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Kakuzu caminaba diariamente evadiendo preguntas de todos acerca de Hidan, lo odiaba tanto que se molestaba con el mismo por amarlo en demasía. Sus días se volvieron oscuros por el dolor causado, no había dolido más que la muerte de su madre, pero si había dolido más de la masacre que tenía encima.

La mañana estaba fría y el estaba parado con varios hombres más mirando el lago de peces de varios colores. Eso le calmaba, ver como salían de su escondite para pasar a otros, tratando de ser desapercibidos. Los humanos actuaban así, nos escondemos cuando sentimos el peligro que no manejamos y buscamos soluciones con gran rapidez.

- Oyabun ya estamos listos - un hombre, casi adulto hacia reverencia para el gran señor que acababa su habano y con gesto sereno siguió el camino que sus pies le decían seguir.

Tendría una reunión con la gente del sur y otros más, no sería nada importante hasta donde habian dicho en la carta enviada, el problema es que alli estaria Mikan su ex-romance y la verdad es que no quería ni estar cerca de él.

Siempre era una pelea, una discusión, una mentira, su verdadera personalidad por culpa de ese insensato chico.

El camino para salir de las casa tradicional era largo, pero todo se acortó distancias que nunca vio, como si el paso del tiempo fuera rápido y no se detuviera a pensar las cosas con calma.

Si, asi como hizo él con Hidan, no le dió tiempo de explicar, ni que le dijera que había pasado con ese policía. Solo lo rechazó, humillo de la peor manera y le desecho. Se sentía mal, claro que sí, pero la culpa de saber cómo estaba lo consumía.

Semanas antes lo había visto mal, con orejas grandes, los mareos y vómitos. Habían hablado mucho pero Hidan decía que todo iría bien, no pensó en nada de eso, Hidan no estaba bien era obvio, y ahora no sabía si comía bien, si había hecho exámenes para saber que no tendría nada.

La culpa le estaba mordiendo el cerebro

- Jefe hemos llegado - uno de los jovenes abrio la puerta dejando el lado para Kakuzu- Dicen que ya todos estan adentró, solo usted jefe y se comienza

- Gracias- respondió poniendo su saco negro y caminando- Itachi ven aquí

- Si Kakuzu

- Tú entraras conmigo - le dijo, no es que fuera necesario pero si queria entrar con él, le daba avances sobre muchas cosas para que cuando faltara en casa Itachi supiera que hacer igual que él

- Pero...

- Conmigo no hay peros Itachi- respondió.

El frío se lo comia enterito, faltaban dos cuartos para entrar al hospital, tomaba chocolate para calmar su momento con el clima, caminaba por las calles con cuidado, su rutina diaria había vuelto no se arrepentía estaba bien así

Su apartamento no quedaba a casi seis cuadras del hospital y eso era una gran ventaja. Días antes lloraba en desolación acordándose se Kakuzu, él le había hecho hoyos en el corazón y era imposible llenarlos con otro, no busco a nadie para taparlo, siguió con su trabajo, dándole a los mareos y vómitos y muchos dolores de cabeza.

En cuanto entro miro a todos moverse con gran velocidad y destreza era algo a lo que estaba acostumbrado. Dejó su ficha del dia y fue a su consultoría puso su bata limpia y un lápiz en su pecho viendo la lista de pacientes y comenzando su ajetreado día.

A eso de la tarde mientras tomaba su almuerzo con los demás en el restaurante, comía verduras y pechuga asada con poco arroz y jugo natural, todos voltearon a ver cuando la puerta fue abruptamente abierta por un pelinegro quien corrió a todo lado hasta golpear la mesa donde Hidan tomaba su comida

♦ Tu Dueño♦ {Mpreg}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora