Alina Ponce:

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El libro de matemáticas cayó al suelo. Su dueña se detuvo para recogerlo, lamentando que se hubiera manchado de barro en el suelo húmedo. Al inclinarse y comprobar que no estuviera dañado también, una fotografía se deslizó de su interior y terminó en el charco de agua. Alina se quedó petrificada mirándola... era la foto que se habían tomado junto a María poco antes de que esta desapareciera, hacía ya casi un año... ¿O más? Pensó... Aquella foto la había estado buscando desesperadamente cuando ella se ausentó... ¿Qué hacía allí?

María la miraba desde el suelo, sonriendo eternamente junto a una Alina muy diferente a la persona que la observaba... de cabello largo y mirada triste. Una Alina que había quedado en el pasado, que ya no existía. Pensó la chica.

La bocina de un auto la sacó de sus pensamientos.

— ¡¿Querés salir del medio de la calle, mocosa estúpida?! —le gritó el grosero conductor.

Alina pegó un respingo, pisó la foto, hundiéndola en el barro, y se apresuró a cruzar la calle.

El auto pasó junto a ella velozmente, salpicándola de barro. Alina no pudo contenerse y le gritó:

— ¡Imbécil!

Iba tarde a clases, ¡y ahora estaba sucia! El reloj ya había dado el cuarto de hora, seguro tendría problemas. Corrió hasta el edificio de altos muros. Era sábado y podría estar compartiendo tiempo con sus amigos pero no, sus padres habían insistido en que tomara clases particulares de matemática. ¡Qué fastidio!

Dentro del colegio la esperaba un par de horas de completo aburrimiento que, de todos modos, pasaron.

Al salir del aula se quedó mirando el patio vacío. Había estado muy distraída en la clase, no había podido seguir el hilo de las palabras de la profesora, que le había llamado la atención varias veces, la imagen de su anterior mejor amiga no había abandonado su mente en ningún instante. Provocándole escalofríos.

La visión del patio oscuro del colegio le trajo muchos recuerdos. Allí mismo había conocido a María Furlotti y se habían hecho amigas al instante. Tenían muchas cosas en común, aunque a Alina, al principio, no le habían gustado ciertas cosas que hacía su amiga; sin embargo pronto dejó de pensar en que estaban mal. Como, por ejemplo, le parecía horrible que fueran siempre, luego de clases, al estudio jurídico del señor Furlotti para pedirle dinero y así ir al shopping a gastarlo sin medida... Porque la mayoría de las veces no se lo "pedía", sino que lo sacaba de su billetera cuando él no la estaba observando. Parecía experta en ello. Alina se quedaba siempre mirándola, aterrada por si las descubrían y lamentando ser partícipe de ello... pero no decía nada... Nada.

Tenían muchas cosas en común... Sí. A ambas les gustaba la moda, la ropa cara, los perfumes importados, los zapatos de diseñador. Deseaban ser modelos de una de las mejores agencias que había en Buenos Aires pero para eso necesitaban terminar el colegio para viajar allí. Les parecía que la provincia en donde vivían sólo les ofrecía una patética agencia, en donde las chicas jamás avanzaban y siempre terminaban saliendo en comerciales de pollo frito o brebajes para adelgazar, que no servían de nada si uno no seguía al pie de la letra el folleto con ejercicios diarios que contenía el envase.

Pero también había cosas en las que no se parecían. Alina venía de una familia trabajadora, de clase media baja, que podía pagarle el colegio con mucho esfuerzo y ahorro. Ella no tenía posibilidades de ingresar a ese pequeño mundo en el que vivía María, que lo imaginaba como "perfecto", ni de obtener las cosas que deseaba. Adoraba la moda, era su pasión y casi se había obsesionado con la superficialidad de ese mundo, que parecía ponerle al alcance de la mano cuantos placeres deseaba en la vida. Sin embargo, la única manera que vio Alina de poder obtener aquello fue la amistad que tenía con María Furlotti... Su amiga había sido muy generosa con ella, una generosidad discutible, ya que siempre solía recalcarle su inferioridad social.

¿Dónde está María?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora