En ese momento estaba dando gracias a Dios porque fuera fin de semana. El trabajo y los problemas derivados de él lo habían agobiado durante demasiado tiempo, pero al menos ya no se encontraba en el apuro económico de antes.
Levantó los papeles que había en la mesa y los colocó en su portafolio; apagó la notebook y también la guardó. Luego salió de la habitación, entrando en la diminuta cocina. Hacía poco que había aparecido un posible comprador para su anterior casa, el único desde que la puso a la venta, y esperaba que esta se concretara pronto. Tenía deudas que pagar. Había conseguido un departamento apropiado para él. Era pequeño y de distribución incómoda, con su despacho justo conectado a la cocina, pero estaba en el centro de la ciudad y había sido un buen negocio, que no pudo contener el impulso de aceptar.
Al pasar por el estrecho espacio que había entre la mesa del comedor y la pared, oyó un estrépito... Algo se deslizó al piso, al golpearlo con el codo. Se inclinó para alzarlo y descubrió el portarretrato que contenía la foto de su familia y que estaba encima de la mesa, junto a otras cosas que se negaba a tirar a la basura. Verlo le provocó emociones encontradas. ¿Por qué no se había deshecho de él?... No lo sabía. Hacía mucho que no pensaba en su familia, más bien le fastidiaba pensar en ella... Sus ojos se detuvieron en el rostro hermoso de su hija mayor, desaparecida hacía un año.
Recordó aquel día como una larga pesadilla, que nunca acabó. Aún por las noches soñaba con su rostro. En un principio María había sido su favorita. Le encantaba el fuerte carácter de la niña que siempre se hacía entender y luchaba por lo que deseaba. También su extraordinaria inteligencia, su hija mayor había sido realmente brillante. Incluso los profesores del colegio privado al que asistía habían citado a sus padres para felicitarlos por sus calificaciones, algo muy extraño a su ver. Por ese motivo, siempre confió en que tendría un futuro prometedor, quizás siguiera su profesión, como muchas veces le dio a entender cada vez que iba a visitarlo a su oficina. Habían sido muy unidos.
Le gustaba consentirla y cuando pasaba largos periodos fuera de casa, le compraba cosas. Su trato era tan diferente al que le otorgaba a su otra hija que Norma se lo había hecho notar infinidad de veces. Pero él le decía que ella hacía lo mismo con Josefina, su hija menor, y la discusión acababa en ese punto. No le parecía mal lo que hacía y pensaba que no tenía por qué dejar de hacerlo. Así que muchas veces María se encontró con un celular nuevo, mientras que su hermana se quedaba con las manos vacías.
Aquellas reflexiones lo llevaron a pensar en Josefina, su segunda hija. Ella siempre había sido una niña "rara". Nunca la había comprendido del todo. Callada al extremo y tranquila; era vulnerable y llorona. De adolescente nunca le hablaba más de lo necesario y siempre parecía mirarlo con esos oscuros ojos, cargados de reproche. Sus atuendos oscuros le molestaban y se sentía incómodo cuando debía presentarla a sus amistades. Por lo que no perdía ocasión de recalcarle que se veía como una "demente", vestida enteramente de negro y con los labios morados. ¿Cómo iba a hacer amigos así? Había sido obvia su soledad... al menos para él. Pero... ¿conocía realmente a su hija menor?... No, muchas cosas habían salido a la luz, luego de la desaparición de María. Muchos secretos... Secretos oscuros.
En ese momento sonó el teléfono, sacándolo de sus pensamientos. Dejó el portarretrato en una caja, que posaba sobre la mesa en espera de que la tirara, y fue al dormitorio a contestar el aparato.
— ¿Sí? —dijo, esperando en completa tensión. Desde que había ocurrido todo, cada vez que sonaba el teléfono su pulso aumentaba considerablemente. Siempre esperando noticias de la policía... Siempre esperando que los hechos se precipitaran...
— Hola, Luis.
Por unos segundos, su desconcierto aumentó al no reconocer la voz y pensó en el detective Forte. Ese maldito parásito uniformado que le había traído tantos problemas.
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¿Dónde está María?
HorrorLucía Palacios, una joven escritora, vive en Buenos Aires donde tiene el trabajo de sus sueños pero, al quedar súbitamente desempleada y sin dinero, se ve forzada a abandonar su hogar para trasladarse a la casa de su madre, ubicada en San Juan, al o...