El diario:

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La siguiente semana se presentó para Lucía bastante atareada. Por la mañana recorría el minúsculo centro de la ciudad buscando trabajo y por la tarde se dedicaba a limpiar aquel hogar, que amenazaba con derrumbarse sobre su cabeza de la montaña de polvo que contenía. Éste parecía eterno y daba la impresión como si el lugar se negase a sacudir sus bichos y su suciedad. Por más que Lucía limpiaba y limpiaba, siempre encontraba polvo en algún recoveco.

— ¡Mamá! ¡Mamá! ¿Qué hago con esto? —gritó desde el living.

Hacía ya diez días que estaba viviendo en aquella casa sin haber conseguido trabajo remunerado pero con tanto allí que terminaba el día extenuada.

— ¿Qué haces con qué?

La cabeza de su madre había aparecido junto al marco de la puerta. Tenía las manos llenas de espuma. Lucía había logrado que lavara los platos d manera frecuente. Ahora la cocina parecía más limpia.

— Con estos diarios y revistas... Son de hace más de una semana atrás.

— ¡Ah! No he tenido tiempo de embolsarlos. Pero supongo que tendrán que ir a la basura...

La señora Palacios ya estaba al lado de su hija, mirando de qué se trataban esas revistas. Con las manos mojadas tomó una de ellas. Estaba tan sucia que el polvo tapaba su portada. Pasó sus manos por ella y lo retiró un poco.

— ¡Oh! Mis revistas de tejidos... Pensé que las había perdido —exclamó de pronto y se sentó en una silla a ojear la que tenía en la mano.

Su hija esperó unos minutos, observándola, hasta que dijo con impaciencia:

— ¿Y bien?

— ¿Mmmm?

— ¿Qué hago con ellas, mamá? ¿Las tiro a la basura?

— No, estas no.

— ¡Pero si ya no tejes! No recuerdo la última vez que te vi hacer algo con una aguja... —protestó la joven.

— ¡Claro que tejo! Sólo que a veces me cuesta hallar los lentes para ser más constante. Y sabes que sin mis lentes no veo mucho y me provoca un dolor de cabeza.

No discutió, sabía por experiencia que sería en vano. Sabía que sólo era una excusa más de su madre para no tirar algo a la basura... Iba camino a ser una acumuladora patológica. Lucía se había cansado al principio de pelear con ella cada vez que tenía que arrojar algo al basurero. La señora Palacios se negaba a desprenderse de sus cosas... todo le recordaba algo... todo tenía su significado. Pero la realidad era que ni siquiera ella recordaba qué tenía y qué no.

Ante toda esa negación, la joven, para no perder la cordura, tuvo que adoptar un método drástico, que esperaba que su madre jamás lo descubriera porque si lo hacía iba a enojarse mucho. Solía limpiar cuando ella se ausentaba, agarraba todo y lo tiraba; sin detenerse a mirar qué servía y qué no. Partiendo del principio que si el objeto estaba lleno de polvo era porque su madre no lo necesitaba.

La señora Palacios, por suerte, no se deba cuenta y así su hija podía ir avanzando un poco con la limpieza del hogar. Sin esta decisión jamás hubiera podido hacerlo.

— Bien... ¿entonces?

— Déjalas en la despensa del sótano. Allí sabré dónde hallarlas —manifestó la mujer con una sonrisa, dejó la revista y desapareció rumbo a la cocina.

Lucía suspiró... las revistas eran muchas, sin embargo esta vez no aplicó su método. Se le ocurrió que si su madre volvía a tejer al menos así tendría ocupado el tiempo de una manera más útil que el estar sentada frente a la vieja televisión todo el día.

¿Dónde está María?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora