Epílogo:

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Había quedado en la calle, no tenía hogar a dónde acudir, ni dinero que la salvara. El objeto, envuelto en su saco oscuro, pesaba demasiado y ya estaba muy delgada para soportarlo por mucho tiempo. Había cumplido su objetivo, lo había salvado del incendio, que ella misma provocó por error, al intentar robarlo de la tienda de antigüedades. Era suyo... lo deseaba... era su dueña. Le obsesionaba su poder, que había aprendido a respetar, durante muchos años.

El error estuvo en querer ayudar a Isabella, que terminó abandonando a todos y se largó al extranjero de un día para el otro. La había conocido muy bien o al menos eso era lo que había creído, sin embargo, terminó decepcionándola. Aún no podía creer que hubiera dejado a la deriva los magníficos objetos. A cargo, según pudo averiguar, de una prima lejana.

Isabella Morales y su esposo eran miembros activos de su grupo selecto de seguidores que ella lideraba. Adoraban a una deidad de los infiernos, llamada Astaroth, una de las pocas criaturas capaz de manipular la línea del destino. Con el poder de hacer invisibles a los hombres, conducirlos a riquezas y contestar a cualquier pregunta que se le formule. Durante todo el mes de agosto, mes en que su poder sobre la tierra aumentaba, realizaban sus reuniones.

Por lo general utilizaban tablillas hasta que, debido a una casualidad, estando en casa de uno de los miembros, la identidad se manifestó por el reflejo de dos espejos gemelos, colocados uno frente al otro... Los participantes del grupo comprendieron que los espejos les servían de portal, por ellos aparecía la entidad y era más fácil llevar a cabo sus objetivos. La comunicación mejoraba considerablemente. Pero no fue hasta que Isabella Morales enfermó que se le ocurrió una idea, si el espejo era un portal ¿uno de ellos podría entrar en él y salir luego por el otro? La entidad le prometió belleza y salud, ¡y vaya si lo había conseguido! Luego... nunca supo qué pasó. Simplemente la mujer se fue lejos, abandonándolos. Aún sentía rabia por eso... mucha rabia.

La mujer se detuvo bajo el puente y apoyó el espejo sobre la estructura de cemento... Cuando los Morales los abandonaron y perdieron los espejos, uno a uno los demás miembros se fueron también. Ella había sido, a espalda de los demás, la que los había prestado, debido a eso una de las consecuencias fue que la culparon por la pérdida y su importancia en la selecta comunidad cayó. Ya no tenían los espejos y comunicarse con la entidad no fue posible por otro medio, ¿qué más podían hacer entonces? Al fin... la abandonaron. Sin embargo, sola y humillada, intentó rastrearlos... y lo había conseguido.

Miró la funda que cubría al espejo, ¡al fin lo tenía en su poder!... Necesitaba tomar aire... la tarde iba llegando a su fin. La búsqueda de un lugar dónde dormir comenzaba, pero ella ya no tenía ganas de mover ni los brazos. Se dejó caer, en la polvorosa calzada. Los vehículos pasaban a cada rato tan cerca de ella que podía sentir la vibración en sus pies. Estaba vieja, acabada, y la muerte apareció una hora después.

Sin embargo, al ser descubierto su cuerpo a la mañana siguiente, el objeto que tanto le había costado recuperar ya no estaba. Un ladrón solitario y egoísta lo robó, amparado por la oscuridad, llevándolo a casa para venderlo luego. Pero era demasiado hermoso... y decidió no hacerlo. Casi un mes después volvió a cambiar de propietario y siguió haciéndolo durante varios meses. Viajó kilómetros hasta acabar en un hogar que se deshizo de él.

Durmió una semana en un callejón solitario, de una gran ciudad, al lado de un contenedor de basura; envuelto en papel roto y sucio... Abandonado a su destino.

— ¡Mira, Caro! ¡Mira! —Una joven morocha, de unos veintitrés años, se detuvo frente a él. Lo liberó de su cáscara, que lo mantenía en sueños, despertándolo. El sucio papel cayó al suelo y el sol destacó su marco dorado, como una pincelada—. Es precioso.

Por detrás de ella, apareció otra joven de su misma edad. Llevaba una mochila a cuestas y estaba cansada. Acababan de salir de la Universidad, donde ambas estudiaban.

— ¿Qué encontraste ahora? El departamento es pequeño, no va a caber otro sillón... ¿Cuándo acabarás con esa manía de recoger todo lo que los demás tiran a la calle? —rezongó su compañera. Alquilaban juntas.

— ¡Vamos, mira! ¿No te parece precioso?

— ¡Oh, un espejo! —exclamó la joven, sorprendida, observándolo con atención. El magnífico objeto emitió un brillo bellísimo... siniestro. Se sintió atraída por él y lo tocó—. Me gusta, Ale... podríamos ponerlo en la sala.

Sus ojos brillaban de una manera extraña. Su amiga no se dio cuenta, no la miraba a ella. Se sentía hipnotizada por el espejo.

— Sí, quedará hermoso allí...

Sin más trámite, lo tomó en sus manos y se lo llevaron con ellas. 

 

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¿Dónde está María?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora