?

El susodicho no pudo hablar más. Un estruendoso sonido en las instalaciones de la Armería hizo que su liviano cuerpo temblara. Tragó saliva, pensando que alguien lo había descubierto, pese a estar en un área donde las cámaras no lo grababan. Entonces, suspiró y se atrevió a echar un vistazo.

La Base de Vigilancia estaba cercada con paredes altas que tenían un sistema de electricidad propio, manejado por la sede central en la casa de Yakov. Cuatro soldados custodiaban el enorme portón, el único acceso y salida, y otros se encargaban de patrullar la zona desde las torres. El terreno era peligroso, Los Desertores debían estar lo más alejados posible.

Además de contar con una increíble seguridad, el sitio era un constante punto de detonaciones y fumarolas de humo. Los soldados practicaban diariamente con cargas de explosivos y armas modificadas, y era la guarida especial de la UR. Entrar ahí significaba el suicidio.

Cuando el equipo de Viktor asaltaba los camiones con municiones y equipo, lo hacían antes de que ingresara a la Armería. Si no ejecutaban el plan o no resultaba a su favor, el jefe decidía la retirada para no poner en peligro a sus chicos. Y en ese momento, Nikiforov sabía por qué su amigo Chris era un miembro importante, así que le pedía los planos o la información a él.

—Vámonos —murmuró el de melena platinada, quien recién llegaba hasta Yuri con la respiración entrecortada y una herida en la mejilla derecha. Su traje negro de soldado tampoco se encontraba en perfectas condiciones.

—¿Qué te sucedió? —cuestionó el menor, siguiendo a su líder por el callejón para subir al carro que los esperaba a unas cuadras.

—Tuve un enfrentamiento —avisó, caminando con sumo cuidado y manteniéndose alerta de cualquier ruido—. Le disparé a uno y una bala me rozó al huir.

Mortys #PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora