Mortys #Pausada

Fase VII: Ilusión

Martes 13 de diciembre de 2071

El único beneficio que tenía al estar comprometido con Sala era el rápido acceso a la mansión Feltsman. ¿El obstáculo? Llegar a la recámara principal sin que las cámaras de seguridad lo grabaran o sin que alguien lo vigilara y descubriera. Debía ser cuidadoso si quería realmente hallar las anotaciones para la creación de la cura.

Esa noche, Yakov y Sala habían acordado reunirse con la UDR y Los Vigilantes para ajustar los últimos preparativos de la boda. El maravilloso día estaba a punto de alcanzarlo; portaría un traje gris con moño blanco, zapatos negros y una sonrisa falsa. Se alzaría como el esposo de la próxima presidenta y no habría vuelta atrás. Su destino estaba escrito y ya no podía cambiarlo, era su castigo por la traición cometida hacia los Opositores.

Suspirando, oprimió un botón en su computadora portátil que hizo correr un virus potente; eso le daría quince minutos para inmiscuirse en la habitación de Feltsman sin que las cámaras lo captaran. Se reincorporó de su silla y salió apresurado de la oficina, procurando no causar alboroto, y fingió caminar tranquilamente por el largo pasillo a su derecha que conducía a los laboratorios secretos de Celestino. Curioso o no, la casa contaba con un lugar como ése que estaba prohibido para todos.

Al llegar al final del extenso y oscuro pasadizo, divisó una puerta de metal, y se detuvo para desactivar la alarma con la contraseña que Chris le había proporcionado en casos de emergencia. Eran solo cuatro dígitos; 2041, el mismo año en el cual se instauró el Sistema de Parejas y el nuevo gobierno. El año en que la humanidad fue engañada y abarrotada por murallas altas.

Con un ligero ruido, la puerta se abrió y dejó ver unas paredes blancas con la pintura desgastada. En el centro había una cama pequeña sin sábanas ni almohadas, solo un colchón amarillo con los resortes de fuera. No tenía ventanas, baño o cortina; ni siquiera muebles o un clóset lleno de ropa. Era una habitación más de la mansión, una que nadie ocupaba, pero que seguramente escondía secretos más allá de su pobre imaginación.

—¿Por qué estarían aquí las anotaciones? —cuestionó para sí mismo mientras se escabullía en el interior. Intentaba investigar, pero el tiempo era un reloj de arena que iba en su contra y no podía frenarlo.

Según las palabras de Giacometti, Yakov debía haber guardado los documentos dentro del colchón, pero éste lucía en un deplorable estado. Nadie en su sano juicio escondería papeles muy importantes allí. No obstante, al observarlo más de cera, Yuuri se percató de que en una de las esquinas sobresalía un pedazo de metal de color azul, así que lo agarró con sumo cuidado y logró sacarlo.    

—Era una memoria portable —murmulló, esbozando una sonrisa de victoria, y se volteó para apurarse a regresar a su oficina. No debía generar sospechas de los guardias ni de los sirvientes que merodeaban en plena madrugada en la casa.

...

—¿Dónde está Saki? —preguntó Otabek, quien ingresaba al laboratorio para obtener información de su feje.

—Le enviaron unos datos y fue con Seung para que los descifrara —contestó, sentado en un banco a un lado de la camilla en donde Viktor Nikiforov estaba postrado—. No ha habido avances, sigue sin responder al tratamiento. Uno de sus pulmones colapsó hoy en la mañana.

—¿Comprendes la situación? Estamos frente a lo que tanto temíamos —articuló, parándose detrás de Plisetsky para contemplar a aquél que yacía inconsciente y conectado a un respirador artificial—. Tú estás a cargo, necesitas…

—No morirá —debatió, apretando sus párpados para evitar quebrarse en un profundo llanto. No quería aceptarlo, pero claro que lo entendía. Viktor estaba en la fase terminal de Mortys y, aunque en ese momento Saki creara la cura, la esperanza de que él se recuperara al cien por ciento era escasa y hasta nula—. Todavía puede hacerlo.