1. El inicio de todo.

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No solo era el hecho de que estuviera allí mirándose al espejo y conteniendo su respiración para no asfixiarse, sentía miedo y sudaba como noche de carnaval. Estaba que huía y ni siquiera había comenzado, caminó unos pasos a su derecha y tomo papel con cuidado lo paso por su frente y lo tiro al botecito que estaba por ahí, a su izquierda estaba la puerta camino hasta esta y puso la mano en las perillas, lento la abrió y se mezcló entré la multitud, lo que vendría ahora acabaría o mejoraría su vida.

Desde una distancia lo miro, Sonreí por lo bajo, tratando de que todo estuviera bien, se miraron por un momento, los púrpuras no querían dejar los verdes resaltantes pero con intensidad los dejó y siguió mezclándose.

Lo miro acercársele y sonrió todo iba de acuerdo al plan.

- Espera - le tomo la mano, era tibia y la suavidad de sus habla le relajó un momento.

- Si señor Kakuzu - penetrando sus miradas sonrió - ¿puedo ayudarle?

-Sí, quieres hablar - le guio a un lugar más privado para hablar tranquilos, salieron y se ubicaron por la fuente azul, que daba ese toque mágico - ¿Cómo te llamas?

- Hidan - respondió, no lo miraba a sus ojos debía estar en la jugada.

- Mírame por favor - llevo su mano al rostro ajeno y lo obligó a mirarlo - eres hermoso.

- Gracias - desde allí se podía escuchar la melodía del violín como instrumento principal y el resto de la orquesta pequeña.

- Baila conmigo - tomo sus manos y unió su cuerpo al otro, por instinto Hidan llevo su cabeza hasta el hombro ajeno y estuvieron al compás de la música, sintiendo sus corazones y disfrutando del momento.

Al terminar los dos se dispusieron a tomar unas copas y disfrutar el momento.

- Jefe ya está el auto - un castaño le aviso y espero la señal para que desapareciera, cuando la recibió así lo hizo.

-¿Quieres ir conmigo?

- No gracias, nos vemos luego señor Kakuzu.

- No me llames señor me harás sentir viejo, somos casi de la misma edad.

- Lo siento- sus miradas chocaron, y el moreno acerco al otro a su cuerpo respirando ese mismo aire caliente y sintiendo sus perfectos olores en ellas, por un momento pudieron rozar sus labios mas no llegaron a profundizar como era debido. - que tenga buenas noches.

- Lo mismo - de allí no se vieron más durante esa noche, pero pudo hacer su cometido dejar el micrófono en perfecto lugar.

Se sacó la corbata con gran enojo y caminó a su pequeño auto, la noche para él había terminado con otra de sus misiones cumplidas, el solo se encargaba de meter micrófonos que los de la comisaría o la estación de policías podía manejar a su antojo una vez puesto en alguien.

En su vida diaria era un civil, como cualquiera otro, trabajaba en un hospital de la zona ayudando a los que llegaban pidiendo otra oportunidad para sus vidas. No era policía como su difunta madre hubiese querido, o un gran doctor neuronal como su padre, el solo era un enfermero y ayudaba rara vez a los amigos de su madre. Se estaba preguntando algo desde la última vez que ayudo atrapar a un mafioso que había hecho ya mucho daño, su pregunta era ¿porque los ayudo?

Supuestamente para dejar en alto el nombre de su madre y ver que él tenía también la cualidad de ella, pero la verdad es que odiaba eso, le daba miedo ofrecer su vida al diablo cada vez que los ayudaba a conseguir lo que querían.

Salió de la ducha cansado y se lanzó a su cama luego de haberse secado, tomo su sueño uno que duraría 5 horas.

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♦ Tu Dueño♦ {Mpreg}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora