Capítulo 20: ¿Adiós relación?

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La luz de la mañana me despertó, abrí lentamente los ojos y me encontré con el pecho de Castiel. Sonreí, aún somnolienta, aún dormida, aun acabando de despertar, ya sabía que sería un excelente día gracias a que estaba desde el comiendo con ni novio. Me moví lentamente y miré su rostro, estaba durmiendo plácidamente. Tenía su cara a centímetros de la mía, algunos mechones de caballo caían suavemente en sus ojos y lo hacían extrañamente más atractivo. Vi que tenía una mano puesta en su nuca y la otra me rodeaba por la cintura, haciendo que me quedara cerca de él. Sentí mi rostro sumamente caliente, Castiel irradiaba un calor que no era ni normal. Parecía un jodido horno, pero no me importó. Volví a acomodar mi rostro en su pecho de forma que me quedara cómoda y a él no lo molestara. Recién allí me percaté que tenía mi mano en su estómago. La subí de inmediato hasta la altura de su pecho y me sonrojé por donde tenía mi mano. Lo peor, es que llegué a sentir que su estómago se encontraba tieso. Por lo que o hacía abdominales o tenía un fuerte dolor estomacal. Elevé mi blusa y vi mi estómago, parecía volver al color natural, ya no tenía tantos moretones como cuando me dieron patadas allí. Noté que no tenía ni un solo abdominal, de hecho la cadera comenzaba a notarse. Castiel tenía razón, debía comenzar a comer más. Vi el piercing que yacía en mi estómago, toqué con mi mano el que tenía en la nariz y me cuestioné si podría hacerme un septum. Elevé mi vista hasta Castiel y lo observé, él parecía ser un chico que saliera con una joven con un septum. Aunque en verdad no quería pensar eso, no debía ser prejuiciosa. De todas formas no era prioridad agujerearme la nariz o no.
Suspiré, me volteé a ver mi móvil y descubrí que eran casi las 10 de la mañana. Mierda, se supone que debíamos despertarnos temprano para que el tiempo nos diera bien. Me restregué los ojos y vi que tenía varios mensajes en distintas redes sociales: Nathaniel me preguntaba por qué Castiel faltó, Violeta me mostró una foto de un dibujo que había hecho, Lys me preguntó cómo me estaba yendo con Castiel, Alex me envió fotos de tonterías, tonterías que me sacaron una sonrisa. Y finalmente Rosa que me preguntaba por absolutamente todo, tenía 30 mensajes en appwhats, unos 12 en chatsnap y más en otras redes sociales. Puse mis ojos en blanco y de inmediato les respondí a todos. Noté que Iris me había escrito, mierda. Recién allí me percaté que conocería a sus padres en apenas unas horas. Demonios, mi corazón se aceleró de una forma que no era ni normal. ¡Iba a conocer a los padres de mi novio! Y no solo del pelirrojo, sino que de una amiga. Me acosté boca arriba y observé el techo, Rosa me había dado un entero para probarme y ver si me gustaba. Aunque, si íbamos a mi casa antes, seguramente podría ver si allí tenía alguna ropa más adecuada. Inclusive podría pedirle la opinión a Castiel, aunque tenía la impresión que me mandaría al cuerno.
Bostecé, me desperecé y me incorporé procurando no hacer demasiado ruido ni movimiento. Observé al pelirrojo, seguía durmiendo plácidamente. Por un segundo, me vi como una pareja que ya vivían juntos hace unos años. Sonreí, podría imaginarme fácilmente viviendo así, simplemente no quería ilusionarme demasiado: nada bueno sucedía cuando mis esperanzas eran demasiado altas. No importaba, me pasé la mano por el pelo, procurando arreglarlo y me encamine hacia el baño. Allí hice todo el aseo que debí hacer, y posteriormente me dirigí hacia la cocina, abrí la heladera y decidí preparar un desayuno para ambos. Observé las frutillas que habían quedado de la noche anterior, había unas pocas frutas, por lo que rápidamente las corté e hice una ensalada de frutas. Deseé que hubiera quedado un poco de ron, así pudiera ponerle un poco a la ensalada para comenzar un el día con algo de energías. Esperaba que eso le alcanzara a Castiel, sin embargo dudaba que eso le fuera suficiente. De todas formas podríamos comprar algo de camino hacia mi casa. Escuché un celular sonando, busqué en mis bolsillos si era el mío, pero recordé que lo dejé en la mesa de luz. No le di mayor importancia y me limité a proseguir cortando fruta, así podría dejar hecha para que en la cena tuviéramos algo dulce de postre. Sonreí, no pude evitar pensar que ya tenía a Castiel si quería darle un bocanada a algo dulce.
De pronto, unas manos se colocaron en mi cintura, sentí algo enorme detrás de mí y pude sentir como alguien me respiraba cerca del oído.
-¿De qué te ríes? Eso tiene una pinta deliciosa.-dijo Castiel. Una vez que reconocí su voz, mi cuerpo dejó de tensarse, sonreí y giré mi rostro para ver el suyo. Lo tenía tan cerca, tan cálido, tan lindo, le di un suave beso en la mejilla a la vez que me paraba de puntas de pie. Vi que Castiel se veía visiblemente cansado, era obvio, debería tener una resaca impresionante.
-De hecho, sonreía porque estaba pensando en ti. Y con respecto a la comida, me alegro, espero que te guste.-dije. Castiel se rió suavemente, se notaba que no estaba muy bien, ya que en otro momento se hubiera reído con mayor energía.
-Anda, no puedes parar de pensar en mí, ¿Cuándo vas a admitir que estás como loca por mí?-dijo Castiel. Una de sus manos se movió hasta mi cabello, donde allí me lo quitó del rostro hacia la oreja.
-No es necesario que lo admita, ya lo sabes.-dije. Le guiñé un ojo a la vez que le entregaba un tazón con la comida. Él lo aceptó y se sentó en la mesa, seguido de mí. Probó las frutas y puso cara de asco, a lo que me reí, le alcancé el azúcar.-lo siento, no me gusta comer con mucha azúcar.
-Descuida, para qué quieres azúcar si tienes a un novio que es lo mejor que hay.-me reí.-esto, ¿dormiste en el sofá?-preguntó Castiel. Me quedé unos segundos en silencio, preguntándome si debía decirle la verdad o mentir. Si le decía la verdad, seguramente le tuviera que explicar que él me reveló un secreto sumamente íntimo, que tal vez ni Lysandro lo supiera. Además, tal vez no se sintiera cómodo con el hecho de que estuviéramos abrazados al despertar. Pero, tampoco quería mentir.
-En verdad no, anoche te quedaste dormido en el sofá, por lo que como pude te llevé hasta tu cama, y tu prácticamente me rogaste que me quedara contigo. Por lo que no pude resistirme. Y me desperté hace muy poco. Lo siento si te molestó, anoche estabas muy borracho y no sabías muy bien lo que hacías.-dije. Él me sonrió dulcemente. Agradecí que no se hubiera enojado de que me haya quedado con él, pues en verdad sentía que me estaba aprovechando de su borrachera.
-Espera, ¿te di algún motivo para que te quedaras conmigo?-dijo Castiel. Trague saliva algo nerviosa. Asentí, no iba a ganar nada mintiéndole.
-me dijiste que querías que me quedara contigo porque tenías miedo a la oscuridad y a dormir solo.-vi que Castiel se sonrojó de vergüenza. Le puse una mano en la suya inmediatamente.- Tranquilo, no debes sentir vergüenza por tus miedos. Yo entiendo que hace un tiempo que Demonio es tu mejor amigo y que se hace un hábito tenerlo. Pero descuida, los miedos están para vencerlos. Además, a mí no me molesta en absoluto dormir contigo, al contrario. Y si crees que tienes miedos ridículos, no lo creas, tengo 18 años y sigo temiéndole a las tormentas y tengo muchísimo vértigo. Todos tenemos miedo a algo, y el hecho de que a mucha gente le hagas creer que eres un chico rudo, no significa que no tengas miedos. Así que calma, está todo más que bien.-dije. Castiel elevó su vista hasta mis ojos, me sonrió con timidez. De pronto no parecía un adulto, parecía un niño tímido. Le devolví la sonrisa y descubrí que era la primera vez que hablaba de mi temor a las tormentas con alguien que no fuera Alexy.
-Gracias, niña. Eres la mejor.-dijo Castiel. Sus mejillas aún seguían sonrojadas y vi que no iban a volver a su estado natural por sus propios medios, por lo que decidí cambiar de tema.
-Solo piensa que en unas horas Demonio estará correteando por la casa nuevamente.-dije. Castiel sonrió, ese perro parecía darle vida a cualquier persona, en especial a su dueño.-y también en unas horas conoceré a tus padres. ¿Hay algo que no debo decir? ¿Les hablo de usted? ¿Me dirijo a ellos por tu? No tienes una idea de lo nerviosa que estoy.-dije. Él se rio con euforia, había vuelto a ser el mismo.
-Sé tú misma. Pero primero hay que ir a tu casa a sacar fotos a lo que sea que quieras vender. Recuerda que no disponemos de mucho tiempo ya que tus padres pueden llevarse tus pertenencias y allí sí será un problema. Oh, me olvidé de decirte, conseguí una sorpresa con respecto a ello, pero deberás esperar hasta estar en tu casa.-dijo Castiel. Se le veía una sonrisa radiante, algo tramaba. Lo odié por unos instantes, él sabía perfectamente que yo sufría de ansias. Suspiré y lo observé con una sonrisa.
-Eres cruel, sabes que soy ansiosa. Dame aunque sea una pista.-dije. Él sonrió, sabía que podía manipularme con ello, y no era una buena idea darle ese tipo de información.
-primero lo primero, traeme la crema para tu espalda, debes ponértela. ¿Sigues muy dolorida?-preguntó Castiel. Me incorporé y le traje la crema mientras le negaba con la cabeza. Castiel se animó al saber que me encontraba algo mejor, me tomó de la cintura con cuidado y me hizo un gesto para que me sentara en sus piernas. Con algo de timidez, accedí y me elevé la blusa, exponiendo mi espalda. Observé el rostro del pelirrojo, y a juzgar por sus expresiones faciales supuse que aún tenía marcas en mi espalda. De inmediato, sentí como el ungüento frio tocaba mi piel y como mi cuerpo reaccionaba ante el brusco cambio de temperatura. Pero rápidamente me olvidé de ello ya que comencé a sentir las cálidas manos de Castiel por todo mi dorso, solo su tacto bastaba para hacerme olvidar de todo. Giré mi cabeza por encima de mi rostro y le sonreí pícaramente a mi novio, el cual me respondió con una mirada aún más picara. Oh no, por favor que se detuviera porque no me iba a contener por mucho tiempo más. Él pareció notarlo y de inmediato me informó que ya no hacía falta más pomada. Me incorporé rápidamente de su falda y me coloque la blusa en su correspondiente lugar.
-Bueno, creo que pronto al menos tu piel estará bien. Voy a juntar todo esto y si quieres, vamos a tu casa a hacer todo lo que debemos hacer.-dijo Castiel. Asentí, lo ayudé a juntar la mesa y rápidamente nos aprontamos para salir. Mientras caminábamos hacia mi casa, fuimos hablando de tonterías, riéndonos y saludando a un par de fanáticos que nos hablaron en la calle. Me resultaba extraño caminar con él, lo había hecho miles de veces, pero ahora sabía la verdad y tenía miedo que alguien sacara una conclusión precipitada. De todas formas, no me importaba.
-Hey, ¿recuerdas que Ámber me tendió una trampa hace varios días? Aún debemos vengarnos. Recuerdo que me dijiste que la mejor venganza era besarnos frente a ella, pero si lo hacemos, seguramente ella le diga a todos.-dije.
-Y lo haremos, nadie le va a creer a Ámber. Descuida.-dijo Castiel. Fruncí el entrecejo y seguí caminando en silencio hasta que finalmente nos encontramos enfrente a mi casa. Observamos por unos cuantos minutos si había algún movimiento, luz o algo pero no parecía haber nadie. Por lo que Castiel fue, tocó timbre y se escondió detrás de un arbusto en el que yo estaba. Noté que estaba mirando el árbol junto a mi balcón, donde hacía muy poco tiempo me había caído y provocado este dolor en la espalda. Me observó y noté que me estaba regañando con la mirada.
-¿eres consciente que perfectamente podrías haberte matado desde esa altura? ¿Sabrías que a mí me daría un puto ataque de vaya uno saber qué si me entero que te pasó algo?-dijo Castiel. Iba a hablar, pero él no me dejó.-no, no hables. Sé que fue tu última opción, pero por estas cosas haces que yo pase nervioso e intentando cuidarte. Sabes que te adoro, niña. Debes cuidarte, por mí. ¿Sí?-preguntó Castiel. Le sonreí dulcemente.
-lo entiendo. Sé que quieres lo mejor para mí, y creeme, si a ti te sucediera lo mismo estaría histérica. Pero todo está bien.-dije. Escuché como Castiel soltaba un suspiro y ponía sus ojos en blanco. Nos quedamos unos minutos más esperando en búsqueda de algún movimiento, pero no detectamos nada. Por lo que le hice una seña de que entráramos. Saqué las llaves y rápidamente las coloqué en la puerta, estaba tan nerviosa que mis manos temblaban. Sentía que me encontraba irrumpiendo en una casa ajena, cuando en verdad seguía siendo también mía. Castiel notó ese miedo y me puso su mano en mi hombro, lo que agradecí bastante. Me calme y en segundos abrí la puerta, dejé que el pelirrojo pasara primero, y antes de entrar observé hacia ambos lados en búsqueda de alguien sospechoso, las sombras, Debrah, Ámber... Quien sea. Pero afortunadamente no vi a nadie, por lo que entré.
Apenas pasé el umbral de la puerta, vi a Castiel sentado en uno de los sofás.
-y bien, ¿dónde empezamos?-preguntó.
-arriba, en mi habitación.-dije. Le señalé hacia donde era y descubrí que él ya sabía la dirección. Subió la escalera rápidamente y vi que estaba fijándose en los cuartos adyacentes si había alguien pero con el pulgar me indicó que no había nadie. Lo vi entrar a mi habitación.
-Sabes, por un momento pensé que era policía y que tú eras mi compañero.-dije. Me reí mientras me lo imaginaba como policía, ese juego de señas que había hecho me dio gracia. Apenas pasé a mi habitación, me encontré con Castiel acostado en mi cama. Lo observé con una sonrisa algo pícara, recordé que hace cuatro meses él se había quedado a dormir aquí.
-cuantos recuerdos, ¿no?-dijo Castiel. Sonreí y sentí mis mejillas ardiendo. Me sentí alegre a que él también recordara ese momento en el que me quede dormida junto a él mientras veíamos una película.
-no puedo creer que ya hayan pasado cuatro meses de aquella noche. Recuerdo que fue la primera vez que te escuché tocar con la banda, y debo decir que me enamoré de la forma en que tus manos se conectaban con el instrumento.-dije. Él me sonrió y se sentó en la cama.
-y yo aluciné la primera vez que te escuché cantar. No daba crédito a que una niña tan plana pudiera cantar tan hermoso.-dijo Castiel. Le mostré el dedo del medio a la vez que hablé.
-eso no era lo que decías anoche.-dije. Me burle de él, pero Castiel se incorporó y me tomó de la cintura a la vez que me atraía hacia él. Se sentó en mi cama y yo me caí encima de él. Lo observé y aproveche que tenía su rostro cerca del mío para estamparle un beso. Castiel me lo devolvió y me abrazó por la cintura, teniendo precaución de no ser demasiado brusco con mi espalda y estómago. Cerré los ojos y sentí como él sonreía a la vez que me besaba.
Poco a poco, Castiel se deslizó hasta estar completamente acostado y yo encima de él. Mis manos se deslizaron hacia su cabello en el cual lo acaricié hasta que sentí las manos de mi novio deslizándose hasta mis glúteos.
-tienes una devoción por esa zona, ¿verdad?-dije. Me separé de sus labios y me reí. Observé las mejillas de Castiel sonrojándose sutilmente.
-dejame ser feliz con lo poco que tienes.-dijo Castiel. Le golpeé en el brazo suavemente mientras él se reía.
-eres un tonto.-dije. Me incorporé haciéndome la ofendida, Castiel me tomó de la cintura una vez más y me acercó hacia él. Simplemente se limitó a observarme.-ya te vas a arrepentir de decir eso cuando vayamos a la piscina de casa y me veas en bikini.
-será algo así como tocar esto.-dijo. Vi su mano y noté que estaba acariciando a la pared. ¿Acaso estaba insinuando que era tan plana como una pared? Lo miré sumamente enojada y él se comenzó a reír con fuerza.
-si te sirve de algo, nunca me llamaron la atención las chicas mucho busto. De hecho, por lo que pude husmear anoche tienes la medida justa, ni mucho ni poco.-dijo Castiel. Lo observé y ahora fue mi turno de reírme.
-eres una caja de sorpresas. Nunca nadie me había dicho algo tan romántico.-dije. Castiel también se rió y pude ver como de pronto se quedó en silencio, simplemente mirándome.- ¿qué sucede?
-nada, observaba lo maravillosa que eres. Si le hacia esa broma a otra chica seguramente me hubiera dado una bofetada. Tú en cambio sabes aceptar tu cuerpo tal y como es, eso es algo sumamente atractivo. Y además, por más que tu risa es exageradamente ruidosa, me encanta.-dujo Castiel. Me hizo una caricia en la mejilla, a lo que no pude contenerme de darle un beso en la mejilla.
-eres un cielo. No sé cómo pude hacer para que gustaras de mi.-dije. Castiel iba a hablar pero me besó, lenta pero poderosamente. Sonreí involuntariamente entre beso y beso, y esta vez fui yo quien lo rodeó con mis brazos. Ahora pude sentir las manos del pelirrojo haciéndome caricias en las mejillas, hacía movimientos circulares con los pulgares.
-eres una adicción.-dije. Mi voz salió como un susurro.
-y tú la mía.-dijo Castiel.

Entre dos amores: temporada 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora