Fase II - ¿Quién es Viktor? [Parte 2]

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Lunes 23 de octubre de 2071

La noche había caído y un hombre de cabellos platinados caminaba en la oscuridad del corredor. Cojeaba de la pierna derecha y se apoyaba de un bastón de madera que Saki le había obsequiado como premio de consolación. Vestía una sudadera en tonalidades oscuras y un pantalón de algodón azul que se ajustaba a su encantadora silueta y a sus muslos tonificados por el ejercicio.

Como acostumbraba, se detuvo a unos metros de la salida y silbó. Ésa era la señal para que el otro individuo se acercara sin temor alguno. Intercambiaron miradas llenas de decepción, angustia y enojo, finalizando en un simple asentimiento de cabeza; resignados y sin fuerzas para iniciar una discusión.

—¿Eliminaste las grabaciones? —cuestionó el de ojos azules; un intenso azul, hermoso y profundo como el mar.

—Lo hice parecer como un acto de Los Opositores, no hay rastros de que Katsuki te ayudó a escapar —informó, recargándose en la húmeda pared de atrás, con Viktor a su costado contemplando un punto en el techo—. Amenacé a los padres del niño, pero creo que ellos saben por qué lo hizo.

—Es lo que esperaba —afirmó Nikiforov, esbozando una sutil sonrisa—. Él y sus padres están en el sistema porque es lo que les enseñaron y aprendieron, no porque sigan los ideales de Yakov.

—Si no siguen los ideales, es más fácil convencerlos de que se unan a nosotros —sugirió, cruzando los brazos en su pecho—. No, tú no los meterías en esto.

—Quién sabe —canturreó, maquinando una nueva estrategia en su mente. Un plan más grande, más complejo y que reuniera a la mayoría de personas—. Aquél a quien llamas niño es... ¿Cómo decirlo? —cuestionó, agachando la vista al suelo—. Él es un chico al que podría entregarle la bandera de la libertad sin preocupación.

—Es una responsabilidad y un peso que no va a cargar a su corta edad —bufó Chris. A veces se asustaba de lo que su amigo podía llegar a pensar o a hacer con tal de alcanzar su objetivo—. Tú no puedes ir por la calle recolectando aliados para que se unan a nuestro clan. No sabes cómo reaccionarán o si querrán —dijo, sermoneando al menor porque se sentía con el derecho de regañarlo—. Sólo porque él te atrae, no significa que todos vamos a enamorarnos de ti, Vitya.

—Cállate —bramó, enfurruñado—. ¡No me llames Vitya!

—Te gustaba cuando te lo decía al oído, maldito calenturiento —rezongó, provocando que Viktor carcajeara por el segundo apodo. Ése sí que lo amaba.

—Ya, vete con tu novio —ordenó, animándolo a marcharse para no levantar sospechas.

—¿Se lo dirás?

—¿Se lo diré? —repitió, buscando en sus bolsillos un cigarro y se giró para regresar por la misma dirección de la que había provenido.

—¿Le dirás que puede irse cuando quiera o lo mantendrás aquí? —interrogó curioso. Realmente le interesaba conocer la respuesta, pero tenía miedo de escuchar palabras que no deseaba.

—Quién sabe —articuló, alargando el tono cantarino de su melodiosa voz, y llevó a sus labios el cigarrillo sin encender.

Sus pasos resonaron en el asfalto mojado por las aguas negras que se escabullían de la superficie y de las tuberías rotas. El olor allí abajo no era agradable, pero era un lugar seguro para el típico encuentro que nadie más debía presenciar. Lo que él y Giacometti conversaban se quedaba en un eco; un secreto guardado entre el par de amigos y cómplices.

Mortys #PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora