Mientras almorzaban unos fabulosos tallarines (sin duda Beni cocinaba bien, pensó Lucía), hablaron de muchos temas, saltando de uno a otro sin darse cuenta y sin un motivo preestablecido. Ambos eludieron nombrar el caso de María Furlotti hasta que el almuerzo terminó.
Lucía había asistido a aquel almuerzo con cierta curiosidad que no pudo ocultar por más tiempo.
— Dime, ¿qué te hizo cambiar de opinión?
Rubén suspiró...
— Cuando te fuiste me puse a pensar sobre el caso. Encontré una vieja agenda con anotaciones y la estuve ojeando.
— ¿Y bien? ¿Encontraste algo extraño? ¿Alguna pista que antes no hubieras considerado? —preguntó Lucía con curiosidad.
— No, no... nada de eso.
— ¿Entonces?
Lucía sonaba desilusionada. Rubén no lo podía explicar...
— No lo sé... simplemente deseo saber la verdad.
— ¿Por curiosidad? ¿Justicia?
— Sí, eso es... por justicia. Quiero saber qué ocurrió con esa chica, en ese entonces... no creo que lo entiendas. El caso era apasionante. Supongo que me recordó a mí mismo y mi deseo de descubrir al culpable.
— Sí y la familia tiene derecho de saber dónde está su hija. Así podrá llorarla y llevarle flores.
De inmediato el hombre se reacomodó en la silla.
— No lo creo.
— ¿Por qué? ¿Crees que estén implicados o... crees que pueda estar viva? —se sorprendió Lucía.
— No lo creo, alguien le hizo daño. Más bien estaba seguro de que la familia algo tenía que ver en todo esto pero... no hubo pruebas contra nadie. Las coartadas fueron perfectas —dijo Rubén.
— ¿Me podrías hablar del caso? Espero que no te moleste que tome notas —dijo Lucía mientras rebuscaba en su bolso una libreta.
— No, para nada. ¿Método antiguo? Nada de grabadoras... —dijo y rió.
— Sí... me gusta así.
— Bien, veamos... María Furlotti desapareció el 3 de marzo del año anterior. La madre llamó reportando su desaparición ese mismo día a la noche, diciendo que no había vuelto del colegio —comenzó Rubén.
— ¿Tan tarde?
— Ella dijo que pensó que estaba en casa de unos amigos pero al caer la noche y corroborar que no estaba en casa de ninguno, se preocupó.
— ¿Fue a la escuela?
— Sí... mejor empiezo por sus pasos. Podemos ubicarla hasta casi el medio día. Espera que traigo mi libreta —dijo Rubén y poco después volvía con ella—. La chica se levanta a las 7.15 y desayuna con sus padres, luego asiste como todos los días al colegio Virgen del Carmen a las 7.40. Allí, sin embargo, nos enteramos que sale antes de tiempo esa mañana.
— ¿Sin permiso? ¿Nadie la buscó?
— Nadie, aparentemente era normal en ella irse antes, al menos en el último tiempo. Cuando hablamos con la directora estaba muy alterada, dijo que lo lamentaba, que no había habido negligencia por parte de la institución, que los adolescentes eran así, etcétera.
— Era su responsabilidad... debieron hacerlo. O al menos avisar a sus padres —dijo Lucía frunciendo el ceño.
— Exacto pero no lo hicieron. Lo único que sabemos es que, para la clase de biología de las diez, ella ya no estaba en el colegio. Al hablar con los vecinos del barrio donde vive la familia Furlotti, sólo pudimos hallar a dos testigos. El señor Paez, jardinero de los Watson, ve a María y a una chica más que llevaba el mismo uniforme escolar, discutir y entrar a la casa de ésta. Más o menos entre las 10.15 y las 10.25. La otra persona es una vecina que fue más precisa, mmm por acá tengo el nombre... La señora Valverde, una pobre vieja que vive justo en frente, dijo que vio a María y a su mejor amiga Alina entrar a la casa de los Furlotti alrededor de las 10.15.
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¿Dónde está María?
TerrorLucía Palacios, una joven escritora, vive en Buenos Aires donde tiene el trabajo de sus sueños pero, al quedar súbitamente desempleada y sin dinero, se ve forzada a abandonar su hogar para trasladarse a la casa de su madre, ubicada en San Juan, al o...