Fase V - La primera vez

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Viernes 10 de noviembre de 2071

El chirrido de la puerta al cerrar resonó, irrumpiendo el silencio de la oscura y lúgubre habitación. Unos pasos secundaron el ruidoso sonido y los zapatos comenzaron a caer en la alfombra. Dos personas avanzaban rápidamente hacia la cama, tropezando en su camino al no ver en dónde pisaban.

La camisa de uno de ellos yacía en el piso, acompañada de un cinturón negro. Los jadeos se mezclaban con las entrecortadas respiraciones, produciendo una dulce melodía. Pronto, ambos cuerpos se derrumbaron sobre el mullido colchón; uno debajo del otro. Se besaban, se abrazaban y sentían el ardor en su piel, trastocando sus sentidos.

Yuuri se separó y jaló una bocanada de aire, llenando sus pulmones con el oxígeno suficiente para recuperarse y retomar los labios contrarios. Sus manos rodeaban una espalda fornida y desnuda, mientras que sus piernas se extendían hacia los costados, permitiendo que su pareja se acomodara en el medio.

El corazón del japonés palpitaba velozmente, desenfrenado por la pasión que emergía de su ser. Se sentía extasiado, disfrutaba del sabor y la calidez que el de melena platinada le proporcionaba en un simple contacto con sus bocas. Cerró los ojos y se dejó llevar, pensando en ese tema tan urgente que iban a hablar.

¿La verdad? Había mentido sólo para atraer la atención de su jefe. Y no se arrepentía porque ahora tenía la oportunidad de sostenerlo en sus brazos, de rodearlo con suma fuerza para nunca más soltarlo. Intercambiaba sus sentimientos, estaba siendo sincero, tal como el ruso lo fue antes.

Viktor mordió el labio inferior del menor y lo estiró hacia él para terminar el beso. Entonces, empezó a desabotonar la estorbosa camisa del pelinegro para exponer su palidez. Lo desvistió y se maravilló, esbozó una sonrisa al contemplar el par de pezones endurecidos y se inclinó hasta ellos. Agarró uno con sus dientes y lo envolvió con su lengua, succionó durante unos segundos y lo liberó. Había cambiado de color.

Le gustaba cómo las tetillas de Yuuri se erizaban, tal vez por el frío o mejor aún si era por la excitación, así que replicó sus movimientos en el pezón opuesto. Cuando oyó un alarido provenir de la garganta de Katsuki, supo que era suficiente porque lo estaba lastimando y no quería hacerlo.

—¿Qué sucede, Viktor? —cuestionó, asustado porque quizá había hecho algo malo sin darse cuenta.

—Sólo deseo atesorarte, no te preocupes —respondió, trayendo calma al chico de cabellos negros—. Me ocuparé de ti.

Viktor se agachó y deslizó la punta de su lengua en el hombro izquierdo de Yuuri, quien tembló al sentir la humedad de la saliva en su piel al chuparla, pero no lo detuvo. Consintió que el peliplata continuara explorando su cuello, incluso hasta llegar a su vientre, en donde un cosquilleo le provocó que soltara un gemido.

El japonés arqueó su espalda y sujetó la cabeza de Nikiforov, tratando de contenerse. Su pene se erguía dentro de su pantalón y dolía porque no estaba siendo atendido como quería, pero la vergüenza no lo dejaba expresar sus sentimientos. No hablaría, no hasta que la sensación de presión fuera insoportable.

Sin embargo, el de mirada azulina lo sabía. Comprendía al travieso estudiante que estaba debajo de él y examinaba las expresiones en su rostro. Un sutil sonrojo coloreaba las mejillas y unos hilillos de baba escurrían en la comisura de sus labios. Agradeció poder ser digno de tan bella imagen porque la alegría hinchaba su corazón como si éste fuera a explotar de felicidad.

Sostuvo el cierre del pantalón de Yuuri y se encargó del resto de las prendas, hasta finalmente sacar la erección que palpitaba, enrojecida por la sangre que hervía en sus venas. Bueno, era como lo había imaginado; pequeño y bonito. Incluso le parecía tierno, pero era porque pertenecía al dueño de sus suspiros.

Mortys #PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora