La tienda de antigüedades:

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Lucía estuvo una semana en reposo. Se había negado al principio a guardar cama pero, como cada vez que caminaba le agarraban dolores insoportables, tuvo obligadamente que hacer reposo. El auto no presentó mucho daño e increíblemente un mecánico pudo arreglarlo. Parecía que duraría varios años más. Su madre ya lo usaba.

Recién cuando concluyeron los siete días y comenzó a sentirse mejor, deteniéndose los dolores en su pierna y espalda, la joven se animó a salir e ir a casa de Rubén. Lo había visto casi a diario pero poco podían conversar delante de su madre sin correr el riesgo de que ésta escuchara algo y se lo contara a alguna vecina, divulgándose con el viento y creando rumores que podrían perjudicarlos.

Discutieron mucho la hipótesis de Beni pero, por primera vez desde que comenzaron la investigación, no habían estado de acuerdo en algo.

— La culpable "debe" ser su madre. Tiene que tener a María encerrada en algún lado y ésta ha escapado. Quizás ya se haya dado cuenta y quiere convencer a su otra hija que no la ha visto, que su espíritu deambula por la casa u otra teoría descabellada... Me alegro que no le dijeras que tú también la viste en la calle... Pero Josefina sabe algo, lo intuye o lo ha descubierto... no sé... De algún modo quizá lo descubrió... y está asustada.

— No lo creo, Norma es inofensiva —opinó la joven, moviendo la cabeza de un lado a otro.

— Vamos, Luci, sabes que las apariencias engañan. Puede ser una excelente actriz... Además... averigüé algo.

— ¿Qué cosa?

— María Furlotti tenía un seguro de vida y descubrí que su beneficiario...

— Eran sus padres —interrumpió Lucía con fastidio.

— No... sólo su madre. Norma Furlotti entrará en posesión de 70 mil pesos al concluir el juicio, cuando culpen a Uviña de su muerte y María sea declarada fallecida oficialmente.

Lucía lo miró sorprendida... ¿Era probable? Norma se había estado quejando de que no tenía dinero, que todo estaba muy caro. Los pensamientos de Beni no eran tan descabellados como le pareció al principio. Pero...

— Pero ella... ¡No puedo creerlo, Beni! Ella es muy... muy...

— ¿Buena? ¿Amable?

— Sí, no me la imagino haciéndole daño a una de sus hijas. Me pareció muy maternal.

— Lucía, tampoco creerías que la religiosa y cariñosa señora Garramuño fuera capaz de envenenar sistemáticamente a sus seis hijos... y así fue —la contradijo, exponiéndole un caso famoso ocurrido varios años atrás en la provincia.

Lucía estaba atónica, no sabía qué pensar...

— Hay algo que no encaja... Si María se escapó, ¿por qué no ha pedido la ayuda de alguien? Hay vecinos, ese día cuando la vi en el camino... había una casa cerca. ¿Por qué no gritó y pidió ayuda?

— Debe estar muy asustada.

— Esa misma respuesta anula toda la teoría. Debería estar aterrada, lo primero que haría al escapar es correr a pedir ayuda... Y no deambular por la casa o las inmediaciones... ¡Todo es muy extraño! La noche en que la vi en mi habitación... ¿Por qué no me pidió ayuda?

— Su madre estaba en la casa. Le teme.

Hubo un breve silencio.

— No es normal, Beni. Ella no tuvo tiempo de huir... la vi allí en la oscuridad hasta que prendiste la luz. Además no me pareció exactamente ella, era más bien algo... no sé ni cómo explicarlo... Parecía que no ser ella sino algo que tomaba su forma, algo demoníaco y peligroso.

¿Dónde está María?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora