Capítulo 18: Castiel vs Dakota.

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Castiel acaba de darme las llaves de su casa, y no sabía qué demonios hacer. Vi que el silencio estaba comenzando a preocupar a Castiel. Por lo que le observé y le lancé una sonrisa enorme. Es decir, dudaba que él le diera las llaves a cualquier persona que acababa de conocer. Sabía que para él implicaba un gran paso, al igual que para mí. Llegamos a la puerta de su casa y me hizo un gesto con la cara para que pusiera la llave donde correspondía. Por un segundo rogué que se tratara de una de sus bromas, pero no lo era. Coloqué la llave y la puerta se abrió, estaba estupefacta. Debía reaccionar positivamente y rápido, pero mi cuerpo ya no me obedecía. Sentí una mano en mi hombro y no pude evitar dar un respingo. Era Castiel, ya no me observaba con una sonrisa, sino que se veía normal: serio como de costumbre. Mierda, la había cagado. Era obvio que esto sucedería, y estaba en todo su derecho de enojarse, lo entendía porque yo seguramente hubiera reaccionado igual si estuviera en su lugar. Él habló.
-niña, sé que a ti te cuesta asimilar mucho más algunas cosas, y sé que no quieres ir rápido en lo nuestro. No pienso presionarte, pero creo que si esta semana estarás en mi casa, lo mejor es que tengas tu llave. Después, si crees que es demasiada presión, puedes devolverla. No quiero hacerte sentir mal, es algo de conveniencia. ¿Está bien? Así que quita esa cara de susto y dame una sonrisa, ¿sí?-dijo Castiel dándome un beso en mi cabello. Él entró en el pasillo del edificio y me sonrió, no pude evitar soltarle una cálida sonrisa, él hacía que mi corazón se derritiera. Adoraba eso, me entendía como nadie en el mundo, sabia respetar mis decisiones y mis tiempos. No me contuve y corrí a él, lo abracé por la espalda y aquellas palabras casi se me escaparon de mis labios, ahora la que iba demasiado rápido en la relación era yo.
-te quiero.-dije. Por más que no veía nada más que una espalda inmensa, pude sentir como los músculos de Castiel se tensaban. Tuve miedo de haberla cagado, por lo que rápidamente lo solté y me quedé allí parada sin saber demasiado qué hacer. Castiel se volteó con una sonrisa en los labios y con sus mejillas sumamente sonrojadas.
-¿qué dijiste?-dijo. No estaba molesto, en absoluto. Estaba ¿feliz? No lo sabía, aún era difícil saber reconocer su lenguaje físico, pero definitivamente se encontraba alegre. Mis mejillas imitaron a las del grandullón y también se ruborizaron.
-dije que te ves increíble con tus mejillas rojas.-dije, intenté obviar lo que había dicho. Es decir, no era la primera vez que mi boca era más rápida que mi cerebro, minutos antes de que él me besara por primera vez en el granero, recuerdo que le había dicho que lo quería como a un amigo. ¿Cuál era mi problema con decirles a chicos que gustaban de mí que los quería de esa manera? Lo había hecho con Alex y luego con Castiel... Genial. Pero afortunadamente ahora tanto el pelirrojo como yo sabíamos que no se lo había dicho con esas intenciones. Ni siquiera sabía cómo había sido capaz de dar el primer paso. Ya no importaba, ahora lo que era prioridad era que Castiel sabía lo que sentía por él, a pesar de mi asustado rostro por poseer la llave, a pesar de que seguramente no reaccioné como probablemente él esperaba, a pesar de todo ello y más.
-mis oídos escucharon algo distinto...agradece que estas herida, sino te lo sacaría a cosquillas.-dijo Castiel. Solté una risilla. Cuanto antes lo admitiera, antes él dejaría de observarme así.
-está bien, lo admito. Te quiero, grandullón. Gracias por comprender que las llaves son un gran paso para mí.-dije. Él sonrió y me tomó por la cintura gentilmente, me trajo hacia él y me dio un cálido beso en los labios. Con la otra mano libre que le quedaba me acariciaba la mejilla mientras yo le hacía mimos en su cabello. Adoraba lo alto que era, pero siempre se me dificultaba para besarlo, debía ponerme en puntillas de pie o él agacharse muchísimo. Pero eso no nos importaba, nada importaba cuando estábamos juntos y aún más cuando nos besábamos. Si esto causaba un efecto de éxtasis en mi cuerpo, ¿cómo sería llegar a segunda base con él? ¡Demonios! Debería ser la gloria. No, no debía pensar en eso, no ahora. No era justo, si él no podía darme sus llaves, yo no podía pensar en eso. Además, no estaba pronta y debía ser algo mutuo. ¡Alaska! Deja de pensar en eso y disfruta del condenado beso. Pero obviamente fue muy tarde.
-¡chicos! Consigan una habitación. Hay mucha pasión oculta aquí. Oh, por cierto: felicitaciones. Hacen una muy linda pareja.-dijo Carmen. La vecina de Castiel había aparecido de uno vaya a saber dónde, pero estaba allí sonriéndonos. Obviamente él y yo nos despegamos enseguida y la observamos, yo sentía vergüenza porque nos hubiera visto así, sin embargo el pelirrojo parecía orgulloso. Le lancé una tímida sonrisa a Carmen y viendo que Castiel no hablaba, decidí hacerlo yo.
-muchas gracias, Carmen. Lamento que haya tenido que presenciar eso.-dije.
-oh descuida, el amor es algo digno de ver, especialmente en alguien como Castiel. Descuiden jóvenes, yo no diré nada.-dijo Carmen guiñándonos un ojo. Castiel sonrió y me hizo una seña para que subiéramos a su casa. Obedecí y en segundos estuvimos en la sala de estar. Vi la hora en el reloj que estaba en la cocina, a Castiel le quedaban pocos minutos para irse a su trabajo sin llegar tarde. Vi como tomaba su guitarra y se dirigía a la puerta, por lo que lo acompañé.
-Hey, puedes quedarte si quieres.-dijo Castiel.
-de hecho... ¿Podría traer unas cosas de casa? Es algo pequeño, tal vez del tamaño de una caja. Quiero traer fotografías que tengo con algunos amigos, letras de canciones y dibujos. Además me gustaría poder traerme algo de maquillaje para tapar esta mierda.-dije señalando el brazo lleno de machucones. Castiel lo observó y puso cara de dolor.
-por supuesto niña, por algo te di la llave. Además sé que eso es importante para ti y no me gustaría que lo perdieras por culpa de tu madre o algo similar. ¿Tienes algún tema bueno? Tal vez podamos usar uno para el sencillo.-dijo Castiel. Ya estábamos llegando a la puerta de salida.
-gracias, grandullón. Y creo que sí, pero son temas bastante agresivos, como siempre. ¿Quieres que te acompañe al trabajo?-pregunte. Él negó con la cabeza. Me guiñó un ojo y se dirigió en la dirección que quedaba nuestro trabajo. Puse mis manos en mis bolsillos mientras veía como él se iba. Vi el recibo médico y salí corriendo tras él. Una vez que lo alcancé, él volvió a sonreírme pero me miró algo extrañado.
-¿qué sucede?-pregunto.
-¿podrías darle esto a Geraldine? Me gustaría que supieran el motivo real por el que falto, por más que yo ya les avise. No me gustaría que me decidieran penalizar bajando el sueldo, una vez que consigo un aumento... ya sabes.-dije. Le entregué el papel a Castiel y él se lo guardó en su bolsillo.
-oh, y una cosa más. ¿Hoy llegas tarde? Creo recordar que hoy había reunión de profesores donde se ponen a tomarles exámenes a todos.-pregunté. Castiel pareció rebuscar en su mente, pero no encontró nada, por lo que me negó con el rostro.
-no, niña. Es mañana, hoy llego a la hora de siempre, a las 10:20 más o menos. ¿Por qué?-preguntó Castiel.
-ya lo verás, tal vez te espere con una sorpresa.-dije guiñándole un ojo. Él de inmediato sonrió pícaramente. Quiso besarme, pero comenzamos a ver transeúntes a nuestro alrededor por lo que tuvimos que controlarnos.
-está bien, niña. Veremos con qué me sorprendes.-dijo Castiel. Sus ojos me recordaron por un segundo al pensamiento que tuve minutos antes, fue una mirada casi sexual. Debía dejar de pensar en esas idioteces. Pensaba hacerle una deliciosa cena, seguramente la idea le gustara, o al menos eso es lo que esperaba.

Entre dos amores: temporada 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora