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Para cuando Hidan y sus hijos, bien organizados salieron de casa, Hidan abrazado a su elegante marido que llevaba aquel traje de gala muy serio pero rebelde por la tela más alicrada en sus saco y pantalones, mientras él iba con un pantalón pegado a sus piernas y la blusa abierta en toda la espalda, y en ella decorada a la perfección la mano de su marido, entonces él creyó que iban a una cena, algo personal y para nada ostentoso. Celebrarían su cumpleaños número cuarenta y tantos. Todo sutilmente organizado. El no preparo nada, Kakuzu le dijo que ya tenía el lugar y que estarían bien y sin novedades. 

Vaya sorpresa se llevó cuando el lugar donde paró el auto, tenía una corta alfombra roja, se veían guardias e iban algunas mujeres casi modelando de la mano de hombres, donceles con porte bastante elegante moviendo sus caderas de lado a lado, Hidan quiso volverse bolita y tirarse a la frente de Kakuzu para ponerle un chichón que se merecía.

- No puedo creer que me hayas mentido - atino a decir, con voz bastante molesta mientras caminaba por la alfombra y delante de ellos sus dos hijos, al parecer bastante emocionados - y lo peor es que los trajiste a ellos.

Kakuzu se lo merecía, él lo sabía muy bien pero qué hacer cuando sabía que si decia a donde irían recibiría un  rotundo - NO - de aquellos labios que devoraba día a día, no es que Hidan le prohibiera ir a sus juntas, hacer sus negocios "raros" como el menor los llamaba e incluso cuando mujeres se le pegaban de forma sexualmente que este rechazaba con fina elegancia, su querido doctor no protestaba sino que le daba un buen masaje se bañaban juntos y jugueteaban intentando hacer bebes que aun no tenía... Y ambos sabían porque, estaban muy ocupados asi que solo jugaban con palabritas. 

Pensaba que todo aquello ya había sido aceptado por su pareja, lo único que no le gustaba que hiciera, era la trata de blanca, odiaba eso. Y aunque en un principio tuvo muchas juntas con su mano derecha y varios hombres más al final decidió salir de ese negocio. Las cantidades ganadas allí eran buenas pero su Hidan nunca le pidio nada que se tratara de ese trabajo y aunque sus inversiones bajaron lo hizo, aunque desde el primer momento que se lo propuso lo estuvo pensando, y ahora la trata de blanca era algo que no tenía su nombre ni su firma, solo de oídos escuchaba. 

Por eso sonrió forzado, tomando su castigo - Nos la pasaremos bien - prometió - aun es temprano

- Si, temprano las 11:00 pm - suspiro unas cuantas veces y luego se tranquilizo, miró a su marido - vamos hacer que esto funcione, no quiero verme envuelto en una discusión el dia de tus cumpleaños.

- Por eso te amo, lo sabes.

- No me chantajees en casa arreglamos esto - sus hijos adelante solo miraron de reojo, ninguno de los tres se escapaba de algo que hicieran, pues todo lo que hacían ellos, estaba en la oreja de su madre para la noche, y pocos secretos que tenían eran como cosas de privacidad alguna. 

Aquel lugar por dentro era sumamente hermoso, no se podía quejar, la luz tenue de la enorme habitación, algunos lugares con la luz dorada mientras otros más profundo tenían un violeta o un rojo sutil, brillante, en esos lugares habían mesas redondas y en ellas hombres apostando mientras fumaban con elegancia, siendo vigilados por dos o tres hombres vestidos de negro completamente.

Para aquellas personas una reunion asi era importante, allí se podría tratar de temas como compras de armas, trata de blanca, prostitución, empresas que querían unirse o mirar lo que aquellos le convenía, además de extorsiones y cosas de políticos que claro a él no le importaban al menos no a Hidan que saludaba aquellos que conocía. 

- Buenas noches señores - aquel hombre era conocido por ser un gran negociante, además del lavado de dinero que muchos le dejaban el cargo, era de mucha confianza y no se escuchaba quejas algunas. Sus empresas eran tan buenas en aquello que incluso la policía dudaba. 

♦ Tu Dueño♦ {Mpreg}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora