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Hace tan solo dos segundos se llenó de miedo, de ira y frustración por lo que había dicho. Aquel hombre no era del que él se habia enamorado, como serlo si sus palabras salían como lava, se alejó unos pasos y le dio la espalda. Queriendo regresar por el mismo lugar por donde había llegado, sus pies se movieron con torpeza hacia adelante poco pudo llegar a dar tres cuando lo sostuvieron fuerte de sus brazos y tiro para atrás con fuerzo, su espalda en el pecho de Kakuzu mientras torturaba su mente con palabras de las cuales sus piernas tiritaban de miedo

Quiso soltarse como pudo, deseoso de buscar una salida entre lágrimas, el moreno lo soltó con mucho rabia, como pensaba antes aquello no era cortarse un simple dedo, representa lealtad, lealtad a la yakuza, a la familia,  al Oyabun. Pero más que todo lealtad a su pareja. Todo eso le molestaba porque había sido engañado así, cuando daba su corazón a flor para que buscaran en él pero terminaba dañado esa parte.

Estaba molesto con él peli plateado que si era necesario llegaría a extremos para que entendiera.

- ¡¡No Kakuzu, espera!! - grito lloroso, protegiendo su vientre - ¡¡estas siendo un bruto ciego!!- dio un paso hacia atrás.

- Si mal no recuerdo, el ciego fueiste tu al dejarte descubrir no, señor policia - pincho su hombro varias veces

- Para, me esta doliendo - sus dos manos fueron a su vientre, tumbandose en ese momento del dolor. - Llévame a casa

- ¡¡No!! - gritó con furia, asustando más al que apenas podía mantenerse estable.

En ese momento las cantidades de palabras que el moreno decía quedaban planteadas en su cabeza, haciéndose ovillo tocando su vientre sentía lo peor que un hombre encinta le pudiera pasar, no quería imaginar que los perdería, estaba en riesgo de perderlos y no necesitaba estrés de parte de nadie.

Quería irse, era lo mejor. Así vivirían mas, asi crecerían hasta volverse personas de bien. Hombrecitos, si, quería que fueran hombrecitos amaría vestirlos como él lo hacía. Les llevaría hasta donde su abuelo y él les pondria uniformes de bebé doctor. Serían su mayor orgullo.

- Que tienes Hidan - preocupado lo miraba

Quiso tocarlo pero Hidan se lo impidió, llorando más fuerte, sus pantalones comenzaban a mojarse y el terror en sus huesos se hacía latente, todo las emociones encontradas le hacían más.

Comenzaba a suspirar menos, cerrando sus ojos por segundos su cuerpo quedara inconsciente en menos de lo esperado.

- Mis bebés - tocó los pies de Kakuzu, sujetándolo con fuerza jalando de él - mis bebes- volvió a susurrar, cada vez menos lento y más silencioso.

Kakuzu lo tomó en sus brazos, metiéndolo a la habitación cercana que tenía a sus espaldas, llamó a Itachi con miedo, el Uchiha no supo cómo reaccionar ante lo visto, los pantalones tenían rastros de sangre sudaba y su cuerpo temblaba.

Su opción más acertada fue llamar a los chicos de la residencia, algunos que tenían una práctica en el campo de la medicina, ya sea que fueran de odontología, nutricionista y así la lista se alargaba ocho personas llegaron.

La amenaza de Kakuzu fue fundamental para que todos dieran apoyarse entre sí con lo que llegaron a saber sobre embarazados o cosas que tuvieron el gusto de conocer.

- ¡¡Muévanse!! - les gritaba cada cuento, Itachi miraba el rostro de los chicos que daban de sí para mejorar la condición del embarazado, a la fuerza y de manera brusca lo sacó de esas cuatro paredes de tela y optaba por golpearlo, sus manos estaban siendo preparadas para darle la paliza de su vida. Si su padre no se la había dado él se la daría

♦ Tu Dueño♦ {Mpreg}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora