Ese día no pudieron hacer más nada y recién a la siguiente mañana consiguieron contactar al señor Furlotti para una entrevista, trabajo que les costó bastante, aparentemente el hombre no tenía a nadie que le respondiera el teléfono.
Estaba en plena mudanza de su estudio jurídico, había perdido tantos clientes y dinero como para verse forzado a trasladarse desde el centro de la ciudad a un lugar más apartado y barato. No era un buen momento para hacer preguntas sobre la desaparición de su hija, como pudieron comprobarlo más tarde, pero al menos estuvo dispuesto a recibirlos.
Cuando Rubén y Lucía llegaron el hombre se vía cansado, de mal humor, irritable. Había gente trasladando cajas y más cajas repletas de papeles hacia el ascensor; un camión de mudanza se encontraba aparcado en la calle. Y otro hombre, mucho más joven, corría de un lado a otro dando órdenes. Aparentemente era su nuevo socio.
— Buenos días, disculpen el desorden, como verán estamos en pleno traslado —dijo, forzando en su rostro una sonrisa de "relaciones públicas".
— No se preocupe, señor Furlotti, seremos breves —dijo Lucía.
El hombre los miró con curiosidad por primera vez, se preguntaba a qué venía una escritora, como su secretaria le avisó al hablarle de la cita concertada, y su... "amigo". La mirada se detuvo en Rubén.
— Soy Rubén Tewel —dijo éste entendiendo la indirecta que ocultaba aquella mirada. Luego agregó—: Participé en... el caso de su hija.
— ¿Ah, sí? —dijo abriendo los ojos. Pareció sorprenderse mucho y... también se notó que estaba muy nervioso.
De inmediato se dio la vuelta y les indicó una puerta con un gesto de la mano. Abriéndola luego, de manera algo ansiosa.
— Vengan por aquí, por favor.
Entró a un casi vacío despacho y les indicó un par de sillas que estaban apiladas contra la pared. El hombre se quedó parado, apoyándose contra el pesado escritorio, mientras murmuraba lo incómodo que era aquel lugar ahora pero lo sería más aun a dónde se trasladaba.
— He tenido dificultad para mantener mi estudio, desde que Pablo decidió irse y la prensa fastidiarme las pelotas.
Rubén y Lucía intercambiaron una mirada, no era propicio que estuviera de tan mal humor.
— ¿Qué necesitan? Tengo mucho trabajo hoy.
— Hablar sobre su hija... —dijo Lucía. Rubén la interrumpió.
— Como recordará, señor Furlotti... o tal vez no... Yo fui ayudante en el caso de la desaparición de su hija, el año pasado.
— Sí, sí, ya me lo había dicho —dijo con un gesto de impaciencia el hombre. Se acercó a una estantería y la abrió, de allí sacó una botella de whisky y se sirvió un vaso, tomándoselo en un instante—. ¿Quieren?
— ¡Oh!, No, gracias—respondieron al mismo tiempo.
— Y ahora ha habido algunos nuevos avances por lo que nos gustaría hacerle unas breves preguntas, si usted está de acuerdo.
El señor Furlotti frunció el ceño.
— El abogado que contraté no me ha notificado de nada...
— No creo que lo haga, sólo son leves pistas y cómo ayudante me mandan a mí a indagar. Nada muy importante —Rubén hablaba como si le molestara tan fastidiosa tarea, y Lucía lo miró tratando de que su sonrisa no se notara.
El hombre extrañamente pareció tranquilizarse un poco.
— Bien, ¿qué necesitan saber?
— ¿Puede relatarnos lo que hizo esa mañana y el día anterior en concreto? Con todos los detalles que pueda recordar. Sé que en el interrogatorio se anotó todo pero somos conscientes que fue hecho en un muy mal momento. Su hija acababa de desaparecer... Y quizás hubiera olvidado nombrar algún detalle que le pareció insignificante —dijo Rubén.
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¿Dónde está María?
HorrorLucía Palacios, una joven escritora, vive en Buenos Aires donde tiene el trabajo de sus sueños pero, al quedar súbitamente desempleada y sin dinero, se ve forzada a abandonar su hogar para trasladarse a la casa de su madre, ubicada en San Juan, al o...